El barrio Lavalle, al que luego se sumaron Mi Bandera, el Loteo Silva, Las Tablitas, el Nehuén y el más reciente 30 de Marzo, son fruto de la postergación y la pobreza. Distantes unos cuatro kilómetros del centro de la capital provincial, desde los años 70 a la fecha se han consolidado como una pequeña ciudad en sí misma, con entre 15 y 20 mil habitantes, sus divisiones en sectores y sus problemáticas.

Los primeros habitantes recuerdan que esa franja urbana comenzó a conformarse alrededor de la Unidad Penitenciaria Federal que se creó allí hace más de 30 años. En sus cercanías se asentaron algunos uniformados que trabajaban en el Penal, familiares de detenidos y luego empezaron a arribar habitantes de las zonas rurales, de la Línea Sur y de países limítrofes que arribaron con esperanzas de un futuro mejor, sin chances económicas de ubicarse en las zonas más céntricas.

Creció así un conglomerado con gran heterogeneidad socioeconómica. Matices que, por un lado, le otorgaron una diversidad cultural vastísima y colorida, pero que, por otro, potenciaron la segregación. La década del 90, con altísimos niveles de desempleo, la abrupta caída de la escolarización y las carencias profundizadas en todos los aspectos, hicieron mella en un tejido social que se resintió en extremo.

La recuperación económica del barrio en el último lustro no incide aún en la merma en los conflictos entre las familias y los diferentes grupos. La educación, con la imperiosa necesidad de un edificio secundario, emerge como una alternativa clave para revitalizar el barrio. El crecimiento de la oferta universitaria en la zona y el acceso de habitantes del sector a esa posibilidad de formación, son un paso hacia un futuro más alentador. Pero son apenas pequeños avances, en un camino largo del que aún restan tramos clave para la recomposición del entramado social.

Conflictos menores

Las voces consultadas coinciden en que la escalada de violencia en el barrio tiene su inicio en los conflictos menores. Las peleas de la vida cotidiana entre vecinos, entre padres e hijos, por situaciones de discriminación, por ruidos molestos, por malos entendidos, van generando un clima hostil del que, con el tiempo, emergen grescas de proporciones, grandes bataholas que son las que llegan a las páginas de los diarios y que repercuten en toda la ciudad.

La voz de Susana Salamanca es clave para analizar la situación del barrio. Es la presidenta de la Junta Vecinal desde hace 12 años y reside en el lugar desde hace 25, casi desde su creación.

"El sector de mayor poder no reconoce que existe la pobreza. Muchos de nuestros vecinos no han podido educarse, la mayoría ha tenido voluntad de aprender pero la situación socioeconómica se lo impidió", asegura.

María José Donovan es una referente social que participó de un taller tendiente a la resolución de problemas entre vecinos. Ella sostuvo ante "Río Negro" que "uno de los problemas es la diversidad cultural que provoca mucha discriminación. Uno de los proyectos es abordar la diversidad cultural como virtud, valorando la presencia de familias de chilenos, bolivianos, de la Línea Sur y del gran Buenos Aires, que se han radicado en el lugar".

Sin agresiones

Por otro lado, desde la Junta Vecinal y desde los talleres que dicta María José para los jóvenes del barrio, se trata de "no dejar pasar las agresiones verbales o físicas, es una manera de empezar a controlar los conflictos acá, en este espacio por lo menos".

Y en ese marco, junto a Inés Morales, también integrante del proyecto Proniño, plantean la cuestión educativa como paso clave para empezar a desandar el camino de la violencia y transformar en palabras y consensos, los golpes y las agresiones.

Por su parte, Nancy Cévoli y Gabriela Castro, directora y vice del secundario, cuentan que las situaciones de violencia son un problema a resolver. Los jóvenes que no asisten al colegio, por ejemplo, desde el exterior del edificio muchas veces provocan y cargan a los del interior.

"A los que estudian los miran como bichos raros", afirman las directivas.

El secundario, en este barrio, funciona desde las 18 hasta después de las 22. "Cuando mi nena termine, ni loco la mando acá", dice el papá de un alumna de séptimo que espera a la salida de la escuela primaria.

"La construcción del edificio tendría que haber sido no ayer, sino hace años", afirma Susana Salamanca, presidenta de la Junta Vecinal, quien gestionó la creación del secundario. Por eso, mientras se proclama que la Educación es la clave para reconstruir el tejido social, en lo hechos no se quitan los obstáculos para que el acceso a ella sea posible para todos. La discriminación se extiende a distintos ámbitos. "¿Allá estás?", me preguntan mis colegas cuando les digo que soy directora de la Escuela 309", dice Sandra Nuñez.

"Una compañera de mi hijo, en otra escuela, antes era alumna acá. Cuando le pregunté a mi hijo si la tenía de compañera me dijo que sí, pero que le había dicho que venía de la Industrial. Niegan su origen", dice Nancy Cévoli, directora del secundario.

Los medios también han colaborado, sin quererlo, en estigmatizar el barrio. Walter Carriqueo, periodista de Radio Encuentro, que suele cubrir acciones en el barrio, cuenta que "días atrás un dirigente del club Lavalle -que participó por primera vez del Torneo del Interior con buenos resultados- me decía que por lo menos en estos meses el barrio es mencionado en las páginas deportivas". El licenciado en Comunicación Social indicó que "los periodistas, en general, van cuando hay allanamientos y siempre la fuente es la policía, pero no es culpa de los propios periodistas sino a veces de que no tienen en qué movilizarse hasta allá, o en los medios les exigen demasiadas notas e ir al barrio lleva mucho tiempo, entonces prefieren quedarse en el centro y hacer varias notas en los organismos que funcionan ahí", dice.

Los habitantes del lugar lo notan claramente. Están lejos de los medios que sólo aparecen cuando hay hechos de sangre. Mientras tanto, la comunidad persiste con sus acciones culturales y sociales. Un buen número de sus habitantes sueña con un futuro mejor para el barrio.

La educación es, sin dudas, una herramienta clave para ese desarrollo. El paso obligado es la construcción del edificio del secundario para que funcione en un horario normal.

La generación de más puestos de empleo y la resolución de los conflictos internos, harán que la calidad de vida en el Lavalle y su zona de influencia, mejore con el tiempo y que sus logros se vean reflejados como noticias, tendiendo a desaparecer de la sección "Policiales".