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Sábado 01 de Septiembre de 2007
 
 
 
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  EL LATIDO DE LA CIUDAD | EL DIA A DIA EN BARRIO NUEVO
  Camino cuesta arriba
Con logros y olvidos, bien en el norte de la ciudad, sigue creciendo una de sus zonas más pobladas. Calles demarcadas pero de tierra y casas que poco a poco se revisten de material dominan el paisaje.
 
 

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Dos veces por día los vecinos del barrio regalan una de las más características postales de Roca. De lunes a viernes, al mediodía y a la tardecita, vestidos con su ropa de trabajo se hacen dueños de la avenida San Juan cuesta arriba hacia sus casas. Son decenas, tal vez cientos, de los 18.000 habitantes del barrio los que afrontan toda la gama de inclemencias... el despiadado viento patagónico, las lluvias del invierno, el ardiente sol del verano...
Van hacia Barrio Nuevo, que con sólo unos 20 años, es el asentamiento más grande de la ciudad y su crecimiento no se detiene. La última calle del barrio todavía no tiene nombre.
Todas sus calles son de tierra y las casas, que en su mayoría comenzaron como de cantonera, poco a poco se fueron vistiendo de material. Hoy, sobre la mayoría de ellas podría ponerse un cartel de “en construcción”.
En Barrio Nuevo la vida comercial pasa por la San Juan. Allí tímidamente se fueron instalando mercaditos, cibers, tiendas y hasta dos madereras. Y allí también vive y arregla zapatos Ramberto Gutiérrez, uno de los primeros habitantes del barrio.
Ramberto tiene un semblante duro. Parece enojado. Pero poco a poco se dulcifica cuando comienza a recordar su llegada a Roca, su pelea por conseguir un terreno y la lucha de los primeros años para conseguir que el loteo de 1985 se convirtiera en uno de los barrios emblemáticos de la ciudad, tanto por la cantidad de personas como por su influencia en las decisiones políticas locales e incluso provinciales.
Como muchísimos de sus vecinos, afirma que el 70 % de los habitantes de Barrio Nuevo son chilenos, se mudó a la localidad en 1974, año del comienzo de la durísima dictadura del país vecino. Había conocido Roca años atrás cuando vino para trabajar en las chacras y por eso eligió este lugar. Se había separado y a dos años de vivir acá fue a buscar a sus hijos, tres varones y dos mujeres. Los crió solo.
Como no tenía dónde vivir, en 1976 comenzó a pedir al municipio que le vendiera un terreno para hacer su casa: “Estaban empezando a entregar terrenos del canal para el norte y me pedían cada tanto que tenía que renovar el expediente porque habían cambiado de personal o de asistente social. Pasó el tiempo de los militares y seguí exigiendo un terreno. En el ‘84 estaba en la costa trabajando, se vendió la chacra y tuve que irme. Con los pocos pesos que tenía compré material, chapas y cosas así, y cuando llegué a la municipalidad me dijeron que tenía que presentar un nuevo expediente, fui hasta la asistenta social y me dijo que se habían perdido los anteriores. Entonces le dije: “‘Mire, yo no presento más expedientes, voy mañana y ocupo un terreno porque hace 8 años que estoy presentando expedientes y ustedes les entregan a los compadres y a los con plata. Quiero un terreno para pagarlo, no para que me lo regalen’. Ella me dijo que, siempre y cuando sean fiscales, podía tomar”.
En ese tiempo, la avenida San Juan pocas cuadras al norte del canal grande era una huella rodeada de jarillas. “Era la pura pampa”, describe y recuerda algunas “casitas locas” y unos pocos hornos de ladrillo. Con la misma decisión con la que fue al municipio, al día siguiente este vecino subió la huella y marcó un lote. “Limpié de jarilla y me hice un rancho de 4 por 4”, cuenta.
Cuando al año siguiente se empezaron a entregar los terrenos lo dejaron en su lugar y, tal vez como premio a la tenacidad, le dieron los dos metros que sobraban de la cuadra. “Así que es el solar más grande, es de 11,95 por 25 metros”, se agranda.
Ramberto dice que todo el terreno sobre el que se hizo el barrio fue donado por la viuda de Julio Corral, dueño de una de las más importantes mineras de la localidad, al municipio para cederlo a trabajadores. También sabe que una vez que se entregaron los solares una comisión de vecinos, en la que él trabajó como presidente primero y secretario después durante 11 años, fue la que consiguió la llegada de la luz, el gas, el agua, el alumbrado público, el terreno para la escuela y hasta la creación de una salita velatoria.
Para cada una de estas obras tiene una anécdota, y en muchos casos conserva aún los papeles que avalan su historia. Se acuerda muy bien de comprar el agua que llegaba en un carrito tirado por un caballo. “Nos vendían a 200 pesos el tambor de 200 litros que lo iban a buscar al canal y decían que era agua para tomar. Pero había que comprar. En ese tiempo no había que lavarse la cara porque sino el agua se gastaba”, sonríe.
Ramberto se explica que haya tantos inmigrantes chilenos instalados en el barrio por una razón contundente: “El chileno es más sufrido, se quedó. La gente primera que tuvo lotes se fue porque decía que estaba muy lejos del centro, que era puro jarillar, pero después andaban llorando para volver cuando se organizó todo, cuando nosotros peleamos el gas, y todo”.
También así hizo su casa. Ladrillo a ladrillo. “Trabajaba en construcción. Había pedido una cuenta en un corralón y, cuando me pagaban, iba y depositaba toda la plata que ganaba ahí, entonces cuando quería levantar un poco mi casa iba y pedía el material que iba necesitando”.
Para este vecino, una de las cosas más rescatables de su barrio es que según él este sector es muy humanitario. “Eso es lo que más me gusta. Me gusta el barrio”, convence. Tal vez ese amor influyó en alguno de los dos hijos que eligieron Barrio Nuevo, la misma manzana que su padre, para vivir. Y probablemente es por eso también que dice que no se iría de esta zona. “Yo me iba a ir a Chile, mis hermanos me lo pedían, pero ya a esta altura ya sólo me queda terminar con lo que he trabajado. Tengo 71 años y empecé a los 7. Ya muchos años trabajando...”
“...Muchos años en Roca, muchos años en el norte de la ciudad, en el barrio más poblado, en su casa propia, donde cada día sabe que puede asomarse y mirar una increíble postal”. (M.B.)

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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