Es uno de los deportes más populares de la ciudad. Hay 32 canchas para alrededor de 110.000 habitantes, cuando Neuquén, por ejemplo, dispone de 45 para unas 260.000 personas. Una de las principales sedes de la movida es el Tenis Club Roca, enclavado en un predio de dos hectáreas al este de la localidad sobre la avenida Mendoza y rodeado de nuevas casas que evidencian el desarrollo inmobiliario.

Con cinco canchas de polvo de ladrillo, la cercanía con el centro es una de las razones de su poder de convocatoria para los 200 socios y alumnos que juegan y toman clases y los 70 tenistas mayores de 25 años que disputan la Liga, un torneo que se disputa los fines de semana durante buena parte del año en distintas categorías con jugadores de todo el Valle. Por las tardes, los alumnos del lindero colegio Siglo XXI invaden las instalaciones.

Pero si el club queda cerca, Roca queda lejos de los grandes centros tenísticos del país: la provincia de Buenos Aires, la Capital Federal, Córdoba y el sur de Santa Fe, donde surgieron la mayor parte de los integrantes de la legión argentina y en las que hoy se entrenan y se perfeccionan los deportistas mejor ranqueados.

Por eso Caio Pieroni (48) -propietario del club y de la academia que lleva su nombre- quiere crear en Roca un centro de alto rendimiento que forme jugadores en la Patagonia y que los convoque a partir de una línea imaginaria que una el sur de Chile con Puerto Madryn. Para lograr ese objetivo, cuenta con su staff de profesores (Laura Barral, Marcela Rodríguez -dedicadas a las damas-, Ricardo Melo -a cargo de los menores-, Diego Ramírez, el preparador físico Carlos Heredia y Miguel Atie como colaborador en Neuquén), el aval de Diego García, coordinador nacional de capacitación de profesores de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) y el compromiso de Martín Rodríguez (ex coach de dos top ten como Guillermo Coria y Fernando González) de brindar sus conocimientos a los mejores de la academia.

También suma el aporte del entrenador Jorge Giordano del Sporting Club de Córdoba y mantiene un programa de intercambio con el Club Sport de Villa María (Córdoba) que conducen Marcelo Ingaramo (67º en el ranking de la ATP en 1986) y Carlos Ronco: en el verano los chicos de Roca viajan 15 días para hacer la pretemporada con ellos y luego vienen 15 días los cordobeses.

Uno de los que viajó fue Joaquín "Tití" Salicioni (14), una de las promesas de la región. De excelente defensa y un gran revés, hoy ocupa el puesto 23º en su primer año en el ranking nacional Sub 16 y está 5º entre los de 15 años. Joaquín ya tuvo sus primeras experiencias en el exterior al jugar en Paraguay y Chile en el circuito sudamericano Cosat. Su familia tuvo que extremar el ingenio y el esfuerzo para solventar los gastos. Entre otras cosas, con la venta de presas de pollo cocinadas en horno de barro.

En junio de este año, Adolfo, el papá, envió un mail a todos sus contactos en el que explicaba que el emprendimiento gastronómico tenía el objetivo de financiar la carrera de su hijo. En forma paralela, Caio hizo gestiones en la municipalidad en busca de apoyo. "Me respondieron que el tenis no era prioridad", dice. "Y es cierto, no lo es: ni en la ciudad ni en la provincia. Es una pena: Joaquín es el único proyecto que ha surgido en años, pero no hay para él ni un tubo de pelotitas...".

Caio apura su cortado y cambia de tema. Entre sus orgullos, menciona el de asistir a cursos de la AAT y de la International Tennis Federation (ITF). Y también el Programa de Tenis Escolar que por tercer año consecutivo se desarrolla la Escuela del Valle, clases en cancha mini para chicos de 1º a 7º grado que se extenderán al secundario. "Hay una cultura que cambiar: en Japón en los colegios tienen dos horas de entrenamiento físico todas las mañanas. Acá, las clases de gimnasia son de 45 minutos..."

Pieroni es de Corral de Bustos, el mismo pueblo cordobés de Oscar Ruggeri. Conserva la tonada mucho más que el campeón del mundo del 86 y en Sólido deportes, su negocio, muestra fotos y camisetas del futbolista.

Es profesor de tenis desde 1980 y se afincó en Roca en 1987, tiempos en que los chicos pasaban el día en el club. "Eran otras épocas, ahora todo pasa más rápido: la compu, la play, las salidas". Tiene tolerancia cero con los celulares: "No puede ser que en medio de la clase mandes un mensaje". Con el tiempo, aprendió a manejar la ansiedad de los padres: "Les pido apoyo para que vayan a los torneos, pero del juego me encargo yo y esa barrera no se puede cruzar".

Último sorbo. El tema es otra vez la distancia: "Estamos lejos en kilómetros, pero en conocimiento y nivel de enseñanza, no", dice mientras se despide: lo esperan en el club: "Ya no hay subcomisiones que se pongan la camiseta. Ahora te tenés que ocupar de todo vos: la luz, los postes, el polvo de ladrillo... todo".

todo cambia

La otra gran sede del tenis de la ciudad es el Deportivo Roca. En el predio ubicado a metros del cruce de la Ruta 22 y avenida San Juan hay nada menos que 11 canchas de polvo de ladrillo, el mayor complejo tenístico de la Patagonia. Y un grupo de profesores encabezados por Carlos Bestvater, con 35 años de experiencia en la enseñanza.

Cuando empezó, el tenis era para pocos y se tomaba el te con masas a media tarde en el club. Pero pasó el huracán Vilas y el deporte de elite se transformó en popular. Era un chico de 12 años aquella vez que estaba de vacaciones en Mar del Plata y tomó clases con Felipe Locicero, el profesor del gran Guillermo que en 1972 aún no era famoso. ¿Cómo consiguió al mismo entrenador? Gracias a su madre, que se lo pidió asomada a una ligustrina, con esa graciosa impunidad con la que se mueven algunas damas. Don Felipe lo llevó al frontón y le enseñó durante una semana. Pero no le permitió entrar a las canchas del Náutico. Por entonces, sólo se pisaba el polvo de ladrillo después de muchos días de práctica contra el muro de cemento.

Con ese bagaje volvió al Valle. Y a los 15 ya daba clases. Ahora, sus viejos alumnos ya son padres y lo visitan con sus hijos. Y en el medio, todo cambió.

Ya no hay te con masas sino apuro por mostrar lo que pasó en Facebook. Los chicos ya no se pasan el día en el club sino apenas las horas que toman clase, mientras los padres esperan en el estacionamiento y tocan la bocina cuando ven que terminan. Después de un gran golpe del tenis argentino ya no hay un aluvión de alumnos: ya no despierta nuevos adeptos que Del Potro gane el US Open o que el equipo nacional llegue a la final de la Davis.

Lejos están los años en que las hazañas de Gabriela Sabattini contagiaban a decenas de chicas que querían ser como ella. Ahora es muy raro que haya chicas en los torneos Sub 10 o Sub 12. Y así como es distinta la velocidad de aprendizaje, también lo es la de deserción. "Aprenden un año, desaparecen, vuelven a los 15. Hay baja tolerancia a no tener éxito", dice Bestvater.

La paradoja es que entrena a un grupo sub 12 de alto nivel. "No hay en Valle otro grupo así", dice Carlos, orgulloso. "Hay varios que pintan muy bien, pero en este deporte nunca se sabe. No basta con la técnica: la evolución depende también de la inteligencia natural, del instinto, de la lectura de cada peloteo. En suma, de saber jugar..."

Los años le enseñaron que es menor manejar los tiempos para que nadie se canse: "Siempre se tienen que quedar con ganas de estar más tiempo en la cancha". Y, al revés que Locicero, le escapa al frontón hasta que los chicos no tengan los golpes bien afirmados: "La pelota vuelve muy rápido y puede generar vicios técnicos para tratar de pegarle", explica. Y así como le basta un golpe de vista para detectar si un alumno camina hacia la clase irritado o alegre, también le alcanza mirar el cuadro de un torneo interclubes para advertir quién apuesta a ganar como sea y quién no. "Nunca faltan los pícaros que estiran el reglamento para poner sólo a los mejores. No es nuestra idea: nosotros queremos que jueguen todos", explica.

Con esa misma lógica, lo secundan los profesores Carlos Bizana, Nicolás Miguelez, Romina Martorelli (como alumna se venía a las clases en bici desde Stefenelli y nunca faltaba) y Maia Blanes. Desde su lugar de profesor también se advierten los cambios en la sociedad: en los 80 ninguno de sus alumnos era hijo de padres separados y ahora calcula que el 80% lo son.

A mediados de diciembre de 2007 organizó un cuadrangular con nombres de peso como Martín Vasallo Argüello, Sergio Roitman, Juan Pablo Brzezicki y Juan Pablo Guzmán que se jugó en las canchas del Deportivo Roca. Tuvo que reunir 90.000 pesos para pagar los gastos del evento, incluidos los 20.000 por el alquiler de una tribuna desmontable con capacidad para 500 personas que trajo en un flete desde Buenos Aires. También vinieron los operarios para montarla, para los que fue necesario brindar alojamiento y comida. En el club se armó un paseo con stands, atracciones para los más chicos y shows musicales.

El resultado fue desolador: sólo se vendieron 120 entradas y todavía debe plata. "No vinieron ni los padres de los alumnos", dice Carlos con una mueca amarga. Y agrega: "Aún no entiendo por qué hay tanta gente en Roca que dice estar impresionada por la cantidad de eventos que hay en Neuquén y cuando tienen algo novedoso e interesante en la ciudad le da la espalda".

Por esos tiempos tenía la intención de armar en la ciudad un polo de desarrollo tenístico al estilo de Tandil, cuna de Juan Martín del Potro y Juan Mónaco, entre tantos otros. Ya tenía la aprobación de las máximas autoridades de la Asociación Argentina de Tenis (AAT), habían recorrido Roca los responsables de capacitación de profesores y estaba por traer a Gustavo Luza, ex capitán del equipo de Copa Davis y por entonces director de la Escuela Nacional de Tenis.

El plan era ambicioso e incluía visitar cada semana diferentes polideportivos de la ciudad con raquetas, pelotas y la red de minitenis, buscar talentos, becar a los 30 mejores, hacer una base, uno de los secretos de la ciudad bonaerense de donde surgieron tantos talentos.

"Venía a 200 km por hora y me di la cabeza contra la pared con lo del cuadrangular. Y decidí cancelar todo. Ahora voy a empezar de nuevo pero mucho más tranquilo, paso a paso. Vamos a ir a dar clases a la Escuela 32 con las canchas portátiles. Y a partir de ahí iremos sumando otros colegios. Ojalá que de a poco construyamos un proyecto cada vez más grande. Mientras tanto, acercar a más chicos al deporte es algo importante. Ese es nuestro deseo: que cada vez más pibes hagan vida de club".