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Sábado 01 de Septiembre de 2007
 
 
 
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  HISTORIAS DE VIDA | HABLAN QUIENES DECIDIERON VIVIR EN ROCA Y DICEN POR QUE LO HICIERON
  Saldico no se arrepiente de este amor
El DT del Deportivo Roca fue protagonista como jugador de aquella inolvidable campaña de 1978.
También obtuvo cinco títulos como técnico del club. Aquí se enamoró, se casó y tuvo tres hijos.
 
 

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Todas las noches, Alberto Saldico se acomoda frente a la computadora y hace morisquetas a la pequeña cámara web para saludar a sus dos hijos mayores, Martín y Ariel, que estudian en Buenos Aires y se conectan para saludar al resto de la familia. Rossana, la mamá, y Florencia, la hermana menor, aprovechan el contacto para hablar, pero él no.
-Es que no me gusta mucho hablarle a la camarita, prefiero los gestos. Ellos se divierten...
Así son las cosas para el jefe de la familia. Hace tres décadas él encontró su destino en el Alto Valle y acá se quedó. De tanto en tanto mandaba una carta a los suyos o hablaba por teléfono. Ahora, son sus hijos los que partieron a buscar su propio camino lejos de casa y aparecen en la pantalla gracias a internet. Pronto los imitará Florencia, que cursa el último año del secundario y medita sobre su futuro.
-Y se me va a ir, seguro que también se me va a ir para allá -dice Alberto con algo de resignación y ofrece un mate dulce. El televisor está sintonizado en National Geographic y un grupo de tiburones devora todo lo que pasa cerca en el océano. Alberto mira pero no registra, piensa.
-Es así, viejo, es así, hay que dejarlos que vuelen -dice.
Es casi tan alto como la puerta y ancho como un luchador de catch. No debe haber sido un paseo enfrentarlo en la cancha. Jugaba de defensor central, y su nombre está inscripto en la etapa más gloriosa del Deportivo Roca, cuando participó en el Nacional del ’78 y enfrentó a rivales de la talla de Independiente y Vélez.
-¿Es cierta la leyenda que pesa sobre los zagueros, esa que dice que apenas empezado el partido a los delanteros rivales hay que...
-¿Amedrentarlos?
-Sí.
-(Se ríe) Nunca fui un exquisito. Jugaba fuerte, pero leal: jamás lastimé a nadie.
En Independiente el 10 era Ricardo Bochini, talento en estado puro. En el partido jugado en Roca, pisó la pelota en el área rival y Saldico salió a marcarlo. Se incorpora en el sillón para contar la historia, sostenido en los apoyabrazos.
-Abrí las piernas y me tiré para adelante . El “Bocha” la punteó y me metió un caño tremendo. La pelota me dio en la mano derecha. El referí cobró penal. ¡Pero no fue penal, viejo! ¡Fue sin intención! -exclama 30 años después. Parece revivir cada detalle de la jugada.
-Eso sí, nos ganaron bien... ¡Qué equipazo! Pero ya me fui de tema, te contaba de los pibes. Martín estudia Derecho. Fijáte dónde trabaja... ¡Rossana!
-Sí, amor ...
-Contale de Martín...
-Trabaja en Bruchou, Fernández Madero, Lombardi y Mitrani, un estudio jurídico especializado en Derecho empresario.
-¿Escuchaste? Ahí trabaja. Se va a recibir con medalla de honor. Ariel estudia Ingeniería Electrónica y anda muy bien. A mi me gusta que laburen y no aflojen.

Alberto Saldico es porteño, del Bajo Flores. Su primer club fue Argentinos Juniors. Luego jugó en All Boys y Everton de Chile. Su carrera siguió en Olimpo, Rosario Puerto Belgrano y Comercial, en Bahía Blanca. Hasta allí fue a buscarlo el Deportivo Roca, en enero de 1976.
-Me sorprendió la pasión futbolera de la ciudad -recuerda y agrega un poco de yerba.
En 1978, el “Depo” se ganó el derecho de jugar en el Torneo Nacional y codearse con los poderosos equipos de Buenos Aires en aquel año paradójico en el que el país era demolido por una dictadura sangrienta y Daniel Passarella levantaba la Copa del Mundo en el Monumental y cientos de miles festejaron en las calles. Poco después, Saldico y sus compañeros tendrían su propia fiesta.
-Fue algo sensacional. Con el Maiolino lleno todos los partidos. Me acuerdo un partido terrible en la cancha de Vélez. Cero a cero. No nos pudieron ganar. Clasificaban dos equipos por zona: quedamos cerca, pero volvimos a la Liga de Confluencia con la alegría de no haber desentonado contra los grandes de la Capital.
Saldico vivía en una casona en la calle España, entre Tucumán y Mitre, junto a los otros futbolistas solteros del “Depo” que no eran de Roca. Para muchas chicas de la ciudad era un buen programa darse una vuelta por ahí. Y a él, alto y de ojos claros, candidatas no le faltaban.
Un día Rossana lo vio, parado en la esquina.
-Uhhh, ese señor es para mí -le dijo a su amiga.
Y así fue. Sólo que un futbolista 13 años mayor no era exactamente la idea de buen partido que se habían formado sus padres. Rossana buscó la complicidad de su mamá, por entonces jueza de Faltas. Tardó unos días en dar un veredicto favorable.
-Nena, tengo que decirte dos cosas. Primero, no es infractor, y eso es bueno. Segundo, es mujeriego, pero eso no es un problema -la apoyó. Rossana y Alberto se ríen al recordar la historia.
El romance marchaba viento en popa y el matrimonio parecía una posibilidad cercana. Pero Alberto puso una condición.
-Sin casa yo no me caso.
Por entonces, en Roca vivían unas 40.000 personas y la ciudad comenzaba a extenderse hacia el norte y hacia el este. Y en Las Viñas Rossana encontró una oportunidad. El ingeniero que había trazado el recorrido de la electricidad subterránea había cobrado su trabajo con un lote valuado en 1.200 pesos, pero lo dejaba en 800. Ella tenía 400. Le propuso a su novio que pusiera los 400 restantes.
-Vos me querés enganchar -respondió Alberto.
-Miralo así: si nos casamos acá construimos nuestra casa. Y si no, hacemos un buen negocio.
-Hecho, pero yo creo que vos me querés enganchar...
Parece que Alberto también quería, porque un día fue a hablar con el padre de la novia.
-¿Y usted con cuánto cuenta para pretender a mi hija? -lo apuró. Eran otras épocas.
Alberto se sintió intimidado: contaba con unos pocos pesos y el glorioso Fiat 128 que había ido a buscar a Buenos Aires y que no entraba en la negociación.
-¿Y quién estaba primero? ¿El 128 o Rossana?
-Primero la pelota, después el 128 y por último yo -contesta Rossana y se ríe con ganas. Los dos se ríen con ganas.
Se casaron el 20 de marzo de 1982. Y la inversión fue brillante: el valor del lote creció hasta niveles insospechados.
-Acá hicimos la casa, de a poquito. Mirá lo que es el barrio ahora... Qué visión la de Rossana, eh: “Este es el lugar que quiero”, me dijo. Y acá crecieron los chicos. Pensar que cuando compramos el terreno sólo había una iglesia y una casa en la zona, el resto era todo viña. Es impresionante lo que creció Roca. Es una ciudad progresista. Y la gente tiene buena onda y siempre me trató de maravillas.”
Saldico dejó el fútbol a los 32 años, luego de dos accidentes. Primero un tremendo choque de cabezas contra un rival en San Rafael de Mendoza, a fines de 1981. Estuvo 3 días internado y dos meses inmovilizado. Y en 1982, cuando se organizó un amistoso en Río Colorado para comprobar si se había recuperado, el auto que conducía volcó en el trayecto de regreso: se fracturó 10 costillas, la clavícula, el homóplato y se perforó la pleura. Convertido en entrenador de fútbol, fue el DT del “Depo” en varias etapas y ganó en cinco ocasiones la Liga Confluencia con el club. También dirigió a otros equipos de la región y obtuvo una Liga del Sur con Olimpo de Bahía Blanca.
-Con los años aprendí a ejercer la autoridad de otro modo. Ahora soy un poco más relajado...
-¿Y qué cambió en el entorno, en todo este tiempo?
-Ahora hay mucha más violencia, piñas y palos. Qué macana, ¿no?

Todo parece indicar que Saldico será protagonista de otra movida inmobiliaria en Roca, por el ambicioso proyecto de los dirigentes del “Depo” de construir un nuevo estadio en el predio ubicado frente a la Ruta 22.
-¿Podrá vivir como DT una etapa tan gloriosa en el Depo como la que vivió como jugador?
-Ojalá. Tengo esa esperanza. Ahora el desafío es ascender.
El mate ya está frío y en la tele hay ballenas en vez de tiburones. Saldico acompaña hasta la puerta y se despide. Entonces, dice: “Me gustan los desafíos. Por eso una vez salí de casa y manejé 1.200 km en el 128 para quedarme a vivir en Roca. ¿Y sabés qué? No me arrepiento”.

 

   
JAVIER AVENA
javena@rionegro.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
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