Ubicado al lado del río y rodeando la Ruta Provincial Nº 6, Paso Córdoba comenzó a gestarse hace muchos años con trabajadores de las chacras cercanas que se instalaban cerca del curso de agua. El resto de los roquenses sólo pasaban por ahí algún fin de semana para llegarse hasta las bardas a disfrutar el día y volvían al centro. Pero desde hace unos años la ciudad empezó a mirar hacia el sur. En 1997 se creó el Área Protegida Paso Córdoba para preservar un gran yacimiento geológico de restos fósiles y rocas sedimentarias. Y, desde el gran envión que dio la actual gestión municipal al turismo local, el movimiento de lo fines de semana fue creciendo. Hoy muchos se acercan a las bardas a descubrir lo maravilloso de su entorno o incluso a cenar o tomar algo a la aggiornada pulpería que allí se ha instalado.
Pero al norte del puente, ajenos al movimiento turístico, los vecinos celebran sus logros y reconocen las deudas que aún tiene la ciudad con este sector.
Vicente Simón nació ahí y aunque intentó irse un par de veces del barrio nunca se sintió mejor que en su propio lugar. “Nací del otro lado del río, del puente dos kilómetros para arriba. Mi padre trabajaba en un aserradero que era de Ferrari así que cruzaba en bote a la mañana y se volvía a la tarde. Tenía un bote en el río. Se ve que en ese tiempo no se robaba porque él lo dejaba atado ahí mismo. Y ahí nací yo”, explica con una gran sonrisa que parece su “marca personal”.
“Después, papá se compró un pedacito de tierra, dos hectáreas, y nos vinimos para acá. Yo tendría 2 años. Cuando llegamos acá había poquitas casas, tres para acá y otras dos para el norte. Después, para el oeste, donde ahora es el centro del barrio había médanos, no se podía construir porque se les metía la arena en las casas”.
La mayoría de esos primeros vecinos era gente que venía de las chacras. “Mi señora también es de por acá, de Paisanidis, Buenos Aires Chico le dicen, porteña es...”, bromea. Buenos Aires Chico es, en nuestra ciudad, como Mar del Plata. Ambos son pequeños asentamientos que se van armando en calles ciegas cercanas a Chacra Monte y que tienen muchos problemas por inundaciones ya que el primero está asentado en la ladera del río y el segundo sobre una laguna seca.
El río siempre intentó llevarse un poquito más. “Cuando compré este solar no estaba parejo ni nada. Yo trabajaba con el finado Divina, él me prestó las herramientas y emparejé el terreno. Lo bajé para hacerme la casita y después ya empecé a rellenar al fondo porque ahí cruzaba el río”, cuenta Simón y recuerda cuando todavía los vecinos no habían tapado la entrada de un brazo del caudal principal que llegaba hasta su patio. “Éste era un arroyo hondo. Ahí nomás, donde ahora tengo la quintita yo, sabían pescar. Crecía el río y después bajaba y había pozones. Cuando sacaron el médano de ahí, donde ahora es todo barrio, me cobraban dos pesos el viaje de arena, así que compre varios viajes para emparejar”.
“Cuando llegamos acá había poquitas casas. Gente de acá no más de las chacras. Pero muchos se fueron cuando daban casas en Roca, otros se han venido para acá, cansados del pueblo se venían para acá. Y así se empezó a poblar. Yo me casé hace 42 años, me fui a Conesa, estuve casi dos años allá y después me vine, me tiró el pueblo mío, no hay con que darle”, reconoce.
Allí con la quintita que siempre tuvieron en el patio, el trabajo que él hacía en las chacras y el que hacía su señora, como portera de la escuela del barrio primero y como empleada doméstica para una familia en Roca después, el matrimonio crió a sus hijos. Dos de ellos dejaron el barrio. Uno se instaló en Stefenelli y otra en Conesa. Pero la tercera se quedó. “A mi hija le di ese pedazo –dice Vicente y señala la casa levantada justo al lado de la suya separada sólo por un patiecito–. Le dije cuando se casaron si quería una heladera o la mitad del terreno y ahí no más dijo ‘Nooo, la mitad del terreno’. Así que nos quedó la hija cerquita”.
El barrio tuvo diferentes etapas hasta que quedó como es ahora. Vicente sabe que él compró su solar a un particular. Pero afirma que cruzando la calle Septimio Romagnoli, “en Roca esa calle se llama Damas Patricias pero acá se llama Romagnoli”, los terrenos fueron loteados por el municipio.
Se acuerda que el barrio se empezó a poblar más cuando llegó la electricidad. Cuenta que con otros vecinos llevaban planillas con el pedido al municipio y pedían audiencias para hablar con el jefe comunal. También es sabido que hubo allí experiencias de construcción de viviendas por esfuerzo propio en otras gestiones municipales posteriores.
Más tarde llegó el gas rural, hace unos seis años. “Antes había que andar con la leña... yo siempre traigo leña igual, para el churrasquito... pero se compuso bien el barrio”.
Por último, se alzó una toma y el barrio volvió a crecer. Afortunadamente el crecimiento de la población también tuvo correlato en instalaciones de las instituciones necesarias. Tienen escuela, centro de salud y destacamento policial, centro comunitario y biblioteca.
Vicente dice que para él lo que aún falta es el arreglo de las calles. “Acá al barrio lo que le haría falta desde ya para empezar es un poco más de relleno donde es bajo y tapar, cuando llueve tenemos una pileta en la calle, es un desastre. Y eso que pasa la linea de colectivos 18 de Mayo, que ellos son los que van allá y a veces se quejan, si no, no se ve una máquina acá”.
Ahora Vicente pasa más tiempo en la casa desde que tuvo que operarse del corazón. “No puedo trabajar porque me operé hace poco más de un año. Y andaba a los trámites a ver si puedo conseguir una pensión o algo pero no hay caso, no te dan certificado de la discapacidad que tenés y yo trabajaba siempre en chacras, con escalera, y no puedo. Diga que el patrón que tenía me dejó que podara abajo y estoy haciendo podas de parrales, trabajos livianitos, con escaleras chicas, porque un recolector no me lo puedo a poner al hombro”. Entonces hace esas changuitas y se encarga de mantener y cuidar la quintita que arma con las semillas que le dan en el programa Pro-Huerta. Siempre con una sonrisa, siempre con el paso tranquilo del barrio.