| a anécdota tiene como protagonista a Roberto Arlt. Cuando le preguntaron por qué no utilizaba términos en lunfardo, respondió que, como era pobre, tenía que trabajar y no disponía de tiempo para estudiar. En esto, como en otras cosas, la poesía –y en general la literatura– escrita en lunfardo se asocia con la tradición gauchesca: en realidad eran ejercicios de estudiosos, de literatos más que expresión de gauchos o malevos. Los especialistas coinciden en que la palabra lunfardo, utilizada para designar una jerga nacida carcelaria, tiene su origen en el término “lombardo”, que se utilizaba justamente para designar a los ladrones. La primera asociación entre el lunfardo rioplatense y el gentilicio lombardo pertenece, según Luis Alposta, a Amaro Villanueva, aunque el diccionario establece que en la Edad Media se designaba con ese adjetivo a los “financieros, cambistas, usureros, que en gran número procedían de Italia”, de la Lombardía. Continúa Alposta: se habría encontrado “la palabra lombardo con el significado de ladrón, contando ya con el cambio a lumbardo registrado en el uso local porteño, en el que lunfardo significa, también, ladrón y luego, por extensión, pasó a llamarse así al vocabulario de ocultación utilizado por los malvivientes”. Lo cierto es que un idiolecto surgido de las corrientes inmigratorias desde finales del siglo XIX hasta el centenario de la Revolución de Mayo, no dejó de evolucionar. Luego de la poesía gauchesca, que se cultivaba en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires, la incorporación de términos e influjos fue constante: primero de los italianos, españoles, árabes, judíos y armenios llegados a las costas del Plata. Más avanzado el siglo, siguieron los que produjeron las migraciones internas: el arribo de los contingentes de obreros desde la década de 1940. Ellos incorporaron y arraigaron palabras de origen quechua, guaraní, mapuche, aymara. Así, sin ningún cuestionamiento hoy se pronuncian cancha, pilcha, porro, minga, che, como si fueran del habla castiza. Y no; americanismos, todos de acá. Según Alposta, el lunfardo continúa su proceso de enriquecimiento. En efecto, los jóvenes “aportan sus voces y locuciones, y contribuyen así, a enriquecerlo”. Como ejemplo, menciona la popularidad de términos como “pibe”, “mina”, “bondi”, “junar”, usuales en el habla cotidiana de los chicos. Por eso, afirma, el lunfardo es un lenguaje que permanece en constante evolución. Es que su crecimiento radica en un proceso de integración, en donde confluyen “intereses compartidos: el rock, la cumbia, los deportes, la droga, el psicoanálisis, internet, la calle”. Sin embargo, la poesía escrita en lunfardo circula por carriles no convencionales: bares, confiterías, recitales de rock y cumbia villera, en milongas marginales. Pocas veces llega al libro. En cuanto al habla de las nuevas generaciones, y la incorporación de sus aportes al lenguaje cotidiano, Alposta advirtió sobre la falta de sintaxis –solecismo–, pero minimizó los influjos del inglés en el castellano. Al respecto, recordó que en el III Congreso Internacional de la Lengua, que se realizó en Rosario en 2004, la Academia Argentina de Letras reveló que la “aparente omnipresencia del inglés no es más que un mito muy difundido” pues sobre 90.000 palabras en uso, sólo 130 son anglicismos en el castellano. Las voces de jóvenes y adolescentes, las voces en los barrios y en las ciudades buscan “no sólo una definición, sino también la síntesis de una visión del mundo”, señaló Alposta. Por lo tanto, “el alcohol y las drogas no sólo generan patologías, marginalidad, miserias sino también palabras y modismos”. Es como volver al punto de partida: el lunfardo como expresión del habla carcelaria; una jerga críptica que nace para esconder más que para mostrar; para expresar a la tribu hacia dentro más que para comunicarla con el exterior. Y en eso, los códigos de los grupos marginales no hacen más que enriquecer esa mixtura lingüística que es criollo, es cocoliche, es argot, es cockney y es caló, entre otras cosas. Y de eso dan cuenta los poetas: en diferentes décadas, con escuelas literarias divergentes e intereses (de clase, de origen) muchas veces antagónicos, no los une la lengua, los une el habla, un habla: el lunfa. La escritura en lunfardo –novelas, cuentos, poemas– no es más que otra tentativa en el lenguaje: la expresión de los temas que siempre preocuparon y orientaron la búsqueda de los hombres –dolor, amor, muerte, vida– en un vehículo distinto de los tradicionales y genuino de los habitantes de las dos orillas del Plata. UN ACADEMICO DEL HABLA POPULAR Luis Alposta nació en Buenos Aires en 1937. Desde 1968 es miembro de número de la Academia Porteña del Lunfardo. También integra las juntas de estudios históricos de la Ciudad de Buenos Aires y del barrio de Villa Urquiza. Es poeta, narrador y ensayista y en sus textos utiliza el lunfardo como herramienta expresiva, cotidiana y en constante evolución, pues ocurre lo mismo en “el idioma de Cele y en el de Cervantes”. Alposta es consciente de que “escribir en lunfardo comporta un riesgo”, puesto que “se puede caer en el puro alarde y en el mero virtuosismo de manejar palabras sacadas de un diccionario”. Por el contrario, la poesía y la literatura, en general, no son “un simple juego de malabares, sino una propuesta de mensaje y comunicación”. El lunfardo “no es únicamente una cuestión de términos, sino también una cuestión de tono y de intencionalidad”; se trata de, “esencialmente, un conjunto de voces de muy diversos orígenes que se introducen en la conversación familiar de todas las clases sociales con fines expresivos, irónicos o humorísticos”. El mecanismo del lenguaje popular es “metafórico”, afirma, puesto que “al pueblo, por instinto artístico, le place el uso de palabras con acepción figurada”. Y es por ese motivo que “en la poesía es donde el lunfardo ha venido a encontrar un mejor destino literario”. Entre sus obras publicadas figuran “Los bailes del internado”, ensayo; “Trece historias a muerte para leer de un saque”, cuentos; “Antología del soneto lunfardo”; “Geografía íntima de Villa Urquiza”; “Todo Rivero”; “El tango en Japón”; “La culpa en Martín Fierro”, ensayos; “Con un cacho de nada” y “Entelequias”, poemas. “A lo Megata” es un poema convertido en tango que cantó Edmundo Rivero. Sus poemas (algunos traducidos al francés, inglés e italiano) figuran en numerosas antologías y fueron musicalizados y grabados por Rivero, Rosita Quiroga, Osvaldo Pugliese, Daniel Melingo y Juan Carlos Tata Cedrón, entre otros. (G.B.) El velorio Me moriré en París o en el carajo un día jueves o, si no, un domingo en un bulín que está, si no le chingo, cerca del Rin, el Paraná o el Tajo. Espicharé a la gurda y no me rajo: quizás tendré una cacharpaya en gringo y allí el Jorge, y el John, el Paul y el Ringo tocarán... si andan flojos de trabajo. Será un velorio piola; tendrá gancho... Alguien dirá: “fue un punto divertido”. Alguien, también, me llorará a lo chancho. Y Alguien, que llegará sin hacer ruido, silenciará a los Beatles, lo más pancho. Y yo me iré con él. Con el Olvido. (De “Bien debute y a la gurda”) El llamado Hacía ganas de morir. Llovía. No había dónde ir. Daba pavura la noche afuera. Y en el alma oscura, la lluvia que caía y que caía. Un fanfa batiría: “la hice mía”. Pero no. Me mojé con tu ternura. Cebaste mate. En la catrera dura Me ayudaste a llegar al otro día. ¿Hoy? Quizás el balurdo ya no funque. Tal vez tus mates con tu yerba cebe un dorima tarúpido y cualunque. Pero hace ganas de morir y llueve y quiero estar con vos. Mi telefunque es tres siete, dos siete, siete nueve. El umbral Sí, ya sé... perdí el tiempo en pajerías y, creyendo gastarlo en cosas serias, me vendí en cien mercados y en cien ferias (mercadería entre mercaderías). Compré con esa guita chucherías, revendí fulerías y miserias. Vacunao contra tifus y difterias del alma, viví enfermo de alegrías. Me alegraba escabiar con los amigos, el calor de las hembras en los telos, la lluvia afuera, el fato sin testigos. Nunca me puse luto por mis duelos y pasé en vida todos los castigos... ¡Dale, abrime la puerta de los cielos! (de “Sonetos mugres”) CARLOS DE LA PUA (MALEVO MUÑOZ, CARLOS MUÑOZ ) (1898-1950) Sorbacana Cusifai, farolera, sor Bacana, ventuda que das dique a la merza con las cosas shoficas, voy a darte un apunte fulero por gilurda a ver si con el justo que te bato te achicás. El vento que amarrocas, medias gambas, canarios, recuerdo de pamelas que achacaste fresquita, ha de ser poca mosca pa' mantener otarios... paparula, tortera, bulebú, milonguita... Nunca un buen cadenero ha de tirarte el carro –esquenuna, vichenza, samporlina, gilota que me das en los quimbos, justamente en el forro– Nunca tendrás un macho que por vos se haga chorro cuando toda esa runfla de farra y de cotorro por chinchuda y por javie no te dé más pelota. (De “La crencha engrasada”) CELEDONIO E. FLORES (1896-1947) Biaba Ya se lo había dicho: “Del laburo sin hacer estación, venite a casa. No es que yo esté celoso, te lo juro, pero si vos no estás... no sé qué pasa...” “Si tardás en llegar tengo pavura de que te hayas peleao en la milonga, vos sabés que no falta un cara dura... Y yo te manco bien, cara chinonga...” Pero ella se olvidó, sucia y borracha llegó como a las nueve la muchacha pro seguirle la farra a un mishetón. Los bifes –los vecinos me decían– parecían aplausos, parecían, de una noche de gala en el Colón. JOAQUIN GOMEZ BAS (1907-1984) Tango Claro que fui cuchillo y casa baja; lengue de taura y percantina en fuga; caralisa, matón que no se arruga; sangre, mina, farol, trago y baraja. También fui mugre, mishiadura y pena; escolaso, cafúa y desencanto; todas mancadas para curda y llanto que se dan en la mala y en la buena. Y fui canyengue de semilla fiera que amarrocó la música fulera y en el cuore de un fueye se agrandó... Ahora sólo soy melancolía, un malevo al costado de la vía que está esperando un tren que ya pasó. JULIAN CENTEYA (AMLETO VERGIATI) (1910-1974) La musa mistonga o canto en lunfa mi tristeza de hombre y ando en la vida con mi musa rante. Ella es así, maleva, yo atorrante, camina a mi costao y tiene un nombre. Nació conmigo allá en Boedo y Chiclana y se hizo mansa en juego de palmera. Nunca una bronca, siempre cadenera, vivo con ella muy de la banana. Me fue como me fue y a ella lo mismo, una vez el altiyo, otra el abismo, conforme con lo que es, nunca rezonga. Fratela con mi suerte la cinchamos. ¡Pasaos de media raya la llevamos! Sos mi nami mejor, Musa Mistonga. ALCIDES G. HERRERO (1905-1978) Soneto del amor mistongo o tengo una tristeza engayolada que escabuye en silencio el de mi zurda, metejón de mi vida que me encurda y deschavo con bronca en la mirada. Yo tengo una tristeza engayolada que me tiene chacado y a la gurda, ni la farra ni el vento me embalurda, ni un caracho me importa ya de nada... En mi pecho jailaife y de malevo como una cruz sangrante yo te llevo mistonguero tatuaje del dolor. Sin poder escurrirme del biabaso, ¡perdí mi corazón al escolazo golpe de furca que me dio el amor! NICOLAS OLIVARI (1900-1966) Peringundín El vino es malo, la comida escasa, de mala traza es la mujer. Las flores son viejas, pintadas, de trapo, se oye en el patio, el resoplido de un borracho que escupe un tabaco tan denso de mal como este atardecer. Corta el silencio, cuchillo de níquel, un silbato policial. La dueña cierra el portal, pone a la moralidad un dique. Horas inciertas de sombra y de crimen, viejas que gruñen en la parda azotea, ¿qué hacemos, madama? la vida es tan fea como casi tu ausencia de himen... ¡Vámonos a yacer! (de “El gato escaldado”) LUIS ALPOSTA (1937) A lo Megata El barón Megata, en el año veinte, se tomaba el buque con rumbo a París, y allí, entre los tangos y el “dolce far niente”, el japonesito se hizo bailarín. Flaco y bien plantado. Pinta milonguera. De empilche a lo duque, aun siendo barón. Bailó con Pizarro, y una primavera empacó los discos y volvió a Japón. Y así levó el tango a tierra nipona, donde gratarola lo enseñó a bailar. Cuentan que Megata no cobraba un mango, por amor al tango y por ser bacán. No sólo enseñaba cortes y quebradas, también daba clases de hombría de bien, junaba de noches y de madrugadas, piloteaba aviones y más de un beguén. Y tal vez ahora, que está aquí presente, mientras una Sony nos pasa “Chiqué”, alguien, allá en Tokio, elegantemente, baile a lo Megata sin saber quién fue. ALPOSTA POR ALPOSTA: TEXTUALES • Acerca del vesre Con el nombre de anagrama, designan los gramáticos lo que los porteños conocemos por vesre, o sea la transposición de las letras de una palabra. Y esto no es algo privativo del lunfardo, pues casi todos los argots han recurrido a variaciones de este tipo con el fin de deformar palabras y crear, de esta manera, otras nuevas. Con respecto a la palabra original, la forma vésrica no cambia su significado y lo único que logra es una especie de disfraz, una especie de camuflaje del vocablo primitivo. Estas transformaciones vésricas pueden ser consideradas bromas o juegos idiomáticos, en parte emparentados con las lenguas infantiles, tales como la jerigonza o jeringozo, que es como lo llamamos nosotros desde que lo aprendimos. El hablar de esta forma se inició entre nosotros en el último cuarto del siglo XlX y, como recurso festivo, fue muy utilizado por saineteros y autores teatrales populares. Los vesres que continúan circulando en estos días no son pocos. Recordemos algunos: feca, feca con chele; lorca; rope; gomía; troesma; sope; jonca, de jonca –de cajón– con el sentido de cosa segura, evidente; jermu; nami; gotán; yobaca; zabeca; grone; trompa; orre, por reo; ispa, por país; todos ellos seguidos de un largo etcétera. • Acerca de la aféresis, la apócope y la síncopa Aféresis es un término de origen griego que significa suprimir sonidos al principio de una palabra. Algo así como si costase trabajo pronunciarla en todo el tiro de su extensión. Si la aféresis hablara, casi con seguridad, nos diría: a buen entendedor pocas sílabas. Y a continuación comenzaría a desparramar ejemplos: tungo, en vez de matungo, por caballo viejo y achacoso; tano, en vez de napolitano, como sinónimo de italiano; rante por atorrante; yengue por canyengue; fiolo en vez de cafiolo; y el ta, sin el pu adelante, como una manera de expresar con disimulo una palabra que puede ser considerada de mal gusto, inoportuna o malsonante. De ahí que una archiconocida expresión de cólera, indignación o sorpresa, se nos presente con antifaz bajo esta forma: ¡ta que lo tiró! En cambio las apócopes, preferidas por los pibes, son las omisiones al final de las palabras. Son las que, no obstante la amputación, parecen caminar ligero: el cole; la seño; la dire; la bici; la compu; la tele; pudiendo agregar, también, maso por más o menos y el porfi en lugar del por favor. En cuanto a las síncopas, que en el lunfardo aparentemente no se dan, la omisión se produce en medio de las palabras. Y en este punto citaré únicamente el de navidad por natividad. Es una forma de no irme a los extremos. GLOSARIO (Según “Breve diccionario lunfardo”, de José Gobello y Luciano Payet) Amarrocar: guardar, ahorrar. Balurdo: envoltorio de papeles que semejan dinero. Engaño. Embalurdar: engañar. Beguén: del argot francés béguin, capricho amoroso. Mujer mantenida, manceba. Biabazo: golpe que se aplica por el costado y por detrás de la víctima. Bulebú o vulevú: del francés “voulez vous?”, exceso de cortesía. Bulín: habitación donde no se vive y se usa para prácticas amorosas. Cafúa: prisión. Canyengue: manera quebrada y compadrona de bailar el tango. Caralisa: proxeneta (por el cuidado de su cutis). Catrera: deformación de catre, cama. Chinonga: deformación de china, moza de servicio. Cotorro: habitación. Cuore: corazón. Cusifai: hombre, individuo (despectivo). Debute: excelente. Deschavar: abrir una puerta; poner en evidencia; delatar. Dorima: vesre de marido. Empilchar: de pilcha, ropa. Vestir (bien). Engayolar: meter en la cárcel. Por extensión, enamorar. Escabiar: beber, embriagarse. Escolaso, escolazo: jugar. Instante en que se produce la trampa en el juego de azar. Esquenuna: del genovés schenm.adrita, perezoso. Fanfa: apócope de fanfarrón. Fato: asunto amoroso. Fratela: hermana. Fueye: fuelle, sinécdoque por bandoneón. Pulmón. Fulería: cobardía, fealdad. Funcar: funcionar. Furca: golpe que consiste en sujetar a la víctima por la espalda y colocar el codo sobre la barbilla y la rodilla derecha bajo los riñones. Gilota: gil, estúpida. Gilurda: ídem anterior. Gratarola: gratis. Gurda: (a la gurda) de valor, importante. Jailaife: de high life: de la alta sociedad. Javie: vesre de vieja. Junar: mirar, calar las intenciones. Lengue: pañuelo Lunfa: apócope de lunfardo. Mersa o merza: designación despectiva para grupo de personas. Mishé, mishetón: hombre que paga los favores de las mujeres. Mishiadura: pobreza. Mistongo, mistonga: pobre, de poco valor. Otario: tonto. Pajería: de poco valor. Pamela: tonto. Paparula: tonta. Percantina: mujer. Peringundín, piringundín: lugar (de dudosa moralidad) donde se baila. Quimbos: testículos. Rante: aféresis de atorrante. Shofica: vesre de cafishio, proxeneta. Tarúpido: tonto, estúpido. Taura: hombre pródigo, valiente. Telo: vesre de hotel. Por hotel alojamiento, por horas. Vento: dinero. Ventuda: que tiene dinero. Vichenzo: tonto. |