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Sábado 11 de Noviembre de 2006
 
 
 
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  Dos películas bajo el signo de Capote
Se estrenó en Estados Unidos “Infamous”, un filme que, al igual que
“Capote”, relata parte de la vida del famoso escritor
 
 

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Va de nuevo. Una nueva película retrata la vida de Truman Capote. “Infamous” retrata la vida del escritor mientras éste escribía su obra más famosa: “A sangre fría”. Lo curioso del asunto es que hace un año se estrenó “Capote”, con una trama muy similar.
“Capote” representa un listón difícil de alcanzar. Cosechó cinco nominaciones al Oscar (entre ellas la de mejor película, y un premio para Philip Seymour Hoffman como mejor actor). En lo comercial, no decepcionó tampoco. Llegó a ganar más de 28 millones de dólares.
Por ahora a “Infamous”, las cosas no le están saliendo del todo bien. En su primer fin de semana, el filme recaudó más de 40.000 dólares. Sin embargo habrá que esperar.
Los ejecutivos de Warner se han enfrentado al desafío de incitar a los espectadores a ver una película con un tema que fue tratado recientemente. Por un lado han aprovechado el éxito de “Capote” y, por el otro, no han dejado de marcar las diferencias entre una y otra producción.
“No tenía sentido tratar de minimizar ‘Capote’, señaló Laura C. Kim, de la división de marketing de Warner Independent. “No queríamos alentar una competencia. Tenemos que admitir y entender la presencia de ‘Capote’, pero lo que hacemos es promocionar lo que tenemos.” Es por eso que los avisos hacen un guiño a “Capote” y le dicen al público: “La historia es más que lo que usted ya sabe”.
“Hay que superar el factor: ‘Creo que ya vi esa película’”, dice Steven Friedlander, vicepresidente de distribución de Warner Independent. “Si al público le gustó ‘Capote’, hay que aprovechar la curiosidad. ¿Qué tiene de diferente ésta? ¿Por qué la hicieron?”.
Hay diversas diferencias entre las dos, aseguran los ejecutivos y los protagonistas. El comercial televisivo de “Infamous” revela escenas que destacan las diferencias más evidentes entre ambas películas. “Infamous” aborda de manera más directa la homosexualidad de Capote y explora su relación con el asesino Perry Smith, uno de los principales personajes de “A sangre fría”. El comercial presenta una escena en la que Capote y el actor que interpreta a Smith, Daniel Craig (el nuevo James Bond), se acercan y se disponen a besarse.
Los avisos también destacan la presencia de actores como Gwyneth Paltrow, Sigourney Weaver, Sandra Bullock e Isabella Rossellini. Toda una colección de estrellas.
Bullock dijo a la NBC: “Dos grandes escritores y directores se sintieron cautivados por un mismo tema desde perspectivas diferentes. Habría sido una pena que no se hubieran hecho las dos películas”.
Tomando en cuenta cómo funcionó comercialmente “Capote”, Warner prefirió obviar el típico estreno reducido en Nueva York y Los Angeles y presentar la película en las ciudades donde a “Capote” le había ido bien. “Infamous” se estrenó en lugares como Louisville (Kentucky), Columbus (Ohio) y Sacramento (California), que de otra forma no habrían visto el filme durante su primera semana.
Ahora que se completó el proceso que llevó al estreno de la película, los ejecutivos de Warner Independent se dedicarán al desarrollo de una estrategia para el estreno de “Infamous” en video, terreno en el que deberá hacer frente a los mismos problemas derivados del cansancio en relación con Truman Capote (el DVD de “Capote” ya salió a la venta).
El rodaje y la producción de las dos películas se realizaron aproximadamente en el mismo período y ambas estuvieron terminadas con apenas meses de diferencia. “Capote” se terminó primero y el estudio Sony Classics la estrenó en octubre del año pasado. Warner Independent pudo haber estrenado “Infamous” poco tiempo después, pero decidió esperar casi un año para darle un respiro al público.

Como abrir puertas cerradas

CLAUDIO ANDRADE
candrade@rionegro.com.ar

A pesar de que Truman Capote siempre fue un hombre público y notorio, algunas aspectos de su personalidad como periodista se mantenían hasta hoy en las sombras. Las dos películas que llevan su signo –“Capote”, estrenada hace un año y “Infamous”, estrenada recientemente en Estados Unidos– muestran no sólo las facetas más conocidas del escritor sino también su particular manera de encarar su trabajo de investigación periodística. En definitiva, dan cuenta de sus modos, sus gestos, su exquisito y singular repertorio estilístico que venía integrado a su figura.
Aunque Capote siempre se negó a formar parte del club de los nuevos periodistas, tal como los sindicó Tom Wolfe, su trabajo de reconstrucción de los hechos, que concluyó en su novela de no ficción “A sangre fría”, representa una clase magistral de técnicas de acercamiento al núcleo de la información. Existe algo casi anecdótico en el hecho de descubrir cómo un anfitrión histriónico y selecto de Nueva York consigue colarse en los pasillos, los hogares y las calles de un típica comunidad del interior norteamericano.
A pesar de sus ropas caras, de su marcado acento, de lo afectado de su voz, de su presencia llamativa en general, Capote logra una total compenetración con el espacio y el tiempo al cual se ha trasladado. Lo entiende. Lo asume. Lo retrata. Sus artículos periodísticos reunidos en “Música para camaleones” ya evidenciaban las dotes de Truman como relacionador público. El escritor no dudaba en hacer obsequios, establecer juegos cómplices o revelar detalles sórdidos de su propia vida, con tal de abrir las puertas tras las cuales permanecía a resguardo el ingrediente que haría de un reportaje para “The New Yorker” una obra maestra: la intimidad de víctimas y asesinos.
Había algo en Capote, una especie de demonio disfrazado de ángel, que cautivaba a las personas que se atravesaban en su camino. “Todo periodista que no sea tan estúpido o arrogante como para ignorar cómo son las cosas, sabe que su tarea es moralmente indefendible”, escribió Janet Malcolm en su libro “El periodista y el asesino”, una línea constantemente citada por el guionista de “Capote”, Dan Futterman.
Del mismo modo en que penetró en la cocina del policía a cargo del caso (cuya esposa era admiradora del autor de “Desayuno en Tiffany’s”), a través de una sutil pero indestructible determinación, Capote se ganó la confianza de Perry Smith, uno de los asesinos de los Clutter.
Sin embargo, este último vínculo sería nocivo para el escritor. Capote compartió años de conversaciones, telegramas y cartas con Smith hasta que finalmente, y luego de una ausencia tortuosa durante la cual Capote esperaba que ahorcaran a los personajes de su novela, asistió a su ejecución.
“Nadie sabrá nunca lo que ‘A sangre fría’ se llevó de mí”, dijo en más de una oportunidad Truman Capote. Basta presenciar su declive artístico y personal, para aceptar que Capote no volvió a ser el mismo después de escribir “A sangre fría”. La misma obra que marcó el punto más alto de su carrera, anticipó su triste ocaso.

Entrevista con Truman Capote: “Soy un apasionado
de los periódicos”

PATI HILL (*)

–¿Han sido escritos sus mejores cuentos o libros en momentos relativamente tranquilos de su vida o trabaja usted mejor debido a la tensión emocional o a despecho de ella?
–Tengo la ligera sospecha de que no he vivido un solo momento de tranquilidad, a menos que cuente el que produce un nembutal ocasional. Aunque, ahora que pienso en ello, pasé dos años en una casa muy romántica en lo alto de una montaña en Sicilia, y supongo que ese período podría considerarse tranquilo. Fue tranquilo, Dios lo sabe. Allí escribí “El arpa de hierba”. Pero debo decir que un poco de tensión, como la que se deriva del empeño de acabar un trabajo dentro de un plazo dado, me viene bien.
–¿Lee usted mucho?
–Demasiado. Y cualquier cosa, incluidas las etiquetas, las recetas de cocina y los anuncios. Soy un apasionado de los periódicos: leo todos los diarios de Nueva York todos los días y, además, las ediciones dominicales y varias revista extranjeras. Las que no compro las leo de pie en los puestos de revistas. Leo un promedio de cinco libros a la semana: una novela de extensión normal me lleva unas dos horas. Disfruto las novelas de misterio y me gustaría escribir una algún día. Aunque prefiero las buenas novelas, durante los últimos años mis lecturas parecen haberse concentrado en las cartas, los diarios y las biografías. No me molesta leer mientras estoy escribiendo, es decir, que no me sucede que mi pluma empiece a escribir de repente con el estilo de otro escritor. Aunque una vez, durante un prolongado período de lectura de James, mis propias oraciones se hicieron terriblemente largas.
–¿Podría usted mencionar algunos de sus hábitos de trabajo? ¿Usa usted un escritorio? ¿Escribe a máquina?
–Soy un autor completamente horizontal. No puedo pensar a menos que esté acostado, ya sea en la cama o en un diván y con un cigarrillo y café a la mano. Tengo que estar chupando y sorbiendo. A medida que avanza la tarde, cambio de café a té de menta y de jerez a martinis. No, no uso máquina de escribir. No al comienzo. Escribo mi primera versión a mano (con lápiz). Después hago una revisión completa, también a mano. Esencialmente, me considero un estilista, y los estilistas son notoriamente proclives a dejarse obsesionar por la colocación de una coma y por el peso de un punto y coma. Las obsesiones de este tipo, y el tiempo que me quitan, me irritan hasta lo indecible. (...) Entonces mecanografío un tercer borrador en papel amarillo, un tipo muy especial de papel amarillo, ¿sabe usted? No, no salgo de la cama para hacer esto último. Mantengo la máquina sobre mis rodillas. Ah, sí, lo hago muy bien: escribo cien palabras por minuto. Bueno, cuando el borrador en papel amarillo está listo, guardo el manuscrito durante algún tiempo, una semana, un mes, a veces más. Cuando vuelvo a sacarlo, lo leo tan fríamente como sea posible, después se lo leo a uno o dos amigos y decido qué cambios quiero hacerle y si deseo publicarlo o no. He echado a la basura unos cuantos cuentos, una novela entera y la mitad de otra. Pero si todo marcha bien, mecanografío la versión definitiva en papel blanco y ahí acaba todo.
–¿Está el libro completamente organizado en su cabeza antes de que usted lo comience o se desarrolla sorprendiéndolo a usted mismo a medida que lo escribe?
–Las dos cosas. Yo tengo invariablemente la ilusión de que todo el desarrollo de un relato, su comienzo, su parte intermedia y su término, ocurren de manera simultánea en mi mente, como si lo viera en un solo relámpago. Pero en la elaboración y la redacción se producen sorpresas infinitas. Gracias a Dios que es así, porque la sorpresa, el sesgo repentino, la frase que se presenta en el momento preciso sin que se sepa de dónde viene, son el dividendo inesperado, el jubiloso empujoncito que mantiene activo a un escritor. Hubo una época en que yo usaba un cuaderno de apuntes en el que hacía esquemas de cuentos. Pero descubrí que eso marchitaba de algún modo la idea en mi imaginación. Si la idea es lo suficientemente buena, si de veras le pertenece a uno, entonces no se puede olvidar: lo acosará a uno hasta que la escriba.
–¿Qué porción de su obra es autobiográfica?
–Una porción muy reducida, en realidad. Una parte pequeña es sugerida por incidentes y personajes reales, aunque todo lo que un escritor escribe es en cierto sentido autobiográfico. “El arpa de pasto” es lo único que he escrito tomándolo de la realidad y, natu- ralmente, todo el mundo pensó que era inventado y se imaginó que “Otras voces, otros ámbitos” era una obra autobiográfica.
–¿Tiene usted algunas ideas o proyectos definidos para el futuro?
–(Meditabundo ) Bueno, sí, creo que sí. Siempre he escrito lo que era más fácil para mí hasta ahora. Quiero intentar algo distinto, una especie de extravagancia controlada. Quiero usar más mi mente, usar muchos colores. Hemingway dijo una vez que cualquiera puede escribir una novela en primera persona. Yo sé exactamente lo que él quería decir.

(*) Fragmento de entrevista publicada en “The Paris Review”, 1957.

Diálogo entre el guionista de “Capote”, Dan Futterman,
y su director, Bennett Miller:  Predestinado a la tragedia

sta es una de esas conversaciones a las que el espectador no suele tener acceso. Vaya uno a saber por qué. Lo cierto es que son las estrellas quienes por lo general tienen la palabra. Reproducimos aquí un particular encuentro entre el guionista de la premiada “Capote”, Dan Futterman, y su director, Bennett Miller.
BENNETT MILLER: Me alegro de que nos hayan propuesto hacer esto, me gusta recordar y hay cosas de las que no hemos hablado nunca, como por qué se te ocurrió escribir el guión de la película “Capote”. ¿Fue en un momento de epifanía?
DAN FUTTERMAN: Ha sido un proceso lento. Me interesaba el tema: la cuestión de en qué medida un escritor se debe a un tema. Un tema al que dedica su vida y en el que él deposita toda su confianza. ¿Has leído “El periodista y el asesino”, de Janet Malcom?
BM: No.
DF: Se parece mucho. Joe McGinniss estaba escribiendo sobre Jeffrey MacDonald, un asesino convicto, MacDonald pensó que eran amigos y que el libro serviría para exonerarlo. Mientras tanto, McGinniss estaba escribiendo una auténtica crítica feroz. MacDonald lo demandó y ganó. Cuando leí “A sangre fría” por segunda vez, a los treinta y pocos, pensé que el tema era muy parecido y que seguramente ésta era la primera vez que se trataba –al menos que yo supiera– y que Capote, que era el personaje más interesante con diferencia del libro, no estaba ahí. Entonces leí “Capote”, de Gary Clarke, y a partir de ahí y durante unos cuatro años me dediqué a escribir el guión, sin antes enseñarte el tratamiento.
BM: ¿Tanto tiempo te llevó?
DF: Al menos tres. Anya (Epstein, la mujer de Futterman) al final me dijo que sólo tenía que escribir el tratamiento, que escribir escenas al azar era absurdo y que no me llevaría a nada. Creo que en ese momento se convirtió en un reto para mí intentar escribir el argumento de la relación de cinco años entre Truman Capote y Perry Smith. Y Anya me iluminó el camino para que pudiera conseguirlo.
BM: ¿Pero qué despertó tu interés por el tema?
DF: Sé lo que despertaba mi curiosidad, y sigue haciéndolo, y es que una persona pueda tener dos motivos totalmente opuestos para hacer algo o para tratar a una persona de un modo concreto, como Truman hizo con Perry. Necesitaba claramente a Perry para que lo ayudara a satisfacer su ambición de escribir algo innovador, que hiciera historia. Y Capote, a su complicadísimo estilo, quería a Perry. Es una bomba de relojería y un tema intrigante para una película.
BM: Entonces, ¿ésa fue la esencia de la historia para ti?
DF: Sí. El hecho de que fuera sobre Truman Capote fue prácticamente casual. Claro que luego se convirtió en una importante baza porque Capote es interesantísimo por innumerables razones.
BM: En eso estoy totalmente de acuerdo.
DF: ¿Qué despertó tu interés?, porque al principio no estabas seguro de querer participar en el proyecto.
BM: Mis dudas sobre participar en el proyecto tenían que ver con las dificultades de hacer la película. Me echaba para atrás las dimensiones de la trama. Es una gran historia y está maravillosamente escrita, pero pensé que las exigencias de la narración hacían peligrar la película. Lo que hace que esta historia sea fascinante para llevarla a la gran pantalla es que “Capote” trata de un hombre cuyos sentimientos permanecen tácitos a lo largo de la película. Está solo. A pesar de ser un personaje público tan tremendo, sus sentimientos más intrínsecos, que es de lo que realmente va la película, son privados. En la superficie vemos la elaborada historia de un escritor que hacía todo lo que estaba de su mano para completar su obra maestra, pero nadie ,y en cierta medida ni siquiera él, entiende el rumbo que está tomando su vida y por lo que está pasando. Claro que cuanto más lo pensaba, más me atraía la idea. Lo que Truman no decía era tan interesante como lo que decía. El guión era muy rico. Estaba escrito con una contención tan grande y esa contención hacía posible que la película se centrara en lo tácito. Lo que salía a relucir era un cine con una prosa austera.
DF: ¿En qué sentido?
BM: Con el estilo se pretendía sensibilizar. Con el diseño, la forma de rodar, el montaje y la música se pretendía subrayar y magnificar los aspectos más sutiles del trasfondo de la historia, estudiar las interpretaciones. Phil era el responsable de acercarnos al declive interno de Truman, de lograr hacernos ver las distintas capas y complejidades que el guión sabiamente se abstiene de explicar. El estilo de la película puso a Phil bajo la lente de un microscopio, pero la pelota estaba en su tejado. Tenía que lanzarse al vacío.
DF: Sí, sí. Me gustaría decir algo sobre la contención. Puede que sea más involuntaria que intencionada. A mí personalmente me cuesta mucho decir lo que realmente quiero decir a veces, ser totalmente explícito, así que simplemente doy por hecho que a otra gente también le ocurre lo mismo. Eso otro que has dicho de que Capote está solo la mayor parte de la película es muy interesante y a veces ni siquiera se me ocurrió. Es eso lo que le permite comportarse de forma totalmente innoble. Nadie puede reprobarle su comportamiento. Las pocas veces que Jack o Nelle, sobre todo Nelle, le comentan algo de su forma de comportarse con Perry son las pocas veces que Capote tiene la oportunidad de rectificar y tratar a Perry con más piedad. Y luego, al final, Capote le dice a Nelle, una vez que han ahorcado a Perry, que no pudo hacer nada para salvarlos, a lo que Nelle le responde: “Tal vez no, el caso es que tampoco quisiste”. De eso va la película para mí, de la pureza de intención.
BM: Creo que Truman era un hombre de impresionante talento y admirables intenciones, pero estaba predestinado a destruirse por un defecto trágico.
DF: ¿A qué te refieres con un defecto trágico?
BM: A la avaricia. Pero no la típica avaricia. Lo que él perseguía no era tan depravado como el deseo de dinero, poder o incluso fama –y era un artista–. Yo creo que el tenía un deseo irrefrenable de ser reconocido, elogiado, igual que Perry. Era tan grande su afán que estaba dispuesto a todo por conseguirlo.
DF: Sí.
BM: Su deseo le nubló el entendimiento hasta el punto de que no reparó en el peligro que corría. Más tarde iba a confesar que jamás se recuperó de la experiencia de escribir el libro. Lo que me gusta sobre la forma en la que se desarrolla la historia es que él empieza a entender lo que ha pasado después de que Perry le informa de que sus plegarias van a ser atendidas, de que han desestimado la última apelación. Pero antes del golpe de gracia, todo empieza a desmoronarse. Truman no se atreve a verlos, pero lo hace, tiene que hacerlo, y queda traumatizado por la experiencia de verlos morir.
DF: Me gusta lo que has comentado del defecto trágico. Creo que es una de tus principales aportaciones, entre muchas otras, al guión como director. Conforme escribía la película, parecía que la iba viendo. Estaba dividida en dos partes. La primera parte finaliza con la llegada de Perry y en ella Truman, icono de la sociedad neoyorquina, es el alma de la fiesta. La segunda parte empieza con la llegada de Perry, y esta vez todo da un giro de ciento ochenta grados para Truman. Desde el instante en el que toma el tren para dirigirse a Kansas, ves que Capote estaba predestinado a hacer ese viaje.
BM: Eso es cierto.
DF: Ha sido mérito tuyo, Bennett, inculcarnos a todos la importancia de envolver la película desde el principio en un halo trágico, algo a lo que tú seguiste contribuyendo con la música, el montaje y demás.
BM: Yo creo que Truman estaría de acuerdo contigo en tu forma de ver la historia: le pasó algo y lo cambió para siempre. ¿Conoces esa cita de Heráclito? Venía a decir algo como “tu integridad es tu destino”; yo también lo pienso. Para mí lo más desgarrador del libro de Gary Clarke es ese sentido de inevitable decadencia. Independientemente de su lucha y de sus éxitos, Truman estaba predestinado, de un modo u otro, a conseguir lo que perseguía y a destruirse. La idea central de “Plegarias atendidas”.
DF: Exacto. Gary Clarke lo ve como un incidente, que Truman consiguiera todo lo que quería fue el comienzo de su declive. Eso es lo que más me intrigó de esta historia.
BM: No mucho después de que se publicara “A sangre fría”, Truman intentó describir a un periodista su “intensa relación” con Perry, “ese tener que lidiar con su ‘total soledad’” y “la pena que sentía por él e incluso una especie de cariño”. Creo que fue sincero. El y Perry, en el fondo, se parecían mucho, a pesar de las realidades externas. Truman entendía esa “total soledad”. Lo que Truman no le mencionó al periodista es que él quería que Perry muriera, que estaba deseando que lo ahorcaran, no es que no le diera pena, es que quería poder acabar el libro. Ese es el otro aspecto de “Plegarias atendidas” que Truman conocía.

Fuente: http://www.abcguionistas.com

 

   
   
 
 
 
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