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Sábado 10 de Junio de 2006
 
 
 
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  Epitafio del poeta
Sus restos yacen en Plainpalais como fue su deseo
 
 

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Flores azules, árboles centenarios, una lápida con su nombre y un epitafio en inglés antiguo "And ne forhtedon na" acompañan en el cementerio ginebrino de Plainpalais los restos del escritor argentino Jorge Luis Borges, que desde hace 20 años yacen en paz como fue su deseo. Dos décadas atrás, el 14 de junio de 1986, el célebre literato era enterrado en esa pequeña necrópolis, la única que data de la Edad Media, ubicada en la orilla izquierda del Ródano y donde descansan los restos de nobles, diplomáticos y consejeros de Estado. Una pequeña cruz de Gales y la inscripción "1899/1986" figuran en el anverso de la piedra que se levanta al ras de la tierra en la tumba 735. El epitafio significa en arcaica lengua anglosajona "y sin temer nada". Proviene de un poema épico "La batalla de Maldon" en el que un guerrero arenga a sus hombres antes de morir peleando contra invasores vikingos en Essex, Inglaterra, en el siglo X. Frente a la lápida hay un típico banco de plaza, mudo testigo de aquellos que alguna vez reflexionaron frente a la tumba del autor del "Libro de sueños" o de extraordinarios cuentos como "Emma Zunz" (llevado al cine) o "Las ruinas circulares".

"Borges decía que en Ginebra había pasado una época maravillosa de su vida. Se sentía cómodo porque sentía que no había invasión en su vida", explicaba días atrás a la AFP su viuda, María Kodama, interrogada sobre los motivos que llevaron al escritor a decidir que sus últimos días los pasaría lejos de su Buenos Aires querida, que lo había visto nacer el 24 de agosto de 1899.

Según Kodama, defensora del legado de su marido y con quien se casó meses antes de su muerte, "Borges adoraba Buenos Aires porque su obra la hizo allí y allí vivió, pero él decía que era dueño de elegir el lugar para morir como él quería".

"En Buenos Aires hubiese sido un infierno. El no quería eso, quería una cosa tranquila y serena", dice Kodama.

"Borges había quedado muy impresionado por la publicación (ndlr: en la prensa argentina) de unas fotos de (Ricardo) Balbín cuando estaba en terapia intensiva", en referencia al caudillo de la Unión Cívica Radical fallecido el 9 de septiembre de 1981.

"Esa falta de respeto lo horrorizó. No había cosa que más despreciara que la falta de sensibilidad", recuerda su viuda al explicar por qué Borges quiso morir en Ginebra, ciudad a la que había llegado con 15 años luego de que su padre, Jorge Guillermo Borges, se jubilara y decidiera emprender un viaje a Europa para someterse a un tratamiento oftalmológico.

En Ginebra, "mucha gente lo reconocía cuando paseábamos por la calle, pero sólo sonreían. No se acercaban ni le hablaban. El podía hacer su vida suya. Cómo él decía, podía 'ser ese yo, sin toda la carga' que aportaba su apellido", subraya Kodama quien después de su casamiento con Borges por poder vía Paraguay, en abril de 1986, partió con él hacia Europa.

"Estaba contentísimo porque pudo ver una retrospectiva" del pintor suizo Johann Heinrich Füssli, sobre todo una de sus obras más célebres titulada "La pesadilla", y porque pudo mantener un diálogo abierto con intelectuales de toda Europa, recuerda su viuda. "Fue su última gira en la que recogió toda la admiración intelectual. Fue como una despedida", asegura Kodama a quien la desaparición física de Borges, al que había conocido a los 16 años, sumió en una depresión en medio de la cual hubo de ocuparse de una última y dolorosa obligación.

"Antes del entierro, me llevaron al cementerio para elegir el lugar. Caminé un poco y de pronto vi un árbol espléndido y sentí que era un árbol de fuerza, de vida", recuerda María Kodama, que el 14 de junio próximo asistirá en Ginebra a una ceremonia con motivo del vigésimo aniversario de la muerte del escritor.

   

GABRIELA CALOTTI

   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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