El francés Julio (Jules Gabriel) Verne, nacido en Nantes en 1828 y fallecido en Amiens en 1905, tuvo un hijo Michel de su matrimonio con Honorine de Viane. Con más de sesenta novelas y título de abogado, viajero de las letras, sin duda se adueñó desde la primera publicación del reinado en ciencia ficción. Su imaginación sin límites, desde el submarino hasta los viajes espaciales, pasando por el rayo láser y el helicóptero, la gama inventiva futurista prácticamente no tuvo techo para el enigmático francés, que borró mapas mundiales y, sin ser científico, el escalón visionario lo ubicó con preponderancia en la literatura mundial, a su modo y tema la ficción que manejó con real maestría.
Si bien se le conocen muchos y largos viajes, no se sabe todavía de algún tránsito inspirador por la Patagonia. Así, debemos creer que lecturas, relatos de viajeros, arribos de naves a puertos franceses, etc., fueron base para sus magistrales trabajos literarios, algunos ubicados en el sur argentino, y que su editor Jules Hetzel le impusiera como gananciosa labor, junto al de otras latitudes terrenas y espaciales. Modernamente rescatamos la semblanza del francés: "Verne no fue un simple divulgador de la ciencia y de la técnica del siglo XIX y, muchísimo menos, un mero narrador para jóvenes y adolescentes. Sus libros están concebidos con una segunda y secretísima intención. Esa espléntida técnica narrativa no es otra cosa que una argucia forzada por las circunstancias de la época que esconde un críptico y múltiple mensaje iniciático. Atónito y alborazado, fui comprendiendo: Verne era otro 'loco maravilloso', profundamente enraizado en el mundo del esoterismo y de la simbología". "Verne era un fanático de los enigmas y criptogramas. Amén del esoterismo y de la simbología que resuman sus libros, éstos se hallan cuajados de retruécanos, juegos de palabras, números secretos, jeroglíficos, anagramas y logogrifos". (Benítez, J. J., 1989).
Sin duda, hay que dejar de lado algunos errores en sus escritos relacionados con la Patagonia (fechas, toponimia, acontecimientos, etc.), teniendo en cuenta que fueron elaborados hace más de cien años y cuando algunas de sus presumibles fuentes, que citamos más arriba, no fueran las ideales; disculpable pero, en general, quienes hayan leído esos libros no pueden obviar el asombro por el encuadre casi preciso de lo argumental de sus relatos. Aparece "Los hijos del capitán Grant" (1867/68), narración despertada por mensaje hallado en botella dentro de la panza de un pez martillo que hace integrar una expedición en búsqueda del capitán Harry Grant y su velero "Britannia", expedición de la que participan sus pequeños hijos Mary y Robert.
Surge el Estrecho de Magallanes, penal de Punta Arenas, Talcahuano y Concepción en Chile y, creyendo que el capitán Grant podía estar en poder de aborígenes, contratan guías de dicho origen decidiendo cruzar la cordillera por Antuco, viviendo un terremoto que borró caminos: "rugía el volcán Antuco", nombrándose también a Calfucurá, río Colorado, lago Salinas y la carretera de Carmen de Patagones a Mendoza, fuerte Independencia y Tandil.
En "El faro del fin del mundo", el relato se refiere al primer faro en la Patagonia, más precisamente el que se instaló en "Isla de los Estados" con los cuidadores Vásquez, Felipe y Moriz. Imaginariamente, describe la construcción: "A ciento cincuenta metros de la pequeña caleta que corona la bahía el suelo presenta una elevación de unos 30 metros de altura en una superficie entre 400 y 500 metros cuadrados. Un muro de piedras encierra este terraplén, esta terraza rocosa que debía servir de base a la torre del faro. La torre se levantaba en el centro por sobre el conjunto anexo de habitaciones y almacenes... 1º la habitación de los guardianes con sus muebles, camas, sillas, mesas. Había también una estufa de carbón con su chimenea... instrumentos como largavistas, barómetros, termómetros, lámparas para el faro y un reloj de pie...". La altura era de 32 metros. Y lo principal: narra los momentos difíciles que vivieron los tres guardafaros ante la presencia de piratas o bandidos.
El padre de la llamada ciencia-ficción escribió "20.000 leguas de viaje submarino" situando la actuación del submarino "Nautilus" y su capitán Nemo por los años 1866/1868 en que, además de la tripulación, participan otros tres personajes. El capitán Nemo había decidido hacer vida de mar viviendo en el submarino dotado de comodidades inimaginables para la época, renegando del mundo terrestre. Hasta los alimentos los obtenía del mar, que también le brindaba electricidad para la locomoción y vida a bordo: "pero no la electricidad de los habitantes terrestres. Es el mar quien me lo proporciona diría Nemo con su sodio, cuyas pilas doblan en potencia a las de cinc. Para extraer el sodio no hay nada mejor que las minas de carbón ocultas en el fondo del océano. Todo en el Nautilus lo produce el océano".
En la recorrida por los mares del mundo el 21 de marzo de 1868 llegaron al Polo Sur diciendo: "...y tomo posesión de esta tierra, igual a la sexta parte de los continentes conocidos". Antes, habían notado la presencia de pingüinos y observado "las mil piruetas que focas y morsas realizaban a nuestro alrededor". También ven la Cruz del Sur y, poco después, "la Tierra del Fuego. Pasamos también cerca de las islas Malvinas y hasta el 3 de abril no abandonamos los paisajes de la Patagonia".
Quince niños, el mayor de catorce años, fueron los actores principales del yate "Sloughi", que rompió amarras por temporal sin poder recibir al capitán y tripulantes. Eran alumnos del colegio Chairman, de Auckland, capital de Nueva Zelanda, iniciando vacaciones por dos meses en la nave que "circunvalaría la costa neocelandesa". La deriva del yate los llevó hasta la zona del estrecho de Magallanes y desembarcaron en una tierra que por mucho tiempo no supieron si era una isla o tierra firme. Muy detallista, el relato de Verne hizo jugar llamativas situaciones que debieron afrontar los jovencitos y un perro, durante casi dos años, grupo al que el relato incorpora algunos náufragos y malhechores más una mujer, hasta con muertes violentas. Cazan guanacos, pero erró Verne al mencionar hipopótamo y llamas entre la fauna que descubrieron. El viaje se había iniciado en 1860 y, al final, el náufrago Evans que compartió con ellos los ubica en la realidad geográfica: la isla pertenecía al archipiélago magallánico que habían bautizado Chairman, como el colegio. En la conclusión, Verne escribió: "No es necesario relatar aquel viaje por los canales del archipiélago magallánico... todos aquellos canales aparecían desiertos, y aunque algunas noches pudieron divisar algunas fogatas sobre las islas, ningún indígena se vio sobre las playas. El 11 de febrero, merced al viento, siempre favorable, la chalupa desembocó en el estrecho de Magallanes".
El archipiélago fueguino fue otro de los escenarios patagónicos elegidos por Julio Verne para "Los náufragos del Jonathan", con puntualizaciones geográficas y citas históricas que pueden causar algún asombro y el solitario personaje "Kaw-djer", sin nacionalidad ni apellido precisos pero sí con alto grado cultural, dominio de varios idiomas y tendencia anarquista y sin saber de dónde y cómo había llegado al sur-sur. Pero por 1880 el naufragio del velero norteamericano "Jonathan" deposita en la isla Hoste a sus 34 tripulantes y 1.220 pasajeros que viajaban a Africa para fundar una colonia. "Kaw-djer" trataba con aborígenes de la zona y el capítulo uno de la fantástica narración la dedica a "El guanaco", luego cita a Tierra del Fuego, islas Clarence, Hoste, Navarino, Gordon y Picton, paraje Cabo de Hornos, canal Beagle, estrecho de Magallanes, etc., más flora y fauna en algo más de 500 páginas con atrapante trama. Ya se sabe que aquellas más de sesenta publicaciones de Julio Verne, hace más de cien años, parecieron inverosímiles a algunos. El transcurso de los años le han puesto sello de verdad y la Patagonia tuvo su lugar en varias obras de su "espléndida técnica narrativa".
(*) Periodista. Investigador de historia patagónica