BUSCAR       RIO NEGRO    WEB     
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
  podio
RURAL
DEBATES
GUIA OCIO
eH! HOGAR
Espectáculos
ECONOMICO
CULTURAL
ENERGIA
 
Sábado 18 de Noviembre de 2006
 
 
 
>>EDiciones ANTERIORES
   
  HISTORIA BAJO CERO
  Malos entendidos
Según el diccionario, una de las acepciones de "entender" es: "Tener una idea clara de las cosas, comprenderlas".
 
 

Click para ampliar

Según el diccionario, una de las acepciones de "entender" es: "Tener una idea clara de las cosas, comprenderlas". Cuando esto no sucede, se producen los "malos entendidos". Relataré algunos que me han sucedido, durante mi actuación como director de escuelas primarias en la provincia de Río Negro.

Este sucedió en la Escuela Nº l04 de Clemente Onelli. El 9 de octubre de 1958, falleció el papa Pío XII. A las diez de la mañana, estábamos dando clase, se presentó un agente de policía para informarme que habían recibido en la radio de la comisaría, un mensaje que indicaba que se debían suspender las actividades por haberse declarado duelo nacional. Les hice conocer la novedad a los alumnos, diciéndoles que se suspendían las clases porque había muerto el papa, Pío XII. Que había sido decretado duelo nacional y que la bandera iba permanecer a media asta durante tres días, como es de rigor para estos casos. Todos los alumnos se retiraron a sus domicilios. Habría transcurrido una hora aproximadamente, un vecino se presentó en la escuela, con el sombrero sostenido con sus dos manos, se me acercó y, extendiéndome una, me dijo: "Lo acompaño en el sentimiento, mi hijo me dijo que no había clases, porque falleció su papá". Le expliqué lo que realmente había sucedido. Le agradecí su atención, expresándole que mi padre, gracias de Dios, todavía estaba vivo.

Otro sucedió en la misma localidad. Durante un tiempo estuve a cargo de la Estafeta Postal del Correo de la Nación, donde se recibía y se entregaba la correspondencia. A veces no era fácil interpretar los escritos en los sobres pero, como conocía a todos los pobladores, las cartas llegaban a su destino. Lo que pasó con una carta enviada desde Osorno (Chile) fue un caso excepcional. El sobre estaba escrito de la siguiente manera, en la parte de arriba decía: Clemente Onelli, con letra más o menos clara, debajo Doralisa y más abajo Cuba, estas dos palabras no estaban muy claramente escritas. Cuando recibí el sobre, me llamó la atención un sello estampado en su reverso, del Correo de La Habana, Cuba. La carta había viajado al país caribeño y después de tres meses, llegó a destino. Lo que se intentó colocar en el sobre era lo siguiente: Srta. Doralisa Cuevas, Clemente Onelli (Río Negro), Argentina. A pesar de todo la carta llegó a destino, pero repito, con tres meses de atraso.

Estando al frente de la Escuela Nº 68 de Clmte. Martín Guerrico, como lo hacía habitualmente, extendí un certificado de asistencia, que eran requeridos para cobrar el salario por escolaridad. El certificado decía que (aquí figuraba el nombre del niño) es alumno regular... etc. El padre se presentó en la dirección , reprochándome por haberle colocado a su hijo "alumno regular" cuando tenía entendido que su hijo era un buen alumno. Después de las explicaciones del caso, se retiró, confieso, no muy convencido.

En la misma escuela y por el mismo motivo del anterior, se presentó un padre para requerir dos certificados para sus hijas. Mientras confeccionaba los documentos, me dijo: Ud. maestro sí que la pasa bien, todo el día descansando, sentado, con buena calefacción... Le dije que no estaba descansando, sino haciendo mi trabajo. Eso que Ud. hace no es trabajo, lo que yo realizo sí, y me enumeró todas las tareas que realizaba como peón rural. Traté de explicarle que las dos cosas eran trabajo. Que el suyo requería esfuerzo físico, en cambio el mío esfuerzo mental. Después de recibir sus certificados se retiró, no muy convencido, como el caso anterior.

Pasó un tiempo. En una apacible tarde de primavera, un domingo, estaba removiendo la tierra de unos canteros en el patio de la escuela, que dan a la calle, pasó el señor de los certificados y, después de saludarme, me dijo: "Ahora sí que está trabajando". "No", le respondí. "Ahora estoy descansando".

Por último, esto lo cuenta Nicasio Soria, fallecido hace unos años, en su inigualable libro "Bueyes perdidos". Decía, en un capítulo, "Los maestros solitarios", algo que podría haber creado un serio "mal entendido", en caso de haber recibido la escuela la visita de un inspector: "La deserción escolar, uno de los factores negativos que afectan a la escuela rural, era, para un director, una verdadera obsesión. Cuando no era por la esquila, era por la señalada; la cuestión, que los alumnos no concurrían a clase. Harto de la situación, un buen día clausuró por su cuenta la escuela y colocó en el frente un letrero que decía: 'Cerrado por parición'".

 

ABEL SANDRO MANCA

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006