El testimonio de Roberto Garrido (62), integrante de Productores Argentinos Integrados (PAI), una empresa cuyo fin es darle servicios al costo a sus nueve asociados y adherentes. “PAI tiene el 12% de la exportación de manzanas y peras de Río Negro y Neuquén, con un volumen de 3.700.000 cajas de 18 kilos que van a 22 países. Rusia, con el 36% es el principal destino, seguida por Italia (16%); EE. UU. (10%) y Canadá (6%). El 18% de la fruta que vende en el exterior es orgánica, aportada básicamente por dos firmas. Es una tendencia creciente: el año próximo se sumarán otras tres. Los principales destinos son Alemania, Italia, Inglaterra,Holanda, EE.UU, Canadá y países escandinavos.
PAI brinda a sus asociados servicios y herramientas para hacer más eficiente la cadena de logística y comercialización. Es así que junto a otras empresas es parte de Patagonia Norte, que tiene la concesión del Puerto de San Antonio Este y el año pasado ganó la licitación del muelle multimodal de Bahía Blanca.
Mi visión es relativamente positiva: a corto plazo hay temas alentadores. Por ejemplo, en relación a los mercados internacionales, en el 2007 y 2008 la oferta acompañó a la demanda en forma razonable. Y quizás suceda lo mismo en el 2009. Esto genera un comercio equitativo. Veníamos de años en los que la oferta superaba a la demanda y eso nos traía problemas con los precios.
Para mantenernos en estos mercados debemos afianzar la cadena de valor: producción, empaque, servicios, logística y comercialización. Para eso tenemos que trabajar en capacitación y en muchos casos en un cambio de perfil de los diversos operarios e incorporar profesionales en Alimentación, especialistas en sistemas y nuevas tecnologías, en softwares a medida, entre otros. Hoy los mercados exigen una trazabilidad que le dé seguridad alimentaria al consumidor. Hemos firmado contratos en los que las cadenas de supermercados delegan responsabilidades ulteriores, que asumimos nosotros.
Los mercados exigen Buenas Prácticas de Producción, de Manufactura y el Análisis de Control de Puntos Críticos en el proceso. Ingleses y franceses agregan controles en el cuidado del medio ambiente y en la responsabilidad social empresaria.
Estas condiciones que empezaron a ser exigidas en Europa se extendieron al sudeste asiático y a los EE. UU. Desde hace un tiempo las principales cadenas inglesas envían auditores al Valle, entrevistan a los obreros de las chacras, preguntan cómo viven, si tienen agua potable, si hay energía eléctrica, baños, si los chicos van al colegio, si la empresa colabora, si presta asistencia médica, si cumple con los requisitos laborales.
 Por eso tenemos que formar órganos de control para el cumplimiento de estas normas y para realizar auditorías cruzadas. Yo creo que esto le da competitividad a nuestro producto.
El otro tema básico es el control de residuos y de plagas. Los países compradores están cada vez más exigentes en este rubro, cada día bajan más los Protocolos de Tolerancia en la recepción. Los rusos acaban de sancionar normas casi incumplibles, con valores de tolerancia tan bajos que casi no se puede usar ningún producto. En algunos casos, bajaron cien veces las exigencias del resto de Europa.
Esto es muy grave: casi el 40% de nuestra producción va a ese país. Un porcentaje tan alto a un sólo destino no es conveniente, pero no existe hoy un mercado alternativo. Aun sin llegar a estos niveles, lo cierto es que los países centrales también las bajan en forma permanente. Por eso es que el control debe ser profundo, con auditorías y trazabilidad: el riesgo es quedarse afuera.
En el Valle veníamos de épocas muy malas en las que se deterioró la capacidad económica, financiera, de producción y de servicios, por eso todas estas exigencias implican un doble esfuerzo para nosotros. En Chile, por ejemplo, vienen trabajando y capacitando gente desde hace tiempo. Acá perdimos años, tenemos que hacerlo de repente. Esto contrasta fuertemente con nuestra realidad: todavía muchos integrantes de la cadena de valor están tratando de salir de la depresión.
 Los organismos competentes del Estado deberían colaborar en este tema tan estratégico, nada menos que la llave del negocio.
Pero lograr este cambio cultural, esta readecuación de estructuras, exige una fuerte inversión. Tengamos en cuenta que entraron al Valle empresas europeas que tienen los técnicos, la financiación, la cultura. Eso les da una ventaja relativa. Hay que imitarlas, no sea cosa que dentro de cinco años sólo sobrevivan los que sí lo hicieron, como sucedió en Chile, un país donde se reconoce los problemas, se hace el diagnóstico y se actúa. En Argentina cuesta más llegar a las soluciones.
Hay un marco-país que nos afecta. Nuestra actividad es tomadora de las decisiones que se negocian a miles de kilómetros donde se contemplan otras realidades y necesidades. Hace pocos días la Comisión Nacional de Salario Rural aumentó en un 30% el salario básico, que hoy es de $1.400. No digo que esté mal, la gente necesita más que eso. Pero para el resto de los trabajadores la CGT y el gobierno acordaron un básico de 1.250 pesos. La lucha del campo y el gobierno produjo ese desfasaje. Y nosotros no tenemos los márgenes de rentabilidad de los sojeros, pero sí un obrero cada 3 hectáreas. Ellos, con sus máquinas y su tecnología, tienen uno cada mil. Y el costo laboral es nuestro principal insumo. Por otro lado, la inflación generó que el denominado dólar alto haya dejado de serlo. Nuestro tipo de cambio neto ahora es inferior que en el 2000-2001. Nuestros insumos han aumentado mucho en dólares y nuestros costos superan los de la nefasta época del uno a uno.
El Valle exporta el 75% de lo que produce y por eso las decisiones de política impositiva y de comercio exterior afectan severamente sus ingresos.
Respecto al tema impositivo, las retenciones nominalmente son del 10% sobre el valor fob, pero impactan un 24% sobre la fruta de la chacra. Además el empresario paga impuestos sobre cada salario del 29%. Y el obrero paga el 20,5%. Es una exageración increíble. Y a este cuadro se suman los impuestos habituales. El Estado debería revisar esto.
Otra pesa del lado de la balancita negativa: no hay política financiera acorde a las necesidades del sector en cuanto a montos, plazos y tasas. Como dato te digo que hoy, la inversión necesaria para una hectárea nueva, con alta densidad de plantación de variedades protegidas, con equipos de ferti-irrigación, defensa contra heladas y maquinarias, cuesta unos 26.000 dólares. Esto se ha transformado en un negocio de capital intensivo que necesita la planificación financiera y evaluaciones de riesgo, donde las decisiones de invertir se han tornado mucho más complejas que las que tomaban nuestros abuelos cuando hicieron el Valle. Ante la dificultad de acceso al crédito, las inversiones deben realizarse con capital propio y es allí donde se manifiesta las asimetrías entre los pequeños productores y las grandes empresas. Por eso creo que el Estado debe encontrar la forma de que el productor pueda acceder al crédito y logre la modernización necesaria.
 En suma, con capacitación, profesionalización, inversión y un Estado que ayude hay fruticultura para rato. Sino...”

RÁPIDO

“Vamos a encontrar un mejor mercado que en años anteriores, ya que continuará la inclusión al consumo de cientos de millones de personas en países asiáticos y americanos. Pero tenemos que ser rápidos. El Estado, que a veces es abúlico, debe hacer acuerdos bilaterales con China, India y otros mercados emergentes y mejorar los existentes con México y Brasil. Otro ejemplo: pagamos un arancel de entre el 6 y el 8% por entrar a Europa. Nuestros competidores Chile y Sudáfrica no pagan nada: negociaron mejor. Chile ya está en la India. Y en el sudeste asiático...