Si uno pudiera hacer el recorrido inverso, es decir: comenzar desde el fondo del gran recinto dedicado a las esculturas de Jorge Gamarra, la primera sensación no sería visual sino olfativa. Un perfume de maderas que luego se identifican como cedro impregna el aire, un aire traspasado por la luz y las formas que han dejado de ser precisamente eso, luz y formas, para convertirse en algo nuevo, algo distinto.
Pero no, el inicio casi obligado del recorrido son las herramientas, instaladas como en el taller de Ramallo y Zapiola, en el barrio de Saavedra, en Buenos Aires, a metros apenas de la cancha de Platense sobre la avenida General Paz.
Y Gamarra recuerda cómo fue su recalada en ese taller: un edificio antiguo, de barrio, grande como para alojar enormes bloques de maderas duras quebracho, algarrobo, cedro, pino, oscuras o claras pero siempre dóciles a la mirada.
Entonces, uno se acerca a esa solidez líquida de la escultura donde la luz acaricia las superficies, deja ver las tersuras y las irregularidades, las deliberadas rugosidades naturales o creadas por el artista. Como las arrugas en un rostro en torno de los ojos que han visto todo, en una mano que ha construido todo, en un brazo que ha soportado todo peso, así las maderas alternan superficies lisas y fragantes con cortezas raspadas, nervaduras.
Cuando la firmeza de la madera no basta, Gamarra se asoma a la piedra y transforma granitos rígidos en curvas de luz, en formas que van y vuelven y que incitan a observar la otra parte, desde el otro punto de vista, desde donde no se está. Así los títulos de las obras: "Desgarramiento" y la piedra agrietada demuestra cómo puede la fisura alojarse en lo sólido; "Cadencias", "Línea discontinua" o "Ascensión" expresan las ondas de sombra y luminosidad en secuencias de danza y contraste sobre la materia.
El taller de Jorge Gamarra ocupa una casa chorizo de esas típicas de pequeños propietarios hijos de inmigrantes que otrora fueron mayoría en el barrio donde trabaja sólo con madera, cuenta, porque para la piedra necesita de otros ámbitos:
"El polvo y la erosión deterioran las herramientas".
Hasta allí va diariamente, antes de las ocho de la mañana desde su casa, a quince cuadras, y allí permanece durante doce horas de trabajo, cada día. Comparte con algunos alumnos parte de ese tiempo; con ellos discute, dialoga, experimenta, busca, confronta ideas, "así no estoy tan solo en un trabajo que es de por sí solitario".
Hace preparar la piedra en una marmolería en Morón, una localidad suburbana a media hora de automóvil desde su casa. Desecha el mármol blanco de Carrara y opta por piedras más duras.
Lo explica: el mármol utilizado para las mesadas tiene un máximo de dos centímetros de espesor. Pide que en el taller corten ese bloque en forma de prisma de 1,50 x 3 x 1,50 metros y lo fraccionen en pedazos de 1,5 x 3 metros x 20 centímetros.
Una de las variedades más utilizadas en su búsqueda del "negro absoluto" es el granito zulú, una piedra proveniente de Zimbabwe de una dureza extrema, pero que luego de trabajada adquiere una delicadeza casi transparente. "Hay una veta en línea casi recta entre el Uruguay y África", relata.
En sus inicios como escultor en la década de los sesenta trabajó con madera y después con acrílico, "en 1969, cuando estaba el arte cinético". El idilio con este material duró seis años. Lo tallaba como si fuera piedra o madera, porque "logra espesores importantes y puede ser tan duro como quebradizo". El trabajo se hace lento "y es difícil sacarle la luz y lograr la transparencia. El acrílico se comporta como madera muy dura, con otras características", explica.
Al hablar de sus obras se detiene especialmente en los detalles del oficio. La base es el trabajo, el duro trajinar entre materiales que no se doblegan fácilmente y de los que hay que extraer la luz y la forma... con suavidad, con delicadeza, con la caricia de las herramientas.
De nuevo con el acrílico: "Es difícil lograr bloques sólidos de 50 x 40 x 40 centímetros, la escultura se hace más en bruto". Luego volvió a la madera y al acero inoxidable, bronce, hierro y otra vez quedó con la madera y la piedra.
¿Con qué maderas trabaja?
Utilizo maderas duras con muchos años de estacionamiento, normalmente de color oscuro. Así los volúmenes se destacan mejor. La madera dura tiene un brillo propio, que sale de adentro hacia fuera.
¿Cuál es su método?
Primero hago una maqueta o detalle para saber qué busco. Así voy organizando mi trabajo. A veces parto del dibujo, voy hacia la maqueta, siempre en una escala de 1 a 10. Cuando la termino, ya tengo la idea de si voy o no a hacerlo. Algunas ideas quedan en maqueta.
GERARDO BURTON
gburton@rionegro.com.ar
FOTOS: LUIS GARCÍA