"Una de la paradojas de Martínez Estrada fue el haber sido un hombre formal, pequeño burgués, amante de lo doméstico y también un transgresor, un temible crítico del poder y de la sociedad. Pudo ser un poeta consagrado, a la manera de Lugones, o un maestro de la ficción como Borges, cuyas semejanzas y diferencias son tan significativas. Hombre singular, cultivó la amistad de alguien muy distinto de él: Horacio Quiroga, con el que se dieron trato de hermanos.

"Testigo e intérprete de momentos clave de la vida argentina, supo leer el subtexto de los festejos del Centenario en 1910, de la Semana Trágica de 1919, de 'los años locos' de la década del '20 signada por el alvearismo, hasta llegar a 1930, cuando el militarismo y la ruptura de lo institucional producen en él una profunda crisis. De esa tensión, de esa abusiva realidad, nace del impulso para escribir la más conocida de sus obras: 'Radiografía de la pampa. En el contexto del autoritarismo, del fraude, de la violencia, en esa época en que empezaba según él la historia fascista del mundo, puede encontrarse el comienzo del discurso moral de Martínez de Estrada.

"Es la lectura de nuestras contradicciones como país, desde la dicotomía de Sarmiento y 'Facundo', desde la civilización que se impone con métodos bárbaros. Es Martínez Estrada como heredero de esas contradicciones, enfrentado primero con el movimiento peronista y más tarde con los vencedores del '55, con los que no comparte su jolgorio. Incomprendido por unos y por otros, exorcizado por la derecha y blanco de las críticas de los jóvenes de izquierda (que alguien calificó de parricidas de Martínez Estrada), su figura crece desde entonces en medio de las discusiones y el martirologio personal".

(Tramo del prólogo del escritor Pedro Orgambide para su libro "Un puritano en el burdel. Ezequiel Martínez Estrada o el sueño de una Argentina moral", Edt. Ameghino, 1997. Siendo muy joven, Orgambide fallecido en el 2005 tuvo el privilegio de pertenecer al círculo más íntimo del polémico ensayista).