Uno de los biógrafos de Antonio Berni asegura que Juanito Laguna era un personaje de un programa de la Radio Belgrano de los Yankelevich en la década de 1940. Berni lo transportó al grabado y lo combinó con los materiales recogidos en las villas, y luego lo internacionalizó en Venecia, donde obtuvo el primer premio en 1962. En esa época Raúl González Tuñón ya había dado a luz a un compatriota de Juanito: Juancito Caminador, un doble del poeta que también inauguró una estética, en este caso desde la poesía. Ambos Juanes miran la realidad pero desde un lugar distinto. Laguna desde la villa, donde todavía sobrevive. Allí nació Ramona Montiel, que se prostituyó para huir de su origen. Acaso, como dice Marina Robledo, hoy haya muerto de sida. La exposición de Antonio Berni, cuya obra sintetiza el entrecruzamiento del arte nacional, el latinoamericano y el universal, permanecerá abierta durante dos meses en la sede neuquina del Museo Nacional de Bellas Artes. La mayoría de las piezas en exposición pertenecen a Lili Helena Berni, hija del pintor. Para el plástico neuquino Pachu García, la obra de Berni merece ser analizada desde varios puntos de vista. El primero es que "fue un artista regional: un rosarino que tuvo que irse a Buenos Aires, pero no fue ahí donde empezó a pintar; lo había hecho en Rosario". Al mismo tiempo, fue "un personaje político contradictorio", añadió. Y lo explicó: Berni representó "la pintura social y política en la gran tradición latinoamericana que incluye a los tres mexicanos David Siqueiros, Diego Rivera y Clemente Orozco, a Oswaldo Guayasamín, Carlos Alonso y Cándido Portinari" y simultáneamente "no tuvo problemas en hacer negociaciones con el establishment de la plástica, una ambivalencia muy común en el arte nacional". Pero lo hizo porque "tenía muy claro que el artista debe vivir de su obra, como un trabajador de su trabajo". Subrayó como más importante "la etapa santiagueña" de Berni, cuando recibió influjos del arte latinoamericano tradicional. En ese punto, "una forma de ver la pintura es observar qué producen los cuadros en la gente. Una cosa es que Juanito Laguna esté en el centro de la ciudad y otra, en el barrio. En este momento, en el Museo Nacional de Bellas Artes hay collages que muestran cómo se vive en los asentamientos y las tomas". Juanito Laguna tenía esperanzas: sus ojos apuntan a un cielo notoriamente más limpio y puro que las latas y botellas de plástico que constituyen su playa de veraneo. Para Ramona, en cambio, la movilidad social está supeditada a la satisfacción ¿garantizada? de sus clientes. Hoy está en duda cuáles son sus posibilidades de esperanza. Estos son los "Sucesos argentinos" que muestra la obra de Antonio Berni en Neuquén desde el 30 de setiembre pasado. Es una parodia del antiguo noticiero que separaba las dos películas de un programa de cine y que mostraba aspectos optimistas de la realidad nacional. En cambio, la exposición aborda imágenes de los excluidos: los pobres, las prostitutas, los peones rurales, los torturados. Los artistas se preguntan dónde están ahora Juanito Laguna y Ramona Montiel. En los asentamientos ilegales, en las villas, en las calles del centro inhalando pegamento, responden. Si Juanito Laguna incorpora los desechos urbanos en el universo del cuadro, ese cuadrilátero restringido siempre por un marco, en representación del desecho humano que son los excluidos para una sociedad, el Juancito Caminador de González Tuñón lleva a los poemas los objetos que acumula la existencia contemporánea. Cada uno traduce una apropiación interesada de la que no es ajena una mirada distinta sobre la vida de los hombres y su mundo. Uno Berni, Juanito Laguna coloca en el espacio pictórico elementos de basural: botellas de plástico y de vidrio; chapas y tapas de gaseosas; telas; cartones. El otro González Muñón, Juancito Caminador introduce en el poema palabras y objetos no tradicionales más como paisaje que como mera enumeración pianola, trabuco, fonógrafo, insecticida y con eso extiende los límites de la poesía. GERARDO BURTON gburton@rionegro.com.ar |