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Viernes 09 de Junio de 2006
 
 
 
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  POR LA LUZ QUE ME ALUMBRA
  Ella
Estaba acostumbrada a estar entre hombres. Ejercía una especie de fascinación entre ellos, pero también sabía que no era ella en particular.
 
 

Estaba acostumbrada a estar entre hombres. Ejercía una especie de fascinación entre ellos, pero también sabía que no era ella en particular. En realidad, todas las de su clase tenían éxito con los hombres y, como corresponde, las esposas de aquellos hombres las odiaban.

Aquellas mujeres sabían que ellas eran una competencia con la que muchas veces perdían.

Ellas no podían hacer otra cosa. Estaba en su naturaleza juguetear con ellos y toquetearse de tarde en tarde sobre el pasto de algún parque cercano.

A ella, en particular, no le importaba andar rodando por la vida. Era una profesional y, si alguna vez le tocó estar con mujeres, lo hizo aunque nunca le gustó. El toque de los hombres era especial, aunque no lo hicieran bien, incluso cuando le pegaban.

La rudeza de aquellos muchachones para ella eran caricias. Como a cualquiera, le gustaban los jóvenes de buen físico pero no tenía preferencia por el estilo del trato. Algunos la trataban con delicadeza, con una sonrisa en la boca y a ella le encantaba hacerlos felices. Otros en cambio eran serios, más rudos, pero se adivinaba la pasión y, como a ella le daba el cuero, eso la hacía sentirse bien.

Desde siempre y por algún destino que desconocía sus romances finalizaban mal. Aquellos que la seducían le terminaban pegando. Mucho tiempo se preguntó por qué, hasta que la pregunta fueperdiendo sentido. La rutina de que aquellas historias terminaran igual se había transformado en un abandono en el cual se dejaba caer. Aprendió a disfrutarlo.

Ella sabía que sus redondeces sacaban a los hombres de control y más se potenciaba cuando se juntaban varios. Era consciente de que aquel poder los hacía reír, festejar como borrachos y hasta llorar.

Pasaba de hombre en hombre. Todos se peleaban por ella, discutían y muchas veces caían en una confusión de cuerpos transpirados.

Pero ella tenía un preferido. Era amable con todos pero con Manuel era... especial.

Aquella tarde Manuel la miraba diferente. El se atrevió a tocarla y ella corrió. Volvió a tocarla (que bien la tocaba) y ella corrió más ligero.

Estaba excitada y buscaba el momento de dejarse alcanzar. Siguió corriendo y, cuando sintió que el clímax la desbordaba, se dejó alcanzar. Manuel midió y le pegó una tremenda patada de zurda y de tres dedos que la convirtió en un proyectil. En un vals enloquecido y con certera comba, se estrelló en la red del arco contrario. Ella y miles de hombres estallaron en un orgasmo al grito de ¡goooool!

Manuel, su hombre, tirado en el área chica relajado y feliz, festejaba con sus amigos y seguramente ya no se acordaba de ella.

 

   

HORACIO LICERA

hlicera@rionegro.com.ar

   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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