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Sábado 31 de Marzo de 2007
 
 
 
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  Recuerdos tristes en blanco y negro

Las imágenes, en su mayoría inéditas, del libro "Cruces. Idas y vueltas de Malvinas" fueron tomadas por los propios soldados que participaron de la guerra de 1982.

 
 

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Cruces. Idas y vueltas de Malvinas" es un libro de fotos en su mayoría inéditas y textos, en el que María Laura Guembe y Federico Guillermo Lorenz recuperan las crudas experiencias del conflicto bélico en el Atlántico sur. Contiene testimonios en primera persona de soldados y fotografías que ellos mismos se tomaron en las islas o al regresar al continente; también las que registraron fotógrafos de distintos regimientos; las capturadas por soldados británicos tras la rendición, reveladas en Inglaterra; otras pertenecientes a álbumes familiares o a archivos de las fuerzas de seguridad; o algunas captadas por ingleses en los campos de batalla, que acercan la guerra a su dimensión más cotidiana. Los días en los pozos de zorro, los campos de prisioneros, el regreso en el Canberra, los festejos en casa, los años posteriores...

Domingo, noche tranquila, charla con "Río Negro" en el sur del GBA. Intercambio de experiencias recogidas durante muchos años en encuentros con veteranos de Malvinas que vivieron la guerra en lugares bien diferentes y van dejando nítidos puntos en común: la falta de entrenamiento para el combate, la indefensión que sufrieron, los castigos físicos que padecieron, el retorno en medio del silencio, las dificultades para sobrevivir con tantos fantasmas. "Cuando terminamos el libro con Federico, pensamos que después debíamos seguir entrevistando gente de otros lugares para ver si, en efecto, esa regularidad que encontramos se relacionaba con haber hablado con soldados de un radio bastante chico. Si bien dialogamos con combatientes de Madryn y Río Grande, antes de armarlo, charlamos básicamente con gente de La Plata y Buenos Aires".

"Nos preguntábamos continúa María Laura cómo habría sido el regreso para alguien que trabajaba en una plantación en el norte; fue a la guerra y volvió a ella. Distinto del resto, imaginamos. Es una tarea pendiente ver qué le ocurrió a quienes viven en otros lugares, no tan urbanos, con un diferente ritmo de vida. Si a los que vivían en una ciudad les costó muchísimo compartir sus experiencias y que los escuchen, a quienes habitaban en zonas más solitarias debe haberles resultado aún más difícil. Encontramos entrevistados en La Plata que cuentan orgullosamente que sus hijos hoy están haciendo un documental sobre la guerra vista por ellos, reconociendo su propia mirada. No emulando la visión de sus padres sino desde su lugar. Lo refieren con orgullo, sosteniendo que eso es lo que a ellos, papás, les falta saber: qué registraron sus hijos nacidos en la posguerra. Chicos de quince, diecisiete años. Pero también hay otros a los que les resulta muy difícil hablar con los hijos, porque se aburren, porque la guerra no es algo que puedan explicarles en términos extratelevisivos o que no sean cinematográficos. Sus chicos no tienen un anclaje desde donde imaginar una experiencia tan fuerte".

¿Qué edades tiene ustedes?

Yo, treinta y tres. Federico, treinta y seis.

Eran niños cuando el conflicto...

Yo estaba en cuarto grado y Fede en sexto.

¿Qué preguntas fueron abriéndose para gestar del libro?

Viví mi infancia en Bahía Blanca y allí la guerra estuvo muy presente. La base militar estaba cerca, pero además existía la idea de que la ciudad podía ser blanco de ataque. Una locura... El que lo hayan llamado conflicto y no guerra indica que no se podía atacar cualquier lugar. El conflicto era en Malvinas. Pero había un jefe en cada manzana que coordinaba unos simulacros llamados oscurecimientos. Toda la ciudad se oscurecía y en las casas había que tapar las ventanas con frazadas. Recuerdo mucho eso. En las escuelas hacían simulacros de bombardeo, nos metíamos bajo los bancos, nos enseñaban a salir del edificio, enviaban notitas a los padres para que no nos fueran a buscar si eso ocurría, que confiaran en los maestros que sabían qué hacer... Parecía que la guerra estaba también ahí. Por otro lado, la movilización para ayudar a los que estaban en Malvinas fue muy grande en Bahía. Recuerdo, y creo que eso me empujó a seguir trabajando después, a mi abuela tejiendo gorros para mandar al sur, pasamontañas. Ella no estaba preocupada por cuestiones sociales. No era que mi familia apoyara el conflicto, sino que había que ayudar a los soldados. Y era un rol bien femenino.

A medida que armaban del libro, apareció una guerra que no imaginabas entonces; aún no podemos imaginar qué vivió cada combatiente... Fue mucho más de lo que mostraron los medios y de lo que sabemos hoy...

Para nosotros, encontrar las fotos de Inglaterra fue muy movilizador porque nos permitió ver un lado cotidiano de la guerra que no imaginábamos. Chicos jugando con los fusiles, cuando aún no habían estallado los combates, posando como héroes de sábados de súper acción. Juegos de adolescentes. O bien jugando a las cartas o riéndose. Eran pibes de dieciocho años, diecinueve. Estuvieron un mes esperando algo que no sabían si iba a ocurrir. Las fotos muestran el frío, cómo se van demacrando progresivamente sus caras, muestran las barbas, algo que los semanarios de la época no mostraron. Empezamos a verlos jugando dentro de un pozo de zorro, divirtiéndose, porque no pasaba nada todavía. Era una dimensión de la guerra que no teníamos. Y después, las fotografías tomadas en los campos de batalla que jamás habíamos visto... Los ingleses, como muchos pueblos guerreros contemporáneos, tienen la costumbre de llevarse como botín de guerra fotos de los cuerpos muertos. Eso es tremendamente duro de ver, sobre todo pensando que no fue un relevamiento forense sino un botín, parte de lo que alguien creyó que era haber ganado la guerra. Es duro porque son nuestros muertos. Las islas se pueden pensar de muchos modos, pero los muertos son nuestros.

En lo personal, ¿qué impresión te ha quedado después de concluir el libro?

La sensación más fuerte es que la historia vivida por los conscriptos podría haberle tocado a cualquiera. Soy mujer y nací en el 73, podría haber sido un hombre nacido en el 62. Azar puro. Les tocó a ellos, pero podría haber sido para cualquiera. En una época histórica que no fue cualquiera. Los sacaron de sus casas, de situaciones que vivíamos todos, los dejaron sin terminar el secundario, sin conocer una novia, sin pensar qué carrera seguir... Y de golpe, la guerra. Los testimonios muestran cuán normales eran sus vidas y cuán difícil fue volver a vivirlas después; qué duro fue el reencuentro con lo que dejaron en el continente. Es más una sensación de impotencia que otra cosa; pensar que alguien pueda distanciarse de ellos por la experiencia que les tocó pasar. En realidad, de las distintas aberraciones que hay en la historia argentina, ésta es una en la que definitivamente hay que hermanarse.

El libro aparece a veinticinco años del 82. Como en muchos otros trabajos, no fue inmediata la tarea de recuperar la memoria.

De alguna manera, ahora se puede. Es posible hablar de Malvinas, como muchas cosas que enmarcan la guerra. También hay políticas que llevan a la apertura de archivos, a otras posibilidades de conocimiento. Nosotros pudimos consultar el archivo de la DIPBA, la Dirección de Inteligencia de la provincia de Buenos Aires, encontrar fotos de los seguimientos a colimbas y mostrarlas. En otro momento, no hubiéramos podido hacerlo. Visitamos el archivo de Fuerza Aérea, cuyas puertas se abrieron sin problema alguno. Pedimos las fotografías y las publicamos; nos atendieron con generosidad. Eso antes era impensable.

¿Qué idea te queda de quienes impulsaron esta guerra?

Entrevisté, entre mucha otra gente, a un fotógrafo de "La Nueva Provincia" que cubrió el desembarco y me contó que lo mandaron a cubrir supuestas maniobras y al tercer día de embarcados, les dijeron que iban a Malvinas; cómo había sido la reacción de la gente en los barcos, el miedo... Y, paralelamente, el relato del almirante (Carlos) Busser que comandó la Operación Rosario de desembarco, cosa que sabía de mucho tiempo antes. El tipo era de la Base Naval de Bahía y yo pensaba: pertenece al mismo grupo de gente que secuestró a mis padrinos, por ejemplo. Uno puede pensar la guerra, pero no dejar de considerar que quienes comandaban esa locura eran los mismos que estaban haciendo todo el desastre de la dictadura. Es muy complicado separar. No hicimos el libro para decir quién es responsable de qué, para eso está la Justicia, supongo. Lo hicimos para mostrar evidencias.

 

EDUARDO ROUILLET

 

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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