BUSCAR       RIO NEGRO    WEB     
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
  podio
RURAL
DEBATES
GUIA OCIO
eH! HOGAR
ESPECIALES ON LINE
ECONOMICO
CULTURAL
ENERGIA
 
Domingo 11 de Noviembre de 2007
 
 
 
>>Ediciones ANTERIORES
   
  UN RECORRIDO POR SU VIDA
  Soñó con la redención de su raza
“¿Por qué no me llevás a estudiar a Buenos Aires?”, le pidió, a los 11 años, a su padre.
“Quiero ser útil algún día a mi gente”, acotó. “Dios quiera que puedas”, fue la respuesta.
 
 

Click para ver más fotos

El 26 de agosto de 1886 nace en Chimpay Ceferino Namuncurá. Su madre fue Rosario Burgos, una cautiva chilena.
Fue el sexto hijo de doce hermanos. Ceferino aprendió a hablar su lengua y a realizar tareas de campo.  Como todos los de su raza espiritualmente adoraba a Nguenechén, el Gran Creador para el pueblo mapuche.
A los dos años de edad estuvo a punto de morir ahogado, al caer al río Negro y ser arrastrado rápidamente por una fuerte correntada.
Recordaba su madre que el río lo devolvió milagrosamente a la orilla, donde fue rescatado por su padre.
A los dos años fue bautizado por el Padre Domingo Milanesio, el 24 de diciembre de 1888.  Su padre -el cacique mapuche Manuel Namuncurá- deberá sufrir la inestabilidad, la deslealtad y la falta de compromiso del hombre blanco con el cual había pactado condiciones de paz y supervivencia.
Namuncurá fue engañado y las tierras concedidas por el Senado de la Nación en las inmediaciones de Chimpay, fueron reemplazadas por las ubicadas en un paraje hoy conocido como San Ignacio situado al sur de la provincia de Neuquén, a orillas del río Aluminé.
Allí las tierras tenían un valor productivo inferior a las de Chimpay, en la zona del Valle Medio del territorio de Río Negro, que a su vez era un punto estratégico también para entrar en la Patagonia. En 1900, obligado a dejar esa zona, se produce la partida de Manuel Namuncurá y los suyos.
En la situación de miseria, de explotación, de opresión de su gente, estaba la voz de Dios. Ceferino cree y confía, porque en este camino, entre descubrimientos y consuelos, el cariño y las alegrías, en las noches de incomprensión y rechazo, de soledad y sufrimiento, Dios lo va guiando. No marcha solo, lo hace con su pueblo, nunca se desprende de él.
Ceferino no sólo se queda con la mirada de todo esto, sino que se anima a dar un paso más, un paso que implica una opción radical: “Papá. Cómo nos encontramos después de haber sido los dueños de esta tierra. Estamos solos sin amparo. ¿Por qué no me llevas a Buenos Aires a estudiar? Entre tantos hombres que hay allá, habrá alguno de buen corazón que quiera darme protección para que yo pueda estudiar y ser algún día útil a la gente de mi raza mi raza”.
“Sí, hijo -le dijo el padre, y lo abrazó y lo besó- y luego le informó: “Tengo muchos amigos en Buenos Aires. Por lo menos ellos dicen ser amigos... Haré lo posible por recomendarte para que puedas estudiar. La única cosa que quiero aclararte es que tienes que separarte de la familia, de los amigos. Te afligirás, pero no dirás que tu padre te ha abandonado o no acompañó tus deseos. Dios quiera, hijo, que puedas ser útil”.
 Ceferino con sólo 11 años se da cuenta de la situación real que vive su gente y de la necesidad y urgencia de buscar soluciones a los graves problemas que padecen los mapuches. Advierte que hay que capacitarse, abrirse a la cultura huinca, hacerse útil a su gente.

 

   
HÉCTOR JORGE COLAS
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006