Los indios Gününa-Küne eran los dueños de casa de este sector de la Patagonia irrigada por el río Negro. Le abrieron las puertas a los españoles con Francisco de Viedma a la cabeza para que se instalaran aquí en 1779. Con él llegaron los primeros contingentes de negros y de presidiarios. Luego se sumaron los corsarios antecediendo la guerra con Brasil que arribaron con africanos.
Años más tarde se sumaron los italianos, una gran migración extranjera en 1880, entre 1910 y el 30 los alemanes desde otras colonias como de Coronel Suárez o La Pampa y finalmente esta zona recibe una gran migración interna, sobre todo, de la Meseta de Somuncura ante la provincialización de Río Negro y la designación de Viedma como capital en la década de 1960 que también generó la radicación de técnicos, profesionales, trabajadores de la construcción y administrativos.
En una extremadísima síntesis, así se armó este presente demográfico de la Comarca Viedma Patagones.
Jorge Bustos, director del Museo Histórico de Patagones "Ema Nozzi" y reconocido profesor de Historia, dio vueltas las páginas desde la fundación y graficó los grandes procesos que dieron origen a esta población nutrida de una variada migración de distintos colores y lenguas que durante los primeros largos años fue forzada desde los españoles que llegaron entre 1779 y 1783. Les dijeron que iban al río de la Plata "que era cierto pero no imaginaban que su destino final era Patagonia que celosamente había ocultado España porque de lo contrario nadie hubiera venido a esta tierra mítica y de gigantes tal como la consideraba el vulgo aunque no los instruidos, que sabían perfectamente cómo era. Habían llegado voluntariamente pero no al lugar elegido".
En 1779 son soldados y empleados de la corona los que llegan con el fundador Francisco de Viedma. Algunos barcos arribaron con esclavos y presos. Bustos recordó la década de 1820 como otro momento migratorio que inició un proceso de presos sociales al calificar como un lugar de presidio esta aldea entre 1820 y 1880, a donde llegaban personas a cumplir condenas tanto por delitos como ebriedad, vagancia, abigeato como de múltiples homicidios "porque de acá no se podían escapar. Esto era como una cárcel sin barrotes, una isla. De un lado las lanzas y del otro el mar".
Los indios cedieron a la Corona una lonja de 50 kilómetros de largo y 15 de ancho, desde la desembocadura hasta San Javier. "Acá sólo se podía entrar y salir en barco, de manera que los presos deambulaban por la aldea y apenas bajaban del barco se presentaban al escribiente que estaba en el muelle y si ese día querían comer se tenían que conchabar con alguna gente que ansiosamente los esperaba porque hacía falta mano de obra en las barracas, las salinas, con comerciantes o hacendados".
En 1827, en el marco de la guerra con Brasil, se produjo otro movimiento con la llegada temporaria de los corsarios que también trajeron africanos que se sumaron a una población donde los deportados eran alrededor del 30% en Patagones, mientras que la raza negra llegó a integrar el 40% de esta comunidad.
Entre 1820 y 1830 esta aldea albergaba a algunos de sus primeros pobladores, sus descendientes y comerciantes portugueses, ingleses y franceses. Por las calles deambulaban distintas etnias de indios, de africanos, hacendados, corsarios y reportados cada uno con sus idiomas.
"En realidad nada era al azar porque en los barcos se los mezclaba a propósito para evitar que hablaran entre ellos y pudieran complotarse. El panorama de idiomas distintos era una verdadera babel con decenas de lengua pero también es cierto que la gente era muy mundana, por ejemplo, los indios hablaban tres y cuatro lenguas", subrayó.
Conquista de dos caras
En la década de 1860 llegaron los italianos que se radicaron en Cubanea -los Sacco, Malaspina-, mientras que hacia 1880 se produjo otro interesante movimiento migratorio desde Buenos Aires en el marco de la Conquista del Desierto que tuvo la cruenta cara del golpe sobre los pueblos originarios "en la que hubo una deliberada acción del Estado por desestructurarlos socialmente y aún como familias para quitarles toda posibilidad de resistencia; y la incorporación del territorio patagónico al Estado nacional.
En ese momento Patagones dinamizaba la economía de los indios de la Patagonia. Había un contacto muy profundo entre la población criolla y ellos que vendían su fuerza de trabajo como peones de campos en las señaladas, esquila trasformándose en la preferencia a la hora de contratar mano de obra.
Necesitaban la moneda porque ya circulaba el metálico como forma de pago, no sólo el trueque. Con los años pasaron a formar parte del naciente proletariado rural.
Hasta 1878 hablar de Patagones era símbolo de las dos orillas. A partir de 1960 con la provincialización del territorio nacional de Río Negro, esta zona vive la última oleada migratoria, en este caso interna de técnicos, profesionales, trabajadores de la construcción, servicio doméstico, administrativos y una importante población desde la meseta de Somuncura que generan la conformación de las villas del Carmen y Lynch de Patagones.
Hacen punta las mujeres porque el trabajo doméstico era lo que más se demandaba y detrás vienen los hombres, empujados por una caída en el precio de la lana, grandes nevadas y pestes que generaban pérdidas importantes de animales.
