De ninguna manera como en estos tiempos el primer día de cada año, antiguamente y en la Patagonia, tuvo la trascendencia –en términos generales– que hoy se le adjudica. Los tiempos han cambiado dicen... y a lo mejor es verdad, aunque ricos y pobres, antes y ahora, miraban ese día tan especial en el calendario, desde su estructura social y encaje en algunos pueblos del mundo, cada uno con sus tradiciones y formas de celebrarlo, acopiaban historias, buenos deseos, saludos y, por supuesto, comidas y bebidas, salvo expresiones humanas en recoletos lugares. Entre ellos los pueblos cristianos, algunos arrastrando el jolgorio navideño que olvidaba –y olvida– el humilde y más que humilde nacimiento de Jesucristo, hoy casi nada tomado como ejemplo por sus creyentes.
El cambio tecnológico, por ejemplo (comunicaciones, prensa, transporte, alimentos, enseñanza, vestimenta, medicina, etc.), se ha acentuado en los últimos cincuenta años y no asombra que casi semanalmente el ser humano introduzca alguna novedad que lo comprometa con algún cambio o adaptación. También fue un cambio hace varios decenios, viajar en coche ferroviario (wagon) –primera o segunda– del Ferro Carril Sur entre Bahía Blanca y Carmen de Patagones, servicio que una vez habilitado totalmente dejó recuerdo de la galera de Mora y vaporcitos que tenían precario amarradero en el río Negro, en la orilla maragata, frente a Viedma. Sin duda fue un cambio que urgieron ambas comunidades.
La empresa inglesa del Ferro Carril de Buenos Aires al Pacífico rescató la concesión Shaw y contrató la construcción del tramo Bahía Blanca-Patagones, pero tuvo dificultades y abandonó los trabajos en Stroeder, los que serían continuados por la similar inglesa Ferro Carril Sur. Aquellos rieles se iniciaron en junio de 1910 (empalme Bordeu-Bahía Blanca). Desde Aguará se transportaba carne para el frigorífico Sansinena, como otro negocio británico y contra lo creíble el uno de enero de 1912 se inauguró el tramo que llegaba hasta la margen norte del Colorado: Fortín Mercedes, kilómetro 102. Tres trenes por semana, entre ambos puntos, comenzaban a mostrarse como realidad para el transporte de pasajeros y carga.
Pareciera que los ferroviarios ingleses hubieran tenido especial disposición para las inauguraciones de rieles y locomotoras –británicos por supuesto– en ese día especial, ya que el 1 de enero de 1921 la empresa del Ferro Carril Sur se hizo cargo de la obra que abandonara en Stroeder la similar de Buenos Aires al Pacífico, haciendo correr tres días después el primer tren desde Bahía Blanca a dicha localidad del sur bonaerense y que culminaría la construcción tres meses antes del término contractual escuchándose en Carmen de Patagones el pito de “La Maragata” en noviembre de aquel año.
Hay otro primer día del año no muy conocido que tuvo como principal protagonista al entonces alférez de fragata José María Sobral. Fue el único argentino que formó parte de la expedición sueca de Otto Gustavo Nordenskjöld con el velero Antarctic a cargo del capitán Carl Anton Larsen, cuyo destino era la Antártida en misión científica. El joven marino Sobral fue destinado por la Marina Argentina para acompañar a los suecos con precisas instrucciones: “Tomará parte en todas las observaciones magnéticas, meteorológicas y oceanográficas que lleva a cabo dicha expedición y formará parte de toda expedición o comisión de detalle que se destaque con cualquier fin”, le comunicaba el ministro de Marina Onofre Betbeder en nota de diciembre de 1901.
Fue una expedición riesgosa y difícil y, como es sabido, el “Antarctic” quedó aprisionado entre los hielos y se hundió. Llegados al continente blanco levantaron campamento en Snow Hill; desarrollando tareas que se habían propuesto concretaron varias expediciones por los alrededores. Pasando dos inviernos y ante la demora en el regreso y falta de noticias, el gobierno resolvió enviar la “Uruguay” para rescatarlos, lo que se logró.
Pero lo que nos interesa recordar resumidamente son algunos aspectos vividos al final de aquel 1902 en la Antártida. Perros y trineos formaban parte del equipo, además del instrumental técnico. En octubre, 20° a 25° bajo cero. Continuas tormentas, “debiendo pasar gran parte del tiempo en los sacos de dormir” y “las comidas estaban basadas principalmente en Pemmican, que se hervía formando una sopa gomosa, además de café, pasteles de carne, manteca y azúcar. Los perros tenían una ración de medio kilo de Pemmican, que resultaba insuficiente”.
El 21 de diciembre de 1902 recordaron el año de la salida del “Antarctic” de Buenos Aires y el 25 de diciembre celebraron la Navidad. “El 30 de diciembre, Sobral descubrió cerca de la estación una foca cangrejera de color blancuzco crema” y el 31, durante la cena y en espera del primer día de 1903, no pudieron hacer estallar los cohetes por estar húmedos. El “Antarctic” no regresaba y crecía la preocupación por sus tripulantes más la posibilidad de pasar otro invierno entre los hielos –como así ocurrió– y, “en la casa de Snow Hill, con vientos del norte bastante fresco, con la incertidumbre en los corazones, terminó el año 1902 y comenzó el 1903 con la rutina de siempre”. Fue el uno de enero de 1903 en la Antártida y el marino José María Sobral lo recordó en su diario.
Bibliografía principal y fuentes: Destéfani, L.H. El Alférez, 1979. Historia M. Argentina, varios, 1982. Coleman, E.H. Mi vida, 1949. Pérez Morando, H. Año nuevo, RN, 1997. Primero de enero, RN, 1999. Recordando, RN, 2001 y En la Patagonia, RN, 2002. Rögind, W. Historia, 1937. Fitte, E.J. El descubrimiento, 1962. Capdevila, R. y Comerci, S.M. Historia, 1986. Biblioteca Patagónica, archivo diario Río Negro y otros.
HECTOR PEREZ MORANDO
Periodista. Investigador