Las chacras del Idevi son un símbolo de la producción intensiva en la región. En espacios reducidos se concentran vacunos, se explotan miles de hectáreas de cebolla, frutales, alfalfa y otros productos agrícola ganaderos. Entre tanta diversidad económica, un sector de esa amplia franja verde e irrigada, es un remanso de naturaleza bruta, un oasis con mínima intervención humana.
Allí, inmersos entre las parcelas delimitadas para la explotación rural, pero destinados a la generación de vida -no con un objeto comestible ni extractivo, sino simplemente para ser observada-, permanecen intactos miles de metros cuadrados inunda- dos, convertidos en humedales, en hábitat de cientos de aves que conviven sin riesgos, libres y conformando una pintoresca avifauna.
En ese marco, las coloridas colonias, se disparan por el aire ante la mirada absorta de los visitantes, desarrollan sus ruidosos vuelos y vuelven a descansar sobre las someras aguas fangosas. Como nubes que varían su color ante el reflejo del sol, los pequeños chorlos migratorios recorren el sitio, y luego se posan para buscar su alimento.
Los patos de los más diversos tipos, conforman grandes poblaciones que con su picos "cuchara" y su plumaje característico le aportan un especial matiz a las lagunas.
A lo lejos, el blanco resplandeciente sobre un manto verde, indica la presencia de decenas de gansos que caminan sin apuro a la orilla de otro cuenco natural. Una lechuza vizcachera, estoica y en alerta, observa desde un poste la escena, como un turista más. La garza blanca, camina sobre zancos estirando el cuello y llevando el pico hacia el cielo y hacia el agua, en busca de su alimento.
Una mancha marrón provoca una estela que rápidamente llama la atención en las inmóviles aguas del estero y se pierde bajo un solitario chañar cuyo tronco se sumerge varios centímetros. Es un coipo, un ejemplar de roedor de agua parecido a una nutria, que apenas asoma en la sombra y mira desde lejos.
Palomas, horneros, benteveos y otras 150 especies de aves diferentes, que pueden ser observadas en una simple recorrida por el lugar en un par de horas, constituyen la impresionante avifauna que, gracias a la preservación, la ausencia de amenazas y la abundante existencia de agua, se ha consolidado allí y que permite la tentadora experiencia de participar de safaris fotográficos y de avistajes a apenas 20 kilómetros de esta capital.
Preservación
La propuesta, denominada Humedales del Idevi, es desarrollada por Edgardo Intrieri, un técnico naturalista que con el apoyo del DPA, el instituto de Desarrollo del Valle Inferior y la Legislatura lleva adelante este emprendimiento familiar en el campo que posee junto a su padre.
"Por un lado, la idea es generar conciencia de la necesidad de preservar la naturaleza del impacto de la acción humana. Este sitio, antiguamente era una gran laguna -denominada la Laguna del Juncal- que llegaba hasta cerca del cruce con San Antonio", cuenta Intrieri, que trabaja como asesor ambiental en el parlamento rionegrino.
Hace casi una década, junto con su familia compraron este campo de 170 hectáreas de las que unas 30 hectáreas permanecen anegadas. Por otro lado, el lugar también puede ser aprovechado como un indicador de contaminación. "Si acá aparecieran aves muertas es porque en el Idevi los niveles de uso de agroquímicos serían incompatibles con la vida. Por eso creemos que este lugar podría ser utilizado para estudios científicos", relata el impulsor.
Al adquirir la propiedad, la disyuntiva era intervenir y modificar el sitio para explotarlo con agricultura o ganadería o conservarlo y mejorar las condiciones para que las especies existentes permanezcan y otras se asienten. "Optamos por dejarlo como estaba, ni siquiera desmontamos las islas de chañares, que se pueden utilizar como refugios para mimetizarse y desde allí fotografiar los pájaros de las lagunas", sostiene Intriere.
El proyecto ya tiene cinco años de vigencia. "Estamos invitando a las escuelas y a los jardines para que vengan a conocerlo, creemos que la mejor forma de generar conciencia es con los niños más chiquitos", expresa el técnico y propietario del lugar.
Además, en el espacio se ofrece la posibilidad de hacer cabalgatas, participar de excursiones guiadas o ingresar al predio y permanecer allí simplemente observando o tomando fotografías. "Para los turistas el costo es de entre 10 y 50 pesos por persona, según lo que quieran hacer, las escuelas vienen gratis", explica Intrieri.
La intención, según el propietario, es descubrir y transmitir a los más chicos la idea de que es posible divertirse sin matar o perseguir a los animales. Sino simplemente observándolos y fotografiándolos, lo cual, además permite que cada vez sea más amplia la población. "Y además, después de una tarde acá, es posible recargar el espíritu de buenas sensaciones, recuperar el contacto con la naturaleza y la paz que ella transmite, las imágenes que uno se lleva en la cámara o en la memoria, el sonido del aleteo de los pájaros y sus cantos diversos son impresiones que uno difícilmente pueda olvidar", describe con genuino entusiasmo.