Pasan inadvertidos. Pero lejos de ser sujetos pasivos, cada uno con sus cosas, se han convertido en motivadores del desarrollo y de la construcción comunitaria.

Desde una motivación personal, desde los valores culturales o del desarrollo de destrezas, todos aportan su granito de arena.

En la interacción grupal barrial hay dos protagonistas: Alicia Lamas y Rebeca Pajón, integrantes de la Junta Vecinal de los barrios América y 20 de Junio. Ellas se plantearon como el primer desafío coordinar acciones en torno a intereses comunes y descubrir capacidades de los adolescentes, tomando en cuenta la falta de oportunidades laborales. "Vimos que la convivencia social de nuestros barrios de propiedad horizontal estaba en riesgo, y por lo tanto echamos mano al aprendizaje de un oficio como el del ayudante de panadero", comentaron.

Consideraron que "los chicos están encantandos y al parecer la idea se extendió por otros barrios porque creció la demanda" y fue necesario recurrir a organismos nacionales y provinciales para conseguir recursos.

Las actividades se desarrollan en la sede de la Junta que cuenta con un horno industrial, y con la ayuda de un panadero que está prestando colaboración como instructor del curso.

"Tenemos que aprovechar que en nuestra jurisdicción funcionan una Escuela de Oficios y la Escuela Industrial, porque al complejo necesitamos dotarlo de iluminación pública. Tenemos dos desafíos por delante. Hacer que los chicos del curso confluyan en un microemprendimiento y que nuestros vecinos aporten algo de dinero para los sistemas lúminicos y luego se comprometan a cuidarlos para su propia seguridad", concluyeron.

Por su parte, Matías Ubeda es profesor de Educación Física. Tuvo que remar contra la corriente para hacerse entender cuando, desde lo deportivo, tomó el compromiso de contener a varios adolescentes en conflicto con la ley recluidos en el Hogar Pagano. A su entender "a través del deporte podemos observar las manifestaciones y conductas de las personas, y se pueden hacer todo todo de análisis".

Con esta premisa indagó en el interior de un joven que golpeaba y agredía a los compañeros. Le planteó enseñarle boxeo pero con el objetivo de establecerle límites. "Como a vos te gusta pegar te voy enseñar", recordó. Empezó a llevarlo al gimnasio con la idea de que el chico comience a tener responsabilidad a partir de un marco distinto con horarios establecidos, metas a cumplir y disciplina en los fundamentos. "Conseguí que la agresividad reprimida la pueda controlar en un ring. Hoy este muchacho anda cerca de los 20 años y pudo encaminarse en la vida", apuntó.

El mismo desafìo se planteó con un grupo de niños abandonados que consiguió meter a una pileta y enseñarles a nadar; agregando a sus actividades comunitarias un pequeño plan de fortalecimiento e integración para chicos con capacidades diferentes. "Estos fueron verdaderos desafìos que emprendí sin buscar los resultados", dijo al evaluar su accionar. Pocos días atrás, sin saber cómo funcionará, decidió radicarse en El Bolsón, donde dice que tiene "mucho por hacer".

escuela para perros

A la hora de conocerse todo lo que se puede aplicar en la convivencia con una mascota, cómo funciona una jerarquía, cómo interpreta un perro los gestos de un humano, Horacio Osterman aparece como educador.

Dice sonriendo que le preguntan hasta si es cierto que el perro que ladra no va a morder. "Debo reconocer que también se educa al dueño, porque éste sufre un proceso de adaptación al animal", cuenta.

Osterman se inició 12 años atrás como adiestrador aficionado, y cuando tuvo su primer mascota y debió recurrir a quien fue su maestro el cordobés Daniel Assef. El principio fue que le llamó la atención cómo los perros comprendían cosas que en la realidad no se tienen presente.

Hoy adiestra y cuida alrededor de 25 perros. Con su ovejero alemán se consagró el año pasado campeón del Torneo Norpatagónico de Adiestramiento Básico.

Con los años aprendió a ver cómo, primero, son los dueños; y demostrar que el interés está en un doble trabajo de entender a los propietarios y sus mascotas. "Veo el placer del buen resultado porque logré muchas veces un reconocimiento al tratar de que las cosas salgan bien, y lo noto porque siempre me vuelven a llamar cuando hay que atender a los canes o me recomiendan a amigos", explica.

Se mostró sorprendido que "algunos dueños se quedan con que el perro ama más al instructor que a ellos, pero hago todo lo posible para el liderazgo quede en quien compró la mascota".

Osterman trabaja ahora en un proyecto que se presenta como una verdadera utopía, pero con gran predicamento: crear la primera escuela patagónica de perros "lazarillos".