Adrián Gadano (48) se reivindica como "muy roquense", casado con otra roquense, Mariela Bertolino; con dos hijos, Manuela y Agustín que sin haber nacido ni vivido en Roca son "roquenses de alma".

Corre todo el tiempo. Es médico especialista en enfermedades hepáticas y trasplante hepático y se desempeña como jefe de la Sección de Hepatología y del Departamento de Medicina del Hospital Italiano de Buenos Aires. Tiene aproximadamente 500 médicos a su cargo en el Hospital Italiano, en Capital Federal. Pero se obligó a un stop en su rutina diaria y permitió así ejercitar la memoria sobre su vida en su ciudad natal.

* Cuando me fui de Roca tenía 17 años. En un caluroso enero de 1979 me trasladé a Buenos Aires para hacer el curso de ingreso a la carrera de Medicina en la UBA. Mi primer encuentro con una gran barrera en el camino de mi vida fue darme cuenta de que debía dejar la ciudad de mi nacimiento en la cual había vivido años de felicidad y tranquilidad y comenzar una vida nueva en un ambiente completamente diferente. Me recibí en 1984. Por entonces viajaba a Roca tanto como podía.

* Mis recuerdos más alejados de infancia se remontan al patio de la casa de mi abuela donde había gallinas, conejos y hacía crecer mis propios tomates. Una "creciente" famosa, que debe haber sido hacia fines de los 60, arrasó con la quinta (y también se llevó a mi abuela y un par de tías muy queridas, afortunadamente todas recuperadas)

Recuerdo las chacras? la de mis abuelos paternos, la de Perla y Buby. Lugares llenos de magia y de cariño. El olor húmedo de las hojas de otoño, aplastadas entre si sobre la tierra entre los frutales, rotas, mojadas. El río en invierno, tan hermoso y tan noble, dos cualidades que me llevan permanentemente a Mariela, mi esposa y a Carlucho, mi papá?

La Escuela 42, el olor a los aguaribay me lleva sistemáticamente a los recreos, al recuerdo de mis amigos, a las veredas de tierra. La caminata diaria a la escuela era algo así como un entrenamiento de alta montaña. Por ellas transitaban casi a diario "el loco Grilo" y "la vieja tres tres", dos mitos, probablemente dos buenas personas que injustamente aterraban a los niños de Roca en aquellos años?

En una época mi papá me llevaba los domingos después de almorzar al aeródromo, ese lugar tan acogedor, a aprender a manejar en el Citroën 2 CV? No necesitaba nada más. Para mi era como estar al comando del Transbordador Columbia. Mas tarde, cine Roca o cine Rex (que estaba un escalón por debajo en la calidad de sus butacas pero tenía el valor agregado de la pizzería a la salida).

* Se vienen a mi mente, ahora, mis amigos de la esquina de Villegas y Buenos Aires (Juampa, el Bonyo, el flaco Lio, el Colorado, entre tantos). Las bicicleteadas por el borde del canal grande, por un camino que nunca tuvo un final?.

Más tarde, mis amigos de rugby... el colegio secundario... Cuanta libertad que se respiraba allí pese a todo lo que nos rodeaba. Otro mundo.

Mi querido maestro José García me despertaba un interés ilimitado por cuanto nuevo texto pasaba por mis manos, siempre agregando una cuota de fantasía y humor. Yo pasaba muchas horas en su casa. Era compañero e intimo amigo de su hijo Juan Pablo. Con cuánto afecto recuerdo a José y aquellas tardes en la casa de la calle Villegas.

* A mi madre le debo muchas decisiones claves en esos años, pero tal vez una de las más importantes fue enviarme al célebre "Instituto de Inglés de Bety Frangi", que era Oxford y Cambridge juntos ahí nomás, frente a la plaza Belgrano. Qué nivel. Pocas veces después en mi vida profesional he tenido desafíos de tal magnitud como lo era cada examen con las profesoras que venían de Bahía Blanca. Era más o menos como si vinieran Virginia Woolf y Jane Austin a evaluar el inglés de los discípulos de Bety. Hace poco tiempo atrás dicté unas conferencias en la propia Biblioteca de Alejandría, y en un momento pensé en Bety y sus "hijos del instituto" diseminando sus phrasal verbs por el mundo. Todo mi afecto y agradecimiento hacia ella.

* Lila y Martín Caimari en la casa de Alem 74 (ahora Sarmiento) encendieron en mi la pasión por la literatura y la música. Mis compañeros de rugby, "los tapacucos", me rescataban de los peligros del exceso de vida intelectual y me llevaban al lugar indicado para la época (el Bowling, La Vieja Dama, El bar del Gran Hotel o El Molino, según correspondiere a la ocasión).

* Me encanta Roca. Vuelvo cada vez que puedo; en realidad creo que nunca me fui del todo. Cuando me fui a vivir a Francia ya había pasado más de 10 años en Buenos Aires y sin embargo cuando extrañaba a la Argentina las primeras imágenes que aparecían eran de Roca. Muchas veces, cuando vamos a Roca les muestro cosas a mis hijos y al tiempo que les relato algo me transporto a momentos de extrema felicidad. A veces los veo aquí en Buenos Aires haciendo actividades de infancia, muy bien, muy felices. Pero siempre lamento de alguna manera que no vivan la infancia roquense que yo viví, aunque probablemente la infancia actual seguramente ya no es la infancia que yo viví.

* Muchas veces hablo con amigos de esos años y coincidimos en que pasábamos por esa infancia sin darnos cuenta que estábamos en un mundo casi ideal. Por si existiese alguna duda quisiera transmitirle a quien nunca se fue de Roca que es un lugar en el mundo muy privilegiado para vivir. Quienes se fueron y regresaron obviamente lo saben. Quienes nunca se fueron probablemente ya lo sepan también. (H. L.)

adrian.gadano@

hospitalitaliano.org.ar

Escuchar a Pablo Sadler rememorando a su Roca natal enternece y moviliza. Si bien sigue siendo joven a sus 48 años invita, con su recuerdo, a hacer un viaje al pasado que los nyc entenderán de inmediato. Su testimonio se parece mucho a las charlas de asados de domingos de verano, de esos que solo se hacen por acá y donde las copas ayudan a distender en algo la vida.

Es médico, psiquiatra, máster en public health (MPH) y director médico del departamento de salud mental de Nueva York, donde vive desde hace años.

Se fue de Roca cuando terminó el secundario en el 78 para estudiar medicina en Buenos Aires y estuvo siempre en contacto directo con esta ciudad hasta que sus padres se mudaron a Capital Federal en el 2002.

"Mis dos mejores amigos siguen siendo de Roca: Gabriel Lerner y Lila Caimari", dice Pablo de entrada. Luego todo fluye:

* Tengo muy buenos recuerdos de jugar al básquet en el club del Progreso y al rugby en el Depo. Tardes eternas en Joao y después en Alfonso Vll con gran cantidad de amigos haciendo lo mejor: nada.

* Creo que Roca me dio la oportunidad de estar expuesto a muchas cosas sólo accesibles en lugares más grandes como conciertos o exhibiciones en Casa de la Cultura, disfrutar de amigos como se hace en un lugar chico y tener un nivel de independencia y autonomía impensable en grandes ciudades.

Roca siempre tuvo la característica de tener una oferta cultural y de diversidad de gente que era propio de lugares más grandes. Me da añoranzas recordar los veranos en la época en que estudiaba medicina; a veces el mismo día que daba la última materia del año me tomaba el colectivo (con gran desazón de mi novia porteña, ahora esposa).

Jugar al fútbol en Buenos Aires casi Mitre, cuando ese lugar era casi una gran chacra, durante el horario de siesta en verano, jugar a los cochecitos en el cordón de la vereda hasta que se hacía de noche, estar todo el tiempo con amigos....

* Recuerdo con mucho cariño también cuando a los 15 años hice trabajo voluntario en el Centro de Atención Diurna (CAD) del barrio Tiro Federal ayudando a los chicos con su tarea extracurricular.

* Otro recuerdo es el del Rocazo. Aunque sólo tenía 8 o 9 años de edad, mi viejo estaba involucrado en la CAIC y mi tío Tomás Boland fue uno de los que tomó el municipio; recuerdo esperar en la esquina de Buenos Aires y Mitre (otra vez esta esquina) a que pasaran amigos a tirar gomas para que "los grandes" las rociaran con nafta y empezaran las fogatas o las caravanas en contramano, radio Roca Libre, asamblea en la plaza y el camion neptuno dispersándonos. Momentos de gran agitación y mucho orgullo. O esa otra vez que Requeijo pasó por la avenida Roca y que todo el pueblo se dio vuelta al unísono para darle la espalda cuando el coche de el avanzaba. "Roca de pie, Requeijo váyase!".

* Extrañar, sí se extraña, admite Pablo. A uno le podrá ir muy bien en la vida por el mundo pero algunos gustitos son muy de esta tierra y no se consiguen en ninguna parte más. Al menos esta idea la transmite el entrevistado. "Extraño las llegadas al valle...el olor a fruta, el jugo de manzana helado que vendían en el verano en un puesto sobre la ruta 22 a la altura de Stefenelli".

* "Jugar y ver al Depo en el Nacional de Fútbol en el 78 o 79; los campeonatos provinciales de básquet en el Progreso en los que jugaban "El Loco" Iglesias, "La Mona" García, Cruces, "El Ruso Heck, "El Pelado" Menni, "El Tronco" Bartellini... Ir a la concesionaria Peugeot en Tucumán al fondo y ver los coches de Pepe Migliore, Castañón y Paco Mayorga preparándose para correr La Vuelta de la Manzana y después verlos pasar por la Ruta 22". Jugar, ir... todos verbos que conjugan perfectamente con instantes de felicidad para Pablo. "Hacerme la rata a la escuela e ir a jugar al pool a Italia Unida. Veranos en la pileta del Jockey y en el río".

* ¿En síntesis, Pablo? "Muy buenos recuerdos. Mucha libertad, autonomía, deportes y grandes (las mejores) amistades que me duraron toda la vida".

Dice que sabe que la ciudad ha crecido mucho, muchísimo y que "hoy es un lugar distinto (como debe ser) del que era cuando yo viví allá. Pero basándome en mis memorias (y algo de lo que no era conciente en su momento) creo que la ciudad se hubiese beneficiado de una mayor integración entre "el centro" y los barrios periféricos. En ese momento reflejaba un nivel de discriminación socioeconómica que nunca es saludable para ninguna sociedad".

En la despedida confiesa en voz alta: "Espero volver este fin de año después de una larga ausencia. Hasta hace unos siete años atrás visitaba siempre mi ciudad. No lo pude hacer después". Hacelo ahora, Pablo.

(H. L.)

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