BUSCAR       RIO NEGRO    WEB     
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
  podio
RURAL
DEBATES
GUIA OCIO
eH! HOGAR
ESPECIALES ON LINE
ECONOMICO
CULTURAL
ENERGIA
 
Sábado 01 de Septiembre de 2007
 
 
 
>>Ediciones ANTERIORES
   
  EL LATIDO DE LA CIUDAD | TIRO FEDERAL
  “Cosas de ricos”
A muy pocas cuadras del centro se fue afianzando uno de los barrios más viejos y olvidados de la localidad.
Los primeros años, la llegada de los servicios y las necesidades contadas por Francisco y María Rosa.
 
 

Click para ver más fotos

Del diario Río Negro vengo...
- Ah... ¿Y qué viene a hacer acá con gente tan pobre como nosotros?
Pero finalmente se animan a contar su historia.
“Cuando llegué al barrio no había nadie. De la Don Bosco para acá, no había nadie”, dice Francisco Soto y señala al oeste de la ciudad. Llegó al barrio Tiro Federal en 1951 cuando sólo tenía 25 años, al poco tiempo de casarse con María Rosa Toledo, una mujer rubia, chilena como él y que aún hoy conserva una voz grave y cautivante, como las de la radio.
En esa época seguramente Francisco recordaba cada noche el momento en el que se despidió de su gente allá en Temuco, la provincia de Cautin, agarró unas pocas pilchas y se vino a Roca. Tenía sólo 16 años pero en Chile, en el campo, “no había trabajo hasta el tiempo de cosecha”. Por suerte llegó a la casa de una amiga de su madre, “la abuela de Luisa Calcumil”, explica con orgullo de haber sido casi parte de la familia allá, en la casita, “a la vuelta del Hospital”.
Al casarse hubo que buscar lugar dónde formar familia y consiguieron que el municipio les diera el terreno de Tiro Federal. “En ese tiempo nos daban el terreno sin pagar nada, después pagaba uno, cuando ya había construido sus dos piecitas”, aclara.
“Cuando llegué no había nadie. Hasta ese momento el terreno lo tenía la cárcel para ellos, estaba cerrado. De “la Don Bosco para allá” sí había un barrio antiguo. Acá nada, en Barrio Nuevo tampoco, no estaba la arenera ni nada, todo pelado. Jarillal había, jarilla y chañar no más y un zanjón tremendo en la Maipú”.
La imagen del zanjón lo lleva a la de las grandes crecidas en las que el agua implacable arrasaba con todo lo que podía, hasta con la gente, como con “el viejito Moreno que estaba arriba del puente y se lo llevó la creciente y a su señora también”.
Durante mucho tiempo el agua fue uno de los problemas más graves de los vecinos de Tiro. “El agua para tomar la teníamos que ir a buscar al canal al principio. Después hicimos un aljibe y con un bombeador sacábamos agua todos los vecinos”, dice Francisco y escucha a María Rosa explicar cómo las mujeres debían hervir esa agua que parecía chocolate por la tierra que el viento les echaba, cómo luego la dejaban “acolchar” y por último la colaban con un trapito para poder tomarla.
Como muchos de sus vecinos, Francisco se dedicó a la construcción. “Soy oficial de albañil”, remarca y sus 76 años parecen irse por un ratito, del orgullo nomás. Pero el día a día era difícil y, como muchos, poco a poco se fue adentrando en una vida no elegida. “Antes había muchas peleas en el barrio, ahora no. Ni toma la gente tampoco. Yo también era uno de esos. Me hizo mal. Lo dejé. Tomé mucho vino y me cayó malísimo. Estoy loco”, sintetiza con una sonrisa que explica que habla un poco en broma, un poco con pesar. Pero sonreímos y él se alegra, y el pecho se le vuelve a hinchar cuando explica que desde 1969 no toma más y que ahora está bien.
Tal vez algo así puede haber pasado detrás de cada una de las puertas o tal vez sea sólo que en el barrio quedaron los ancianos, que los hijos se fueron a otros lugares. Sea por lo que fuere todos los vecinos saben que Tiro Federal ya no es tan peligroso como hace un tiempo, que ahora pueden salir de noche sin miedo.
Francisco y María Rosa salen poco. El hace doce años que no puede trabajar porque la cal le quemó un ojo. Hizo changas, se las rebuscó para llevar algo de plata a casa y hace un tiempito recibe una ayuda del Estado. “Nunca pedí nada yo. Ahora me dan el Nutriroca y me dan mercadería. Pero a veces pasan meses que no me lo dan. Son 40 pesos pero le viene bien a uno”.
“A una le falta... a veces le falta vio? –agrega María Rosa-. Los hombres no saben porque la olla la prepara una. De lo que haiga le pone algo. Pero... Sabiendo vivir se vive”.
“Menos mal que me salió la pensión hace poquito. Son 400 pesos. He cobrado dos meses ya. Una pensión... Eso me hizo bien”, reconoce Francisco.
Cuentan que hace más de 10 años que decidieron separarse y él se mudó a una piecita en el fondo de la casa. “Pero vivimos acá, comemos de la misma mesa, de la misma olla”. Juntos criaron una familia numerosa. Tuvieron cuatro hijas y tres hijos que les dieron 36 nietos y más de 20 bisnietos. “Vinimos solos de Chile y ahora la familia nuestra pasa de 70 personas. Todos son argentinos, sólo los viejos somos chilenos”, ríe María.

¿ASFALTO, PARA QUE?

La charla continúa con anécdotas. “Este barrio cuando nosotros llegamos no tenía nada, ni caminos m’hijita. Era un arenal, una de huesos de caballos, un basural. Se sentían cosas raras a la noche, uno tenía miedo. Después de las doce se sentía pasar un caballo corriendo con un carro con una rueda nomás. Tac, tac –María Rosa golpea la mesa como de un cuento de terror para chicos se tratara, pero logrando asustarnos un poco-. Por eso creo que soy más evangélica que todo” y larga una carcajada como final feliz.
No había nada alrededor de la casita. El único puente que les permitía llegar al centro era el de la calle Maipú (el mismo que se inundaba cada tanto).
Los hijos se tenían en una salita de auxilios que estaba en Don Bosco y Mitre, según recuerda María.
Por eso es fácil entender la rápida respuesta que da Francisco a la última pregunta.
- ¿Qué le falta al barrio?
- Para mí... creo que nada... qué puede faltar. ¿Asfalto? ¿Para qué?, no tengo coche. Alguna cosa faltará, pero yo por lo menos estoy conforme con lo que tenemos. Ahora estamos bien porque tenemos gas, agua, de todo, hasta teléfono.
- Cuándo los pobres íbamos a tener gas, luz, tele. Esas son cosas de ricos. Y ahora, gracias a Dios, cualquier pobre lo tiene, agrega María. (M.B.)

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006