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Domingo 11 de Noviembre de 2007
 
 
 
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  EL PUEBLO DE CEFERINO
  Así se preparó Chimpay para recibir a los feligreses
Albergar una multitud de entre 100 y 150.000 personas es todo un desafío. Postales del vértigo de los días previos para ofrecer comida, agua, recuerdos... y baños.
 
 

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Falta una semana y el padre Ricardo Noceti está preocupado por los baños. No es que sea un obsesivo, pero sabe que es el tema más importante a resolver ahora que una multitud va a invadir Chimpay.
-Lo fundamental son los baños químicos. Uno puede pasar un día sin dormir, incluso sin comer. Pero no sin ir al baño.
Ofrece un amargo, se acomoda los lentes de aumento y suelta la pregunta que todos se hacen en el pueblo.
-¿Cuánta gente vendrá? Algunos dicen 100 mil, otros 150 mil... Sólo Dios sabe –dice y se ríe con ganas. El padre es un hombre delgado, de estatura mediana y sonrisa fácil, cálido y austero. Viste un pantalón de corderoy verde, un pulóver gris y usa un par de mocasines gastados. Su viejo teléfono suena una y otra vez en la cocina de su casa, pegada a la parroquia. Le piden alojamiento, libros, acreditaciones.

El párroco salesiano conoce a fondo la vida de Ceferino Namuncurá. Tanto que escribió La sangre de la tierra, 200 páginas con la biografía, pero sobre todo con lo que define como una nueva visión que rescata a los pueblos originarios: “Ceferino fue un mapuche cristiano y nunca podríamos entrar en el misterio de su persona sino conociéramos y valoráramos la cultura mapuche” –escribió.
Atiende otro llamado. Promete una cama, corta y continúa.
–Por eso lo primero es pedir perdón a los mapuches por la sangre derramada, por no haberlos entendido, por no saber entrar en su mundo.
A su lado, hay una imagen de Ceferino tallada en madera, de unos 40 cm. Se la regaló un escultor con quien inició una charla casual en una estación de servicio en una ruta entrerriana. Cuando advirtieron que compartían la pasión por Namuncurá, el hombre le contó su historia: padecía de tuberculosis ósea y tenía un hueso roto en la mano derecha. Fue trasladado a La Plata, lo enyesaron y luego regresó a Gualeguaychú. Serruchó el yeso y dejó de tomar la medicación. La mujer y la abuela le hicieron la Novena a Ceferino. Tres meses después el hueso se había reconstituido.
-¿Te das cuenta? Un milagro más grande que una casa. Pero como había fallecido el primer médico que dictaminó la tuberculosis no se pudo rastrear los antecedentes. Yo averigüé para mandar el caso al Vaticano. Pero sólo tienen que llegar casos muy redondos. No pudo ser...
 
CUADRILLAS EN ACCIÓN

Afuera hay mucho movimiento. Como si hubiera elecciones, cuadrillas de operarios municipales ponen todo en orden: las calles de ripio y las asfaltadas de los accesos, las plazas, cortan el pasto en las vías que verán circular otra vez a El Zapalero, el legendario tren que dejó de surcar la provincia a principios de los 90. Hasta se tapan pozos y hay arreglos en la banquina de la 22, un milagro que, dicen por acá, sólo puede conseguir Ceferino. Ya llegó el Ejército con dos puentes desplegables para que los peregrinos accedan a la isla de 14 hectáreas donde se hará la ceremonia. Sólo parecen continuar con su rutina los perros que duermen la siesta despreocupados sobre el ripio.
-Es un fenómeno creciente. Se nota por el movimiento de autos, de gente. Y por las ventas de la santería: se duplicaron en sólo un año -dice el padre Noceti.
En la santería también hay vértigo y muchas cajas en el piso con mercadería que espera ser ubicada en las estanterías ya ocupadas por llaveros, ponchos, jarros, cristales, pañuelos, imágenes, mates, termos, libros, vasitos plegables y muñecos, entre decenas de productos.
-Tampoco es un mercado persa. Es un servicio al peregrino abierto todo el año para que se lleve un recuerdo -dice Niní, ex maestra y directora de la Escuela 115 de la Colonia Santa Gregoria e integrante de la Comisión Ceferiniana. Ahora es la encargada de compras de la santería. María atiende al público. Está preocupada porque no encuentra las llaves de los baños.
-Lo primero que busca la gente cuando llega es el baño. Y claro, muchas horas de viaje -explica Niní, que tiene su propia preocupación: un pequeño ejército de Ceferinos que ocupan un amplio estante.
-Los hicieron en Italia. Mire los cachetes, la piel, la nariz respingada. Se parece más a Domingo Savio que a Ceferino. Tiene rasgos muy latinos y el cuello muy ancho. En los grandotes de yeso se nota más. Diga que la gente lo identifica más por el poncho, la cruz y el libro. En la cara mucho no se fija...
A propósito, Niní está contenta con los nuevos ponchos con la imagen del beato.
-¿A cuánto los pusimos, María? -le pregunta.
-85 pesos...
-85... No se si van a tener salida. Me parece que van a andar mejor los pañuelos del recuerdo de la beatificación.
–¿Cuánto cuestan?
–2,50. Este año tenemos algunas sorpresas. Por ejemplo el Ceferino del Tiempo, cuesta 5 pesos y cambia de color de acuerdo con la humedad. O estas imágenes de alabastro de resina sintética italianas. Ya se, me va a preguntar cuánto cuestan: 20 pesos.
–¿Y esas botellas?
–Son de agua bendita. Ojo, lo que se venden son las botellas. Y si está el padre las bendice. Tenemos dos bidones bendecidos por él. Se lo aclaro porque hay que separar bien las cosas: el agua bendita no se vende. ¿Qué le parece lo que vio?
–Tienen muchos productos...
–¿Vio? Tratamos de que haya variedad para todos los gustos y bolsillos. ¿Sabe una cosa? Parece que Ceferino Namuncurá está registrado. Sí... parece que el dueño del nombre es el propietario de una fábrica de tomates de acá atrás. Marta, una amiga, le quiso poner Dulces Artesanales Ceferino a su negocio, pero no pudo, no la dejaron.
-¿Y qué le puso?
-Dulces Artesanales Marta.

La santería es lo primero que se ve al entrar al Parque Ceferiniano, ubicado a orillas de un brazo del Río Negro, a un puñado de cuadras del pueblo, hacia el sur. En el centro, protegida por un vidrio transparente y un arco de ladrillos, la imagen de Namuncurá tallada en madera por el escultor roquense Juan Sánchez domina la escena.
Atrás, la flamante iglesia con forma de toldo mapuche. Y al costado, sobre pequeñas paredes de ladrillo, hay cientos de placas de agradecimiento de feligreses.

SUPERVISORES

A unos 600 metros, en su despacho, el intendente Hugo Funes vuelve a un tema central.
-Vamos a instalar cerca de 300 baños químicos. Pero acá lo fundamental es la capacidad de desagote. Podemos tener muchos baños, pero si no los desagotan... Por contrato las empresas se comprometieron a desagotarlos. Y exigimos la presencia de supervisores que lo verifiquen.
Hugo Funes es de San Luis, pero lleva muchos años en estas tierras. Corpulento y morocho, tiene un lejano aire a Hugo Moyano, el jefe de la CGT. Por estos días tiene mucho trabajo.
–Imagínese que a esta ciudad de 5.500 habitantes de repente van a entrar más de 100 mil personas. Y hay que atenderlas bien. Por eso salí a atajar el precio de los alquileres de casas.
–¿Cuánto pedían?
–800 pesos por día, una locura. No podemos andar con sobreprecios... Le doy otro ejemplo de cosas a resolver: el pan. Nosotros tenemos tres panaderías... ¿cómo hacemos para abastecer a la multitud? Ya tenemos una cadena con Choele... Y así todo.
–¿Usted cree en Ceferino?
–Claro. Una vez, en San Luis, me tiré a la banquina de la ruta por una lluvia torrencial. No me andaba el limpiaparabrisas. Miré la estampita y le dije a mi señora: “Nos tiene que ayudar el Cefe”. Y el limpiaparabrisas empezó a andar. ¿Sabe cuándo dejó de funcionar? Cuando llegamos a casa...
 –¿También le pide para las elecciones?
–Nooo. Eso se lo pido a la gente –responde con una sonrisa. Y ahora disculpeme, lo dejo, me voy a ver el tema del agua.
–La última, ¿cuánto se va a gastar en la beatificación?
–Entre un millón y un millón y medio. A medias con la Iglesia.

Por la calles de Chimpay también camina el padre Martín Dumrauf, antecesor del padre Noceti en la parroquia y hoy rector en Fortín Mercedes del Santuario María Auxiliadora, donde descansan los restos de Ceferino. “Río Negro” le consulta si la postura de Noceti acerca de que la beatificación es una manera de saldar las deudas con los mapuches expresa una opinión minoritaria en la Iglesia.
–Esto me hace acordar a Carl Jung y el inconsciente colectivo. ¿No será que con tanta devoción el inconsciente colectivo intenta saldar todo lo que les hicimos? Los destruimos, los hicimos desaparecer. Nuestros misioneros lloraban, decían que ellos eran más humanos que nosotros ¿No habrá algo de eso escondido? Como si quisiéramos decirles a estos hermanos, perdón, les hemos hecho tanto daño... ¿No será eso?

 

   
JAVIER AVENA
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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