Los cosechadores del turno tarde aparecen en escena. Son trasladados en la chata hasta las chacras de Canale.

La naturaleza a pleno en el verano, una fiesta de colores en el camino al trabajo: bicis, motos, autos, tractores y camiones transitan el camino hacia las 300 hectáreas de manzanas y peras de la empresa.

Y empieza el turno tarde. Las manzanas brillan en los árboles, la escalera gigante que sólo saben manejar los trabajadores rurales ya está en el lugar indicado, es el momento de colocarse el cosechero.

Bien arriba y protegidos con gorros, sacan las manzanas de los árboles. Es una tarea artesanal: esas manos son un factor esencial para cuidar la calidad del producto.

Con el sol más bajo, ya hay menos luz natural detrás de la cortina de manzanos y falta poco para que el turno tarde termine con su misión del día.

El peón ya se sacó el cosechero y las marcas de las tiras superiores se advierten en su remera. La jornada ha terminado para él. Y el resultado de su trabajo, como el de sus colegas, puede apreciarse en los bines repletos de manzanas.

El trabajador se aleja, el bin se queda. Al día siguiente, todo volverá a empezar.

Los bines cargados entre las filas de árboles esperan el momento de ser cargados por el tractor.

Una verdadera postal de final de jornada: el tractorista comienza a trasladar los bines al galpón de empaque, donde las manzanas serán clasificadas por manos expertas. Muchas de ellas serán guardadas en frío para ser exportadas.

Cae el sol en la chacra. A contraluz, los frutales marcan una presencia fuerte, la misma que tienen como sostén de la economía regional.

La misma vista de la vieja estación del ferrocarril, sobre 25 de Mayo, 12 horas después. Un hermoso atardecer en la ciudad, cuando el ritmo urbano empieza a declinar.

Ya es de noche en Roca. El reloj marca las 22 y muchos se preparan para disfrutar de una agradable noche de verano. Miles de vecinos no la van a alargar demasiado: entran a trabajar a las seis de la mañana.