La duplicación en menos de un año del precio internacional del kilo de lúpulo transformó en bonanza un negocio que venía en declive desde al menos 15 años atrás. Los escasos productores de la Comarca -nueve entre Chubut y Río Negro, de acuerdo a datos del INTA- han visto saltar el valor de u$s 4,50 a u$s 9 por kilo de flor (en bruto) y hasta u$s 10 en pellets. Ello apenas desde fin de 2006, principios de 2007, merced a la insatisfecha demanda mundial, donde los chinos son los primeros consumidores.
Es ahora cuando hay que pensar en invertir, pagar deudas y renovar infraestructura y tecnología obsoletas, de acuerdo a palabras de Alfredo Leibrecht, un conocido lupulero de ascendencia alemana que desde 1984 explota su chacra en Mallín Ahogado. Lamentablemente anticipa que esta cosecha no promete mucho; hubo heladas hasta avanzado noviembre y el calor intenso llegó tarde en diciembre: "Viene todo muy demorado".
De penetrantes ojos azules, sus 70 años de pelear en el difícil arte de la agricultura en nuestro país le han dejado la voz algo cansada y el tono escéptico.
Cuenta que uno de sus hijos tomó la posta en el manejo de la chacra, pero no se muestra optimista para ampliar la superficie que tiene con lúpulo (16 ha) en su propiedad de casi 78 ha. Fueron demasiados años de precios muy bajos que hicieron reducir las 400 ha de lupulares que había en la Comarca a solo 160 ha que existen en la actualidad. Opina que lo mejor es diversificar.
La mala racha que padecieron los productores de la zona les hizo distanciarse de la participación en la Fiesta Nacional del Lúpulo, que hoy finaliza su XXXIV edición, en coincidencia con el aniversario 82 de El Bolsón.
El brusco aumento de precio cambió también la relación de fuerzas en la negociación con Quilmes, poderosa y prácticamente única compradora que se lleva las aromá
ticas flores, razón y esencia del amargor característico de la cerveza. Ya el año pasado los lupuleros pudieron exportar a buen precio 40 toneladas a un acopiador de los EE.UU. por fuera de los requerimientos de la firma de capitales brasileños.
Una oportunidad que Leibrecht espera se mantenga a nivel mundial por unos años y que -estima- los productores no deben desperdiciar. Porque la infraestructura con que trabajan, es del subdesarrollo, expresa el productor sin alterarse.
Es necesario pagar deudas, cambiar espalderas (los mejores postes se traen de Entre Ríos), comprar nuevas cosechadoras alemanas o checoslovacas, renovar el monte viejo.
En su chacra, hace cuatro años Alfredo amplió la superficie con lúpulo en 2,5 ha, algo que podría parecer poco pero no lo es si se tiene en cuenta que por ha se producen 2.000 kilos y solo 0,5 gr se emplean para un litro de cerveza.
Otro de los inconvenientes que comparten con el resto de productores de la zona es la escasez de mano de obra, situación que también afecta a la fruta fina.
Para Leibrecht sería oportuno reactivar el laboratorio de análisis de lúpulo, instalado junto a la delegación de Bosques. Permitiría contar en todo momento con información precisa para los potenciales compradores.
-¿Por qué no ampliar la superficie de cultivo si la demanda está en alza?
-Pasaría lo que en los '80, cuando el precio subió y en los EE.UU. se plantaron 4.000 ha-. La mayor producción y las variedades de alta resina ocasionaron un desplome de los valores que se pagaban, al extremo que en 1994, el kilo se cotizó a solo u$s 2,60. "Sería matar la gallina de los huevos de oro, ¿no?", resume.
Como fuese, aun desde la perspectiva de Alfredo Leibrecht, que compartirían el resto de lupuleros ya instalados, cabe prever que en años venideros se diese un auge de nuevos cultivos.
