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Domingo 11 de Noviembre de 2007
 
 
 
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  UN ANÁLISIS DE LA BIBLIOGRAFÍA
  Cómo se fue construyendo su figura
Las diferentes miradas sobre Ceferino sugieren distintas interpretaciones sobre su corta vida. La evolución de su estampa revela las distintas intenciones históricas que hubo en todo este tiempo.
 
 

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a figura de Ceferino ha despertado y despierta sobre todo en este momento, cercano a su beatificación, curiosidad. El centro del debate y las discusiones, que son necesarias y fundamentales, giran básicamente en torno a las diferentes miradas sobre su figura. Según dónde se mire y se analice surgirán distintas interpretaciones sobre su corta vida, pero sobre todo sobre su importante proyección. Estas cuestiones están además atravesadas por la piedad popular, que puso a Ceferino entre las devociones más populares, mucho antes que la Iglesia se hubiera pronunciado sobre sus virtudes. Evidentemente su análisis requiere de un abordaje complejo e interdisciplinario del que aun estamos muy lejos.
Nuestro aporte intenta comprender la construcción de su figura a través de las biografías que se fueron sucediendo en el tiempo. La bibliografía ceferiniana ha sido desde 1930 prolífica, variada y numerosa, de autores salesianos y por fuera de la Congregación, nacionales y extranjeras y ha abarcado además distintos géneros: la biografía propiamente dicha y sus distintas adaptaciones a historias ilustradas e historietas, el relato histórico, la novela, la poesía, el teatro y el guión cinematográfico. (Ilustraciones 1)
No buscamos escribir una nueva biografía, o documentar los hechos de su vida para confirmar o desmentir acontecimientos, aunque a esta altura es tanto lo que se ha escrito y repetido que no estaría de más una revisión de los documentos en búsqueda de nuevos datos, para quien se anime a hacerlo. Nuestro interés se centra en observar de qué modo, con qué objetivo y bajo que perspectiva, se escribieron las biografías de Ceferino, muchas de las cuales circularon y circulan en los colegios de nuestra región.
Hacia 1911 el Inspector salesiano José Vespignani, que había conocido de cerca al joven, elaboraba una circular, para quienes lo hubieran frecuentado y pudieran dar testimonio sobre su vida, para elaborar su biografía a través de un cuestionario minucioso. El objetivo de esta propuesta era despertar, por medio del modelo de alumno salesiano, “alguna vocación más”. Vespignani sentía que éste era un “reclamo” para escribir las crónicas del Colegio, la historia de las misiones salesianas y la misma Historia Argentina. El cuestionario, de 51 indicaciones, es sumamente detallado y sus precisas directivas señalan la construcción de una figura concreta: el alumno salesiano virtuoso.
Este camino siguió el primer biógrafo de Ceferino Namuncurá, el salesiano Luis Pedemonte con: Ceferino Namuncurá. Lirio de la Patagonia en la década del ‘30 y posteriormente con Vida y Virtudes, Una gloria argentina ignorada y El buen Ceferino, durante la década del ‘40. (Ilustraciones 2) Pedemonte fue el biógrafo más destacado y fecundo de estas décadas. Estas biografías tienen además la particularidad de ser ilustradas y adaptadas a niños y jóvenes, ya que buscaban enfatizar la aplicación del sistema preventivo salesiano, como sistema pedagógico propio de la Congregación; la difusión de lo que Don Bosco llamaba la buena prensa, por medio de textos moralizantes y edificantes y finalmente propagar modelos virtuosos de alumnos salesianos, tal como lo había hecho el mismo Don Bosco en Italia con Domingo Savio (1842-1857). Por fuera de la Congregación pero en esa misma línea, se encuentra la obra de Manuel Gálvez (1882-1962), publicada en 1947: El Santito de la Toldería (la vida perfecta de Ceferino Namuncurá). Su subtítulo deja a las claras su propósito. Durante esta etapa e incluyendo también la década del ‘50, circularon además historias ilustradas e historietas sobre la vida de Ceferino, siempre en la misma línea de exaltación de sus virtudes, por ejemplo: ¿Santito criollo? de Manuel Bello, (1945), Ceferino Namuncurá. El lirio de la Pampa. Compendio Biográfico, escrita por un ex alumno salesiano; Ceferino Namuncurá. Anécdotas y gracias (1955); El muchachito de Las Pampas, de Graciela Ajmone, ilustrado por Amado Armas (1953) y un número de Patoruzito del año ‘58 titulado ¿Dónde están los indios argentinos? Ceferino Namuncurá, el lirio de la Patagonia. (Ilustraciones 3). Uno de los objetivos claves de estas biografías era destacar cómo la educación salesiana había operado como motor del cambio y transformación de Ceferino Namuncurá de un niño indígena sin educación formal, a un joven virtuoso en camino de santidad: un “santito criollo” y una “gloria argentina ignorada”.
Si analizamos el conjunto de biografías ilustradas podemos señalar en términos generales, que en la descripción del contexto histórico, los textos intentan estereotipar al indígena que tras la conquista de la Patagonia, se encuentra en estado de subordinación y exclusión. Para esta línea historiográfica la conquista era un hecho “necesario” para la incorporación del territorio patagónico a la Nación y a sus habitantes originarios someterlos mediante la “civilización” o el exterminio. La superación del estado de “barbarie” de los pueblos originarios sólo podía darse, según sus autores, por la “civilización” y la evangelización. Advertimos aquí una particular narrativa en la historia de la frontera en la que los misioneros se posicionaban como intermediarios entre el Estado y los indígenas ante el violento proceso de conquista. Entre las prácticas de evangelización para los habitantes originarios, la educación a la hijos de caciques era una de las que había sostenido su continuidad con la evangelización de la época colonial. Por ello se explicaba como una cuestión normal la educación de Ceferino en un colegio como interno.
Las ilustraciones que acompañan las biografías entre 1940 y 1950 ocultan y borran los rasgos indígenas de Ceferino y aquellas contextualizadas en el marco del discurso nacionalista, buscan transformarlo en un “indio argentino”, en tanto su relación con otros actores sociales de su contexto (criollos e inmigrantes) y en cuanto a su incorporación al Estado-Nación. Especialmente en las biografías ilustradas por Amado Armas se advierte la transformación visual de Ceferino, de un niño con marcados rasgos indígenas a la de un joven blanco con rasgos suaves y hasta gardelianos: un joven de saco y corbata o un gaucho con poncho pampa. Sus rasgos se van suavizando a medida que van cambiando sus ropas: de las pieles indígenas al delantal del colegio, y de éste al saco y la corbata para viajar a Italia. Estas ilustraciones ponen énfasis en los cambios que han transformado para siempre su vida y su rostro: de su tribu al colegio salesiano, su vocación religiosa y sacerdotal y su muerte.
Hacia la década del ‘60 las biografías ceferinianas enfatizan, en sus títulos, sus textos e ilustraciones su procedencia autóctona. Es significativo el título de la biografía del salesiano Raúl Entraigas El mancebo de la tierra en contraposición a la de Manuel Gálvez. Pero dentro de las biografías breves e ilustradas, el texto de Teresio Bosco Ceferino Namuncurá, de 1975 que incluye ilustraciones de Amado Armas, ahonda en la situación de los indígenas antes y durante las campañas militares de 1879, a la que Bosco califica de “tragedia”. Allí describe el mal trato de los militares, la crueldad de la campaña y el panorama de muerte, exterminio, deportación, contagio de enfermedades y separación de familias. En medio de este desolador panorama, se destaca nuevamente, la figura de los misioneros salesianos como pacificadores y mediadores entre el Estado y los indígenas en defensa de éstos últimos. A pesar del giro historiográfico, que reconoce a la conquista como un hecho violento, más que como el acontecimiento “civilizatorio” de las biografías anteriores, el texto sigue identificando valores humanos con características étnicas a las que se denomina como “características de raza”. Nuevamente en función de la educación, el texto advierte que estas “características” deben ser modificadas y educadas, mientras que se deben reafirmar y enfatizar aquellas “proezas de su raza”, que identifican con características positivas, tales como: el valor, la familia, el respeto por la naturaleza, etc.
Los textos de las décadas del ‘80 al 2000 también repiten estas mismas condiciones relacionadas con su ser aborigen aunque profundizan el giro historiográfico de Bosco. Las biografías ilustradas de Emilio Barasich Mensajes de un joven mapuche (1986); Ricardo Noceti En la huella del Evangelio (2004-2005) y Bibiana Cassol Creciendo con Ceferino (2005), (Ilustraciones 4), reconstruyen inversamente el proceso anterior, como una suerte de revancha simbólica para subvertir un antiguo orden de dominación. En estos textos se enfatiza el ser aborigen de Ceferino, su camino de virtuosismo y santidad contrariamente con los textos de la primera etapa. De todos modos, debemos señalar, que aunque en estos libros predomina la foto, los dibujos no desaparecen y en algunos casos hasta se repiten los mismos dibujos de los textos de la década del ‘50, especialmente los de Amado Armas. También se incorporan las pinturas de Rodolfo Ramos (Ceferino vestido de gaucho con poncho pampa, sostiene una cruz formada por una lanza partida al medio y con la otra mano un libro) y Santiago Piazza (Ceferino levanta una antorcha y sostiene un libro mientras a sus pies por un lado, florece un lirio y por el otro hay un arco, una flecha y boleadoras). Estas pinturas reflejan más, en sus elementos simbólicos, el discurso historiográfico de las décadas del ‘30 al ‘60 que el de las nuevas biografías.
Los textos de Barasich (1986) y Noceti (2000 y 2004) son los textos con mayor cantidad de fotos originales. Estos textos vuelven al joven mapuche y enfatizan su santidad en su ser aborigen. Sus orígenes indígenas son los que lo popularizan, lo vuelven cercano, y lo transforman, como titula Noceti en su biografía, en “la sangre de la tierra”. En este texto Ceferino es presentado como un “hijo de Dios”, “orgulloso de ser mapuche y cristiano” que “crece en un ambiente típicamente mapuche” que “no se avergüenza de su condición indígena”. Ceferino “pertenece a una raza sufrida y es hijo de un ‘Lonco’ que lo ha dejado todo por defender los intereses y derechos de su gente”. Como modelo de alumno salesiano, de joven y de santo, estos textos lo acercan más a encontrar un modelo posible de imitar, antes que aquel alumno ejemplar, heroico y virtuoso de los textos de Pedemonte. Por eso Barasich intercala en cada capítulo, donde relata experiencias cotidianas de jóvenes, fotos de niños y jóvenes indígenas de la escuela-hogar salesiana de Junín de los Andes “Ceferino Namuncurá”.
En este apretado recorrido hemos observado cómo los propósitos de los biógrafos, la historiografía de cada período y la adaptación didáctica de cada texto, influyeron en la construcción particular de la figura de Ceferino Namuncurá. Las ilustraciones, dibujos, pinturas y fotos han sufrido el mismo proceso, acompañando o contradiciendo incluso el discurso historiográfico. La “invisibilización” o el énfasis en su ser aborigen han formado parte de esa compleja construcción, porque resulta imposible, sobre todo si queremos explicar la figura de un santo, que lo sustraigamos de la historia.

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MARÍA ANDREA NICOLETTI
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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