Recorrer las calles de la ciudad, del casco histórico, de la renovada costanera; llegar hasta alguno de los miradores desde donde se conjugan las vistas de los árboles, las casas de madera y piedra y las aguas del lago lácar en el fondo, es un privilegio tanto para los miles de turistas que llegan desde diversas partes del país y el mundo, como para cada uno de los vecinos que habitan y dan forma a esta bella localidad cordillerana.
Ingresar al Parque Nacional Lanín es despertar los sentidos, es descubrir vida permanente en su biodiversidad, en sus paisajes, en sus propuestas, en su variedad de verdes cada verano, o en sus ocres, amarillos y rojos en los otoños. Por donde se acceda las propuestas son numerosas y, en general, con un alto nivel de servicio por parte de los prestadores turísticos de la ciudad que desarrollan sus actividades o excursiones dentro de esta área protegida.
Y la naturaleza se brinda de tan alta forma que uno puede pensar o sentir si desea disfrutar de los lagos, montañas, o de las aguas cristalinas que golpean y golpean a las piedras en los ríos de cordillera, de manera contemplativa o activa. O, como lo hace la mayoría, en forma combinada. Algunos días un picnic, un té regional, un asado al pie de un lago, la compañía de un buen libro, una charla, un fogón, son simples excusas para mirar, adentrarse, hacerse uno con la naturaleza, disfrutar del sol o de las estrellas, que en algunos rincones del Parque se ven como en pocos lados.
Otros días, la propuesta se hace activa y me entremezclo a fondo con la naturaleza a través de una cabalgata o un descenso en mountain bike por algún sendero montañoso, o me peleo con las aguas del río Aluminé a través de un rafting, o me dejo llevar por las numerosas alternativas que proponen los empresarios de esta localidad.
En invierno, cuando la ciudad y la montaña se tiñen de un blanco apasionante, los colores explotan en el cerro Chapelco, cuando snowboardes y esquiadores salen a las pistas, desafiando a la mejor nieve. Toda la familia encuentra actividades preparadas a su medida. Los paseos en trineos tirados por perros siberianos, las caminatas en raquetas de nieve, las motos que se deslizan en el circuito blanco especialmente diseñadas para ellas.
San Martín de los Andes es rica en su gastronomía. La variedad de platos y restaurantes, la diversidad de productos para las distintas horas del día hacen que sea valorada especialmente por los platos que llegan al comensal en algunas de las más destacadas propuestas gastronómicas.
Las carnes de trucha, ciervo o jabalí, conforman los platos regionales, muchas veces acompañado por una salsa agridulce realizada en función de las frutas dulces de la zona. Los chivitos y corderos al asador son un clásico de varias parrillas de la ciudad. Las picadas regionales, compuestas por tablas que contienen productos ahumados. Chocolates caseros, dulcer artesanales, mieles del sur y otros tantos productos que distinguen a esta localidad y la hace inolvidable.
Los veranos son cada vez más cálidos y las actividades en el agua, en las playas, son año tras año más convocantes. Sobre el lago Lácar, además de la que baña las orillas de la ciudad, se destancan Quila Quina, a unos 17 kilómetros del centro, a donde se puede acceder en auto o en lancha, navegando el lago. Protegida del viento y con una suave arena, es la preferida de muchísimos visitantes. El paisaje es de ensueño y la desconexión de las actividades cotidianas está asegurada.
Otra playa indispensable a la hora de elegir los lugares a descubrir es Yuco, casi enfrente de Quila Quina, en el camino que va hacia Hua Hum, donde termina el lago, econtrará unos piletones naturales formados por grandes piedras y un bosque nativo con una increíble variedad de especímenes. Las aguas son más cálidas y las opciones a recorrer y conocer desde allí son varias.
Los que tienen chicos pequeños eligen Playa Bonita en el lago Lolog, cuyas arenas se extienden hacia adentro de un lago que no muestra su profundidad por cientos de metros, lo que lo hace uno de los más seguros para los niños.
Las playas del Huechulaque, del Paimún, del Falkner, del Hermoso y de Meliquina, son algunos otros espejos de agua a descubrir y disfrutar en San Martín de los Andes, el lugar donde la naturaleza está intacta y las posibilidades son innumerables. Un años más, pero linda como siempre.