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Sábado 09 de Junio de 2007
 
 
 
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  Qué pasa con los chicos que vivieron siempre en un country
 
 

Los countries y las escuelas que allí funcionan son formadores de una elite intelectual preparada para gobernar o son creadores de futuros posibles dirigentes distantes y distanciados de la sociedad que los rodea?

Esta es la pregunta rotunda que hasta podría sonar algo maniquea de entrada que se hacen investigadores de las ciencias sociales justo cuando la primera generación que se inició en este tipo de vida en los finales de los años '80 sale ahora al mundo a vivir la adultez.

Adriana Puiggrós, prestigiosa especialista en Educación, ha dicho que estos chicos hoy universitarios desarrollan fobias hacia "el mundo exterior" porque ignoran de qué se trata, profundizando así "serios problemas de percepción". Tienen problemas hasta para cruzar la calle porque no tienen la percepción de la velocidad que lleva un auto en cualquier de ciudad, refuerza.

Por su parte, Emilio Tenti Fanfani, licenciado en Ciencias Políticas y Sociales e investigador del Conicet, no cree que las instituciones educativas de esos barrios exclusivos y cerrados sean las más prestigiosas en términos de calidad de aprendizaje; es más, las acusa de ser "instituciones de clase" aptas para "fortalecer en los alumnos la legitimidad y naturalidad de sus privilegios".

Una opinión pertinente, seria, desprejuiciada y fruto de una investigación también la puede dar la periodista Patricia Rojas, quien acaba de publicar su libro "Mundo Privado. Historias de vida de countries, barrios y ciudades cerradas", de Editorial Planeta/Seix Barral.

Patricia venía de escribir "Los pibes del fondo", una desgarradora gran crónica que seguía a varios menores detenidos en institutos o en situación de riesgo en la calle. Cuenta que tiempo después se fue a vivir a México y, cuando volvió, se mudó a Arturo Seguí, cerca de La Plata, desde donde habló con "Río Negro" una fresca mañana de esta semana. Vive cerca de la autopista y lo que le llamó la atención fue la ciudad de Abril, que queda muy cerca. "La estructura es extraña: desde la autopista, es una montaña que no te deja ver nada, se divisa sólo la primera fachada. Cuando me enteré de que había 18 barrios detrás de eso que yo veía, me empezó a interesar el tema. Además estaba la relación con mi primer libro: sabía que ahí adentro había adolescentes de las mismas edades y que también estaban encerrados, de otra manera. Hubo otro proceso interno, además. De todos modos resultó que los dos libros tratan sobre pibes encerrados e institucionalizados. Pero no quería repetirme: es fácil vender las historias de los pobres, así que me dije: 'Metete con los ricos'".

Si se le puede robar el corazón a los pobres, ¿por qué no hacerlo con el de los ricos?, pensó.

 

La pregunta replica de nuevo: ¿los countries y las escuelas que allí funcionan son formadores de una elite intelectual preparada para gobernar o son creadores de futuros posibles dirigentes distantes y distanciados de la sociedad que los rodea?

Patricia entrevistó a 64 chicos en total durante dos años de investigación aplicando la técnica de historia de vida, lo que permitió que su libro pueda leerse como

una novela. Con un tono y un estilo atrapante, profundo, reflexivo, sin pedanterías académicas. Periodismo puro y del bueno. "Todo el tiempo me hice esa pregunta que formulás con tanto énfasis. Y claro que tengo una conclusión tras dos años de conocer una parte de la realidad de los countries. Allí se están formando ciudadanos muy limitados, con una visión muy sesgada de la realidad. También muy prejuiciosos. Hay una antropóloga que dice que no son chicos con capacidades diferentes sino 'discapacidados': a mí me parece un concepto demasiado fuerte... pero que se acerca bastante a lo que registré y se evidencia en el lugar".

Otro punto a resaltar sobre ellos: "No saben competir". "La mayoría de los entrevistados estaba empezando el primer año de la universidad: UADE, UCA, Austral o la UBA en general, y sentían el codo a codo como algo nuevo y molesto. Algo que nunca les había pasado". Es que crecen con pocas o muy pocas defensas para sobrevivir en el mundo del mercado, señala la periodista-escritora, que ya se sabe es salvaje.

El negocio del country les vendió la idea de que ellos vivían en una 'comunidad armónica' y que esa armonía, saliéndose del perímetro cerrado, se esfumaba para arrastrarlos a estados de angustia bien profundos. Ellos vivían en un logo. Y para entrar a la adultez tuvieron que salirse de él. Descubren entonces que el afuera es muy hostil, muy alejado.

¿Son los nuevos excluidos?

En cierto modo, sí. Tienen vergüenza del lugar del que vienen (de hecho no dan el nombre del country, inventan cualquier origen), sienten todo el tiempo que van a ser discriminados, dan por sentado que los otros los ven como unos boludos... Saben que tienen un estigma en la frente.

Padecen los mismos males que los excluidos, pareciera.

Es en este momento donde también se rompe el idilio con los padres. "Tanto que la mayoría de ellos comenta ahora que a sus hijos no los criaría nunca en un country".

Están desencantados. Creyeron muchísimo en la publicidad como para que ahora les pase esto. Representan el sueño de la clase media ascendente que compró la postal que reunía todo para ser casi felices. "¿Para qué esta maqueta?, se preguntan los chicos en un mundo terriblemente artificial, donde pareciera que 'no vive nadie'. Esto de que uno entra a estos lugares y pareciera que 'no vive nadie' no es gratuito, no es banal, no es liviano...".

Patricia cuenta también que el mayor desencanto que viven estos chicos es con sus madres, a quienes las ven "haciendo nada todo el tiempo". Ellas se quejan de que son unas 4x4 de carne o choferes de lujo y ellos, los chicos, "no reconocen nunca nada". Encima, desagradecidos, comentan las mamás: "Ahora se quieren ir a Capital". Horror.

Vuelta a la pregunta inicial. Llegar a comprar el terreno en un country no es tan difícil para alguien de clase media, créditos mediante. Construir allí una casa es un poco más complicado pero se llega. Mantener un estilo de vida acorde a las exigencias del lugar ya implica dejar el alma en el intento. "En lo educativo, si bien la oferta de bachilleratos es internacional y los prepara teóricamente para ser 'ciudadanos del mundo', cuando terminan el Nivel Medio la mayoría no puede seguir sus estudios universitarios en el extranjero por una cuestión de costos". Entonces eligen la UADE o la

UBA. Y es recién allí donde comienzan el trabajo de integración que buena parte de los argentinos empieza en la salita de tres o en el nivel inicial: ser autónomos, reconocer al otro y respetarlo, compartir la diferencia... ¡bah!, todo lo que ya se sabe que debe aprender un niñito en la sala de tres o cuatro y no un joven de 17 ó 18 años.

"¿Sabés cómo terminan muchos de ellos, que saben hablar inglés casi perfectamente? Trabajando en los call center, que son las empresas más explotadoras del mundo en este momento".

La periodista-escritora apunta: el aula se convirtió en una extensión del living de la casa al tener la oferta de excelencia a centímetros de casa y este ítem es todo un tema. Si bien empiezan a estudiar inglés y otros idiomas desde el kinder y tienen un régimen horario exigente e incentivos pedagógicos para desarrollar todo su potencial y acceder a mayores posibilidades de inserción en las principales universidades del país y el exterior, la relación física directa entre el aula y el hogar puede tener consecuencias negativas que luego son de notoria evidencia. Es lo que piensan Tenti Fanfani o Adriana Puiggrós.

Pero no sólo ellos opinan así: desde adentro del country una docente del Southern International School le contó a Patricia la historia de un chico que llegó a ella desesperado porque hacía tres meses que no salía del country. "Como él, casi todos". De ahí que se expliquen muchas situaciones de alcoholismo, drogadicción y vandalismo, según consta en el relato de la docente.

En esta misma línea, otra docente, del country Abril, sostiene en el libro: "El ritmo de trabajo de los chicos es muy lento y cansino. No se les puede pedir ningún material de un día para el otro porque tal vez no lo consiguen. Están bastante poco informados. En general realizan pocas salidas culturales. No conocen bibliotecas. También les cuesta respetar ciertas normas básicas en clase. Muchas veces les tengo que pedir que se pongan los zapatos, no coman o se sienten bien. No tienen ninguna cultura escolar. Hablan mucho entre ellos en clase y, cuando uno les llama la atención, no reconocen que están haciendo algo inapropiado".

Qué pasa después de vivir tanto tiempo en esta burbuja creada.

Por un lado, Patricia rescata el libro "Fortress America", de Eduard Blakely y Mari Gail Snyder, cuando afirma: "...la versión más extrema de la comunidad cerrada donde los residentes se han retirado de todo contacto no planeado con el mundo exterior. Las puertas más que barreras físicas son un acto político. Las comunidades cerradas son una clara manifestación de la creciente separación entre lo debido y lo indebido, un triste ejemplo del triunfo del tribalismo sobre la democracia".

Por otro, cuenta el testimonio de Mailén, de 16 años, vive en el country La Peregrina Club de Campo, en Pilar. Ella tenía once años cuando intentó escapar del country por primera vez:

"'Me sentía encerrada. Veía las rejas y me quería ir... correr y correr. Mi mamá cuando grita se pone loca. Se transforma. A mí no me gusta que la gente grite. Aunque yo grito. Ese día, ella empezó a gritar y yo dije basta: no me gusta vivir así. Me voy. Agarré un bolso, metí ropa, un libro y un cuaderno y empecé a caminar'.

"La guardia privada no la dejó salir.

"Lo logró a los trece. Esa vez caminó mucho: hasta el colectivo que la llevó a la ciudad. Lo único que recuerda es que pasó bastante tiempo sin comer y no sabe cómo llegó a lo de su abuela.

"La última vez tenía quince y se escapó a la casa de su novio, en Boedo".

Qué pasa después de vivir tanto tiempo en esta burbuja creada.

¿Los countries y las escuelas que allí funcionan son formadores de una elite intelectual preparada para gobernar o son creadores de futuros posibles dirigentes distantes y distanciados de la sociedad que los rodea?

Son preguntas que en las ciencias sociales están en pleno debate y sobre las que Patricia Rojas, con su investigación, realizó un aporte formidable para su discusión: irse a vivir a country es toda una decisión ideológica que vale la pena ser repensada cuando no se perdió, al menos, ese valor que subraya que todos vivimos en comunidad.

HORACIO LARA

hlara@rionegro.com.ar

   
   
 
 
 
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