| BUENOS AIRES (Télam).- El amor a la música y a su familia coexistieron dentro de la piel de Kurt Cobain (1967-1994) con la adicción a la heroína, el dolor por una infancia sin cariño, algunas fantasías violentas y el desprecio por los periodistas de música, según relata el propio cantante en sus "Diarios", que acaban de ser lanzados en la Argentina. El cantante y guitarrista de Nirvana, el más exitoso grupo de "grounge" rock estadounidense, escribió entre 1988 y 1994 año de su suicidio sus reflexiones cotidianas y sus deseos más secretos: todo aparece minuciosamente registrado en los "Diarios", que salieron a la venta en Estados Unidos el año pasado y acaban de ser publicados en español por la colección "Reservoir Books" del sello Mondadori. El material, vendido por Courtney Love por cuatro millones de dólares, recopila seis años (1988-1994) de cartas no enviadas, dibujos, notas manuscritas, comentarios humorísticos, reseñas inventadas, diatribas de rockero malhumorado y viñetas. Aunque es unánime considerarlo como el ícono generacional más grande de las últimas dos décadas, el auténtico gran héroe del rock reciente, la publicación de sus diarios aporta más sobre la persona que sobre el personaje, que aparece autorretratado como un muchacho sensible, acomplejado y enojado con el mundo, y que halla en la música un único motivo para la esperanza. Cobain cuyo nombre auténtico era Kurt Poupon y nació el 20 de febrero de 1967 se crió en Aberdeen, una pequeña ciudad de la costa del Pacífico de Estados Unidos, en el estado de Washington, y de niño estuvo aterrorizado con el divorcio de sus padres, que se produjo cuando él tenía ocho años. Las páginas del diario están atravesadas por relatos que dan cuenta de una vida infortunada detrás de la estampa de "rock star": uno de los tramos, por ejemplo, critica la incapacidad de su padre para "comunicar el afecto" que él siempre añoró, mientras que en otra cuenta la dolorosa realidad de un drogadicto, que busca en la heroína una salida para una afección de estómago. En un principio "la heroína alivia el dolor", cuenta Cobain antes de reconocer que "fue una estupidez lo que hice y no pienso volver a hacerlo nunca más. Me compadezco de veras de quien piense que puede utilizar la heroína como medicamento porque, la verdad, no funciona". Las páginas autobiográficas también divulgan el amor de Cobain por su esposa e hija: sobre Courtney Love, el cantante afirma que despliega su amor por ella "como un pavo real extiende su plumaje", en tanto que sobre su hija apunta que hasta tiene miedo de pasearla en auto ante la posibilidad de sufrir un accidente. La imagen que Cobain deja registrada en su diario, que culmina el día 4 de marzo de 1994 un día antes de su primer intento de suicidio en un hotel en Roma, apenas un mes antes de su muerte, es la de un joven de 27 años que concreta su sueño pero que se siente culpable por haber abandonado sus raíces y a sus verdaderos amigos. Para los fans, el material más interesante desde el punto de vista artístico son los comentarios inéditos de las canciones de "In Utero" y los borradores de las canciones de "Nevermind", incluso la primera versión del clásico "Smells Like Teen Spirit". El libro incluye cartas a algunos músicos coetáneos a los que admiraba (Dale Crober, de Melvins; Mark Lanegan, de Screaming Trees...) y notas informativas que el cantante adjuntaba a las maquetas que enviaba a las discográficas, a finales de los 80. Pero son los diarios propiamente dichos los que más luz ofrecen, como es lógico: desde los momentos más divertidos, como la noche que pasaron él y Chris Novoselic, bajista de Nirvana y amigo de juventud, destrozando hasta 250 discos de "música de mierda" (Eagles, Carpenters, Joni Mitchell, Yes), hasta el relato de las relaciones que mantuvo con una muchacha con cierto retraso mental, cosechando el desprecio y la humillación de sus amigos. Cobain, cuya autoestima era menos que cero ("Estoy aterrorizado por el ridículo. Uso pedazos de las personalidades de los demás para formar la mía"), se manifiesta constantemente en contra de la sociedad, a la que tilda de "machista, fascista, competitiva y opresora". "Nunca he encontrado una persona con la que fuera compatible a nivel intelectual, espiritual y de sentido del humor", asegura y luego acota: "He pasado un mes cometiendo actos de rebeldía como robar alcohol, destrozar escaparates, meterme en peleas... y no ha pasado nada. Así que he decidido que durante el próximo mes voy a dejar de sentarme en el tejado de casa y pensar que voy a saltar, aunque sé que me terminaré matando". En una de las confidencias más sugestivas de la obra, el músico enumera a lo largo de cinco páginas qué cosas le gustan: "Me gustan: las chicas de ojos raros, las drogas, la pasión, la inocencia, asesinar la voracidad, jugar mal mis cartas, la naturaleza y los animales, hacer sentir superior a la gente en reacción a mi apariencia, sentir prejuicios hacia la gente que tiene prejuicios...". Luego sentencia: "Todo es por mi falta de educación, por mi falta de inspiración, por mi cobarde búsqueda de afecto y mi rutinaria vergüenza hacia muchos de los que tienen mi edad. Sólo es una montaña de mierda como yo". La bola de nieve hacia la devastación se lanza en las últimas 100 páginas, durante la preparación de "In Utero" (1993), que iba a llamarse "Me odio y quiero morir". Allí, las páginas se inundan de diatribas contra la prensa musical ("Hay más periodistas malos de rock que malas bandas de rock") y, de nuevo, feroces críticas al capitalismo: "Somos infiltrados en las mecánicas del imperio para pudrirlo lentamente desde dentro". Idolatrado como un modelo cuando él mismo se despreciaba, su abrupto final no sorprende por la narración. Acuciado por unos agudos dolores de estómago para los que no encontró más solución que la heroína, descreído de muchos de los que fueron sus amigos y con varias sobredosis a cuestas, la penúltima confesión de "Diarios" fue escrita en Madrid, donde pasó de gira. "Dos personas pueden cenar durante dos horas, pero sólo 30 segundos de sus conversaciones pueden merecer la pena. Entender el tiempo es muy importante, es el único modo en que puedo explicar cómo una persona se convierte en un adicto. El uso de drogas es escapismo. Todos los yonquis que he conocido han luchado 15 o 20 años para terminar convirtiéndose en esclavos de otra droga", dictamina Cobain. |