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Viernes 15 de Septiembre de 2006
 
 
 
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  POR LA LUZ QUE ME ALUMBRA
  Tipografía

 
 

La letra con sangre entra decía un antiguo apotegma de la pedagogía que abogaba por la transfusión del conocimiento a base de moretones. Eran tiempos de la pluma cucharita donde hacer la letra T mayúscula era un firulete interminable y el número ocho nunca finalizaba en el mismo lugar donde había empezado. Pero letras y números siempre dividieron a la humanidad entre románticos y materialistas. La letra puede expresar nuestro vacío existencial y los números el vacío existencial de nuestra caja de ahorro. Sin embargo hay territorios comunes como la geometría, donde letras latinas y letras griegas conviven con los números arábigos sobre los filosos vértices de los triángulos, paralelepípedos, dodecaedros y otros monstruos euclidianos.
De la misma manera que a la gente se la define como seres humanos, a las letras se las denomina tipografía. También las hay blancas y negritas, altas, bajas y se amontonan en familias. Hay familias de estirpe como la Bodoni y la Chesterham y letras sencillas y de trabajo como la Helvética. Incluso aquellas que no son lo derechas que debieran ser, como el resto de la familia, se las llama despectivamente bastardillas.
Las letras que antes fabricábamos manualmente y ahora las compramos hechas con sólo apretar una tecla, para mucha gente son una imagen. Para otras un sonido, para los críos de primer grado pueden ser un calvario, para los poetas los ladrillos de su templo, para los tipógrafos una expresión artística y para los letristas su sustento.
Para los letrados, la letra es la antigua raíz etimológica de su condición de ser el pícaro autor o el sagaz intérprete de la letra chica. Todo depende del lado del contrato que esté defendiendo.
Ser licenciado en Letras no supone conocer estas historias, que incluso muchos descreídos definen como apócrifas.
De la A se cuenta que es el símbolo del principio, por monopolizar la interpretación del jadeo en la procreación y el llanto del nacimiento.
De la B nadie se acuerda porque, como en el fútbol, no sirve estar segundo.
La pobre H siempre sintió que en el territorio del castellano “la vida era una herida absurda”. Cuando está nadie la nombra, sólo se nota cuando se ausenta.
K hoy se pasea por los pasillos del poder y disfruta de tiempos de gloria.
La LL se exilió en Mendoza y San Juan, forzada por la tiranía porteña de la Y.
La M tuvo décadas de éxitos con “mamá me ama y me mima mucho”.
La Ñ, letra con injerto capilar, pero a la cabeza de los privilegios hispano-parlantes en internet.
La O probó todos lo regímenes sin éxito, su única alternativa es salir en bastardilla (O) porque la hace más delgada.
Q sabe que la U no le es fiel pero hace la vista gorda, no es nada sin ella.
X e Y tuvieron más éxito en las ecuaciones y en la genética que en la literatura.
La W tiene horas en los institutos de inglés y ahorra para viajar a Cambridge en busca de trabajo y reconocimiento.
La Z nunca entendió por qué, si llegó con los primeros conquistadores, está última en el abecedario.
De todas las historias de letras, es tan mentira que el destino natural de la letras muertas es la letrina como absoluta verdad que las lenguas muertas encuentran la inmortalidad en la vinagreta.

 

   
HORACIO LICERA
hlicera@gmail.com
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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