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Sábado 03 de Marzo de 2007
 
 
 
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  El más polémico; el más mirado
 
 

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Que es un bodrio, una porquería, una basura. Que cómo la gente puede mirar esto. Que transmite valores decadentes. Que tiene 30 puntos de rating. Que es el programa más visto de lo que va en la tele este año.
De todo se dice de esta cuarta versión de “Gran Hermano”, que antes de terminar ya tiene casi preparada la próxima edición. Porque es un éxito arrollador (y una gran arma de Telefé para enfrentar a Marcelo Tinelli, del 13).
¿Qué sucede con este programa que ha pasado a ser casi una adicción para millones de argentinos?
Ayuda a entender este fenómeno Adriana Schettini, periodista y escritora, estudiosa de la tele, fanática y fanatizada de “Gran Hermano” desde la primera edición y que ha encontrado “las diez razones” por las cuales la mayoría de los televidentes disfruta de GH.
Es un reality. Es un show. Es un juego. Pasa en una casa. Sus protagonistas son tipos comunes como nosotros. Muchos de ellos son muy distintos a nosotros. La historia transcurre en tiempo real. Con personajes secundarios. Y nos hace sentir o creer omnipotentes, con el control remoto en la mano.
En diálogo con “Río Negro”, Adriana se entusiasma al analizar este programa y, como buena estudiosa de la teoría de la comunicación y la información, tiene sus buenas razones y argumentos para compartir a la hora de ver y hablar de la tele.
“GH juega con dos pulsiones muy fuertes en el ser humano: la de exhibirse y la de mirar. Con un gran agregado: nos muestra lo diferente y parecido a nosotros mismos”. Esta es la clave del éxito para ella, que ha pensado y repensado esta saga tanto para “La Nación”, donde es colaboradora, como para minutouno.com –el sitio web de Chiche Gelblung–, “Control remoto” –su programa por radio Del Plata– y, ahora, para “Río Negro” .
“Es un programa en base a la vida de gente común, en una casa –cuestión que no es menor: todos vivimos en una casa, mal o bien–. En otros realities marcaban una gran distancia con nuestra cotidianeidad. ‘Expedición Robinson’ sucedía en una isla donde no estuvimos o no estaremos nunca; en ‘Pop Star’ buscaban a aquellos que quisieran ser una estrella pop y pocos tienen ese sueño; o ‘La Academia’, un símil de ‘Fama’, requería condiciones artísticas que buena parte de nosotros tampoco tenemos”.
“Acá son personas que tienen el deseo de convertirse en famosos pero todavía no son famosos, son iguales a nosotros. Ellos todavía no tienen los tics propios de las celebridades ya consagradas. Esto nos permite identificarnos con las historias de vida que ahí se cuentan, con las reacciones que tienen... De sus relatos aparecen también personajes secundarios, atractivos, que nos enganchan. No los vemos, pero existen a través de la versión de quien los cuenta, de una única voz. Cuando Nadia dice que sale con un tipo famoso al que ella denomina Rocky (porque no quiere decir su verdadero nombre para no comprometerlo públicamente) nos despierta la fantasía de especular quién es él, cómo la trata. O el hombre casado que sale con Jessica; el padre complicado de Mariela; la hermana melliza de Nadia; la barra de amigos de Damián; los alumnos a los que Silvina, ya expulsada, quería mantener alejados de su intimidad para no implicarlos en ‘nada raro’... Un universo de seres conocidos sólo por la voz ajena y subjetiva”, analiza Adriana.
Es decir, sigue, nos atrapa porque es un reality: tiene elementos de la realidad jugando ahí, en la televisión. Y así es un show. Además, como le dijo el sociólogo Luis Alberto Quevedo a ella en una reciente entrevista publicada en “La Nación”: “La tele no es una tecnología sino un discurso: construye lazos con los otros, con las demás personas”.
–¿Cómo se explica que siga siendo atractivo el programa cuando ya todo el mundo sabe, a través de tantas ediciones, cuáles son las reglas del juego?
–En el programa siempre está la posibilidad de que se produzca una grieta. Acá nadie es inocente, está claro: ni ellos ni nosotros, los espectadores. Los chicos ya van con todos sus trucos porque saben de qué se trata. Griselda se pone a bailar donde sabe que están con seguridad las cámaras para que los productores la vean; los otros negocian alianzas para no ser nominados; Silvina entra y empieza a besar a Pablo porque sabe que si despierta la fantasía de que puede haber una historia erótica la gente va a querer que se quede, aunque más no sea por puro morbo... Ahora bien: a medida que ellos hacen eso, nosotros tenemos más elementos para decodificar sus estrategias. Todo el mundo, ellos y nosotros, estamos avisados, sabemos los códigos. Pero como no son famosos no pueden sostener las 24 horas del día el personaje o la ficción que ellos crearon de sí mismos. No pueden estar alertas de las cámaras en todo momento. Es ahí entonces existe la posibilidad de que surja una grieta donde aparezca lo natural, lo que en realidad son ellos. Puede aparecer tras un enojo, una bronca, porque es de noche, porque extrañan... Tenemos la sensación de que algo puede suceder en cualquier momento y que no se sabe qué puede ser. Que el guión puede romperse... No me refiero a la cosa típica como una relación sexual sino a cuestiones menos pensadas o calculadas, como las emociones, las alegrías, un brote, algo de su infancia, de sus miedos... Es la mezcla de las historias verdaderas que ellos tienen y lo que armaron para este juego. Acá está el otro gran atractivo.
–La idea de decidir que “alguien se vaya de la casa” es seductora, ¿no?
–Totalmente. Cada vez hay más gente sola que no tiene quién la escuche ni quién la vea. Gente que tiene fobias y que no sale, entre otras tantas fobias que hoy se ven. Y estos chicos nos crean la fantasía de que a la hora a la que yo llegue a casa ellos estarán ahí, a mi disposición. Y que, cuando me canse de escucharlos, toco el control remoto y se callan –cuestión que en la vida real no sucede–. En este punto también está lo que repite Jorge Rial, eso de “vos decidís quién se queda y quién se va” de la casa. Esta idea de que yo votando, alguna vez en la vida en la Argentina de hoy, pueda decir que se vaya éste y se quede aquél es más que atractiva. Ahora nosotros, por una vez, vivimos la ilusión de estar cortando el bacalao.
–Hablemos de Diego, el ex presidiario. Es todo un tema él y los prejuicios más atávicos que despierta en la gente.
–Diego es el gran tema de esta edición de GH. Si Diego llega a la final va a haber un gran debate que trascienda el programa. Es mi candidato para que gane. Hay gente que interpreta que si gana él es ensalzar la delincuencia: “Total después vas a la tele y limpiás tus culpas”. Yo lo veo de otro modo: alguien que cometió un delito y pagó su condena debe quedar en igualdad de condiciones al resto de los que estamos en la sociedad. Para eso funciona el sistema penal. A mí me preocupa cuando Diego dice que sufrió tanto o más en estos tres años que lleva fuera de la cárcel que durante el encierro, porque no logra conseguir un trabajo como la gente (muchos me dirán: hay millones que están igual y no estuvieron en la cárcel ni le robaron a nadie). En un punto nos tenemos que poner de acuerdo: la pena termina el día en que se cumple con la sentencia judicial, para luego tener el derecho de volver a empezar, o nos convertimos en una fábrica de delincuentes. Si esto no está claro ni internalizado, la cuestión es gravísima. Creo que este chico buscó la vidriera de la tele para reivindicar su causa, la del que se quiere reinsertar en la sociedad.
–Y aquí es donde la tele aparece como mejorándose a sí misma, al redimir en la edición anterior a una prostituta y ahora, tal vez, a un ex convicto. “Lo que la sociedad civil no hace, la tele parece hacerlo” sería el mensaje, ¿no?
–Muchas veces la sociedad tiene una actitud hipócrita. Me pregunto: ¿cuánta de la gente que votó a Viviana como ganadora, en la edición anterior, estaría dispuesta a darle trabajo hoy sabiendo que ejerció la prostitución, a que cuide nuestros niños y se gane así la vida, a ser su amigo o amiga? Muy pocos. Sin embargo, puesta en la tele surge la “corrección política” de decir debo contribuir a que ella tenga una vida diferente. Por otro lado está la gran acción de la tele: es un reality y también un show. Y un show embellece todo. Con su luz ilumina hasta las partes más oscura o sórdida de una vida. Las luces de la tele hasta pueden llegar a diluir el pasado sórdido de Diego.
–Ser una celebridad: ésta es la meta de estos chicos. No buscan el éxito sino la fama.
–Hoy por hoy, la fama es el valor que se impone. Los héroes de antaño, por ejemplo, a los que estábamos acostumbrados a consumir o ensalzar, son algo del pasado, pareciera. A ellos se les pedía que cumplieran con una tarea. Tenían que tener conocimiento, ímpetu, coraje, hacer algo por los otros. Se jugaban por un ideal en pos del bienestar general. Ahora se buscan celebridades, que sólo necesitan mostrarse para existir. No hace falta que inventen algo, que sepan hacer otra cosa, que construyan algo... nada de nada... Sólo que aparezca en la tele. Hay tanto hartazgo de vivir en el anonimato –sobre todo en las grandes ciudades– que parece estar bueno que te reconozcan en la calle.
–La fama dura un instante... siempre pasa.
–Dura casi nada. Pero es intensa. En un minuto de tele pueden llegar a conocerme millones de personas. En cambio el prestigio del que hace algo o sabe algo suele hasta trascender la vida de su propio protagonista, pero no es una figura mediática, masiva. De estas cuestiones, profundas también, trata “Gran Hermano”. De ahí su éxito. De ahí que no sea un bodrio, una porquería o una basura.

HORACIO LARA
hlara@rionegro.com.ar

SOLO TELEVISION

Televisión y juego son dos palabras que en la edición 2007 de “Gran Hermano” se escuchan frecuentemente en los programas especiales y en lo debates. Ya no se lo presenta tanto como “la vida misma” que pretendía mostrarse en las primeras experiencias.
Es que todo cambió, quienes lo hacen ya saben qué es lo que tienen entre manos y quienes entraron a participar del reality no lo hicieron con la misma ingenuidad que los primeros.
Los espectadores son los que todavía parecen estar un poco más confundidos, dividiendo sus opiniones –muchas veces reflejadas en los foros de internet– en amores y odios hacia “buenos” y “malos”.
El televisor es, desde hace décadas, parte de la familia. Está ahí y pocas veces se analiza el contenido de lo que se ve en la pantalla. Los adelantos técnicos fueron modificando las formas y hoy muchas veces no hay casi diferencia entre un noticiero y un docu-drama de cualquier canal de cable. La ficción y la realidad se mezclan cada vez más y, en ese maridaje, los “realities” reinan.
Son sólo programas de televisión y, como todo medio audiovisual, están sesgados por lo que se muestra, lo que se ve y también cómo se ve. El programa cuenta con varias ediciones en vivo al día, las noches de expulsión y nominación, dos debates y especiales de fin de semana –uno de ellos, trasnoche en vivo–. En todos ellos se repite mucho el material y la misma situación se ve mañana, tarde y noche.
Aunque ésta no es la única forma de seguir a los habitantes de la casa. Hay cámaras que transmiten en “tiempo real” en internet y una emisión de 24 horas en el cable de Buenos Aires. Podrían servir para ver las diferencias entre el programa y lo que pasa minuto a minuto en la casa, pero sólo terminan siendo una referencia ya que las transmisiones se cortan constantemente o, desde la producción, se elige mostrar las charlas más intrascendentes –aunque generalmente las conversaciones de los participantes en sí no son interesantes– o una piscina vacía, cuando no el ojo vigilante.
Contrastar lo que se ve en los distintos medios con la salvedad de sus fallas, sirve para comprobar el trabajo de edición. Una conversación cortada entre dos de los participantes puede dejar mal parado a uno de ellos, aunque si se la ve completa la situación no resulta tan conflictiva. También se ve que las actitudes cotidianas de algunos no son tan buenas ni tan malas como se las pinta en las ediciones, las que están acompañadas de música elegida para remarcar las sensaciones que se quieren dirigir.
Es que para atrapar al público lo que funciona, sobre todo si se tiene en cuenta que el negocio está en las llamadas telefónicas, es dividir las aguas y esto es lo que se logra a través de un extenso equipo de producción, guionistas incluidos.
La vida misma que se prometía en un principio quedó en otro lado, esto es sólo un juego y televisión, sólo televisión.

SILVINA FERNANDEZ
sfernandez@rionegro.com.ar

SCHETTINI DIXIT

• Estamos hartos de ver ficción en la pantalla. Y no precisamente en las telenovelas, los unitarios o las miniseries. Lo que nos satura no son los personajes salidos de la imaginación de un guionista sino la enorme cantidad de personas de carne y hueso que aparecen en la tele sin prevenirnos sobre sus verdaderas intenciones: no somos actores (somos políticos, funcionarios, abogados, jueces) pero queremos actuar, queremos venderte un discurso falso con el gesto imperturbable de los buenos jugadores de truco.
• Estamos agobiados por las operaciones de prensa, los chivos expiatorios, la verdad cincelada por el martillo de la demagogia, cortada por las tijeras de la corrección política. En ese marco, nos abalanzamos gustosos sobre un formato que nos propone jugar con la realidad, con gente común, con aspirantes a famosos pero libres aún de los tics del show business.
• Nos encandila la ilusión de que la TV con sus luces, sus editores de historias, su conductor, sus decorados y sus micrófonos pueda convertir en telenovela los días y las noches de gente como uno. Nos asombra ver que hechos intrascendentes como cocinar, lavar, tomar sol, bañarse o chusmear un rato se vuelvan atractivos hasta la hipnosis si se los pasa por el tamiz de la magia de la tele.
• Según el filósofo francés Gilles Lipovetsky: “La televisión es un instrumento de apertura porque me habla en directo y de un modo simple de aquello que no conozco: de los homosexuales, de los negros en Africa, de las prostitutas, del sida… y lo hace entrar en mi universo. Consciente o inconscientemente me siento obligado a compararme con eso que no conozco y que la televisión me muestra y la razón humana comienza con la comparación”. Pues bien, “Gran Hermano” me habla de lo que desconozco: cómo es ser una madre soltera como Griselda; qué se siente después de haber estado preso durante cinco años como estuvo Diego; con qué sueña una chica como Nadia, que se fue de la casa materna en plena adolescencia porque no se sintió querida; cómo se conserva la alegría cuando uno llegó al mundo como Jessica (Osito): “Mi papá violó a mi mamá y nací yo”, explicó.
• “Para mí, está jugando”: eso dicen los chicos de “Gran Hermano” en tono de reproche, cuando sospechan que un participante está llevando agua para su molino. Yo les plagié la frase en estos días, cuando los noticieros anunciaron el índice oficial de inflación y tuve la pésima idea de compararlo con la verdad de mi bolsillo. “Para mí, están jugando”, me indigné entonces. Y a falta de un confesionario donde llorarle mis penas a algún Gran Hermano, cambié de canal y me dediqué a ver cómo seguían jugando los chicos dentro de la casa, donde no le hacen mal a nadie.

(Escrito para minutouno.com)

GRAN HERMANO MUNDIAL

La atracción de “Gran Hermano” es un fenómeno mundial. El programa ya se ha emitido en unos 70 países con un formato básico que fue modificándose.
Argentina no es el único país en donde se lo puede ver hoy en día. Con distintos condimentos se están desarrollando las séptimas ediciones del programa en Alemania, Brasil e Italia (“Grande Fratello”).
Alemania mantiene su formato, aunque la fastuosa casa germana marca diferencias con las latinoamericanas.
En Brasil se incorporó la figura del líder, que tiene sus privilegios especiales con una habitación en la que hay hasta un jacuzzi.
Hay tres habitaciones más que van perdiendo comodidades.
En Italia están los participantes que lo tienen todo y los “perdedores” que deben vivir en un colectivo destartalado, en medio del frío y con poca comida, hasta ser expulsados directamente por un “tubo”. (S.F.)

CAMBIOS PARA MANTENER LA AUDIENCIA

El formato básico de “Gran Hermano” plantea la interacción de los participantes –entre 12 y 18– dentro de una casa y aislados de todo. Entre ellos nominan a quienes desean eliminar del juego, aunque la decisión final la tiene el público son sus votos. Con el paso del tiempo y la ediciones para seguir atrayendo a los televidentes, en algunos países se fueron haciendo modificaciones.
Estados Unidos fue el primer país en utilizar la figura del líder –ahora puesta en marcha en la edición brasileña–. Este tiene el poder de veto, fundamental ya que los norteamericanos no eligen a los eliminados mediante el voto de la gente sino que son los propios participantes los deciden quién se va. En otros países –como en Italia– la casa se dividió en sectores para pobres y para ricos. Grecia sumó a la familia y, en su última edición, los concursantes ingresaban con sus madres. Una idea que no resultó atractiva para nadie y, en medio de su cuarta edición, volvieron al formato original
Francia y Canadá prefirieron apostar al amor y armaron un grupo de solteros que viven juntos hasta formar parejas. A estas innovaciones se agregan desprendimientos de “Gran Hermano”, como las versiones para adolescentes británicas y los GH Vip, en los que participan figuras reconocidas de cada país.
La que más revuelo provocó fue la que tuvo como ganadora en enero pasado a Shilpa Shetty, quien sufrió un ataque racista por parte de la ex miss Gran Bretaña, Danielle Lloyd, quien dijo que la actriz india “quiere ser blanca” y “es una perra”, entre otros insultos, ante un público de millones de telespectadores. Sus palabras no quedaron en el aire. Más de 10.000 quejas por “agresión racista” llegaron a la oficina de control de Channel 4 que emitía el programa, además de provocar un incidente diplomático en el que tuvo que pedir disculpas hasta el primer ministro, Tony Blair. (S.F.)

EL PRIMER HERMANO

“Gran Hermano” se ha convertido en un fenómeno televisivo mundial, desde que en el año 2000 comenzó a rodar por el mundo con sus múltiples y polémicas versiones. Pero la idea del alemán John De Mol, que alteró las bases de la tevé, no apareció de la nada. La terrible sensación de ser espiado las 24 horas del día está “inspirada” en la famosa novela de George Orwell, “1984”, que fue la que le prestó el título al programa de televisión.
Fue en 1948 cuando Orwell imaginó un Estado totalitario que vigilaba a sus habitantes y los controlaba hasta en el pensamiento y los sentimientos. Hay quienes sugieren que el famoso “Gran hermano” que todo lo controlaba, con sus grandes bigotes, estaba inspirado en Stalin, pero Thomas Pynchon, en el prólogo de la edición que se publicó en 2003, tiene otra mirada sobre esta novela que se convirtió en una de las obras cumbres de la trilogía de las antiutopías del siglo XX, junto “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, y “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury.
Dice Pynchon: “Existe una fotografía, hecha en Islington hacia 1946, de Orwell y su hijo adoptado, Richard Horatio Blair. El niño, que debía de tener entonces unos dos años, sonríe con un placer infinito. Orwell lo sujeta suavemente con ambas manos y también sonríe, satisfecho, pero no con suficiencia; es más complejo, como si hubiera descubierto algo que quizá valiera más que la indignación. Su cabeza ligeramente inclinada, los ojos con una mirada precavida que puede evocar en los aficionados al cine a un personaje de Robert Duvall, de esos que tienen una historia pasada en la que han visto más cosas de las que querían. Winston Smith ‘creía haber nacido en 1944 o 1945’. Richard Blair nació el 14 de mayo de 1944. No es difícil imaginar que Orwell, en 1984, estaba imaginando un futuro para la generación de su hijo, no el mundo que deseaba para ellos sino un mundo contra el que quería prevenirlos. Lo impacientaban las predicciones de lo inevitable. En cualquier caso, volvamos a la sonrisa del chico, directa y radiante, nacida de una fe inamovible en que el mundo, en última instancia, es bueno y en que siempre se puede contar con la decencia humana, como con el amor paterno; una fe tan honorable que casi podemos imaginar a Orwell –e incluso a nosotros mismos–, al menos durante un instante, jurando hacer lo que sea para impedir que esa fe sea traicionada”. (V.B.)

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
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