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Viernes 01 de Septiembre de 2006
 
 
 
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  EL ESPIRITU DE LOS PIONEROS | CONVIVENCIA, TOLERANCIA Y MUCHISIMO SACRIFICIO
  La tierra, sus frutos y sus sinsabores
 
 

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Como un verdadero ícono de la integración, la conformación de la “Colonia Rusa” hace justo 100 años atrás en Roca demostró el enriquecimiento que puede posibilitar la convivencia entre distintas nacionalidades, el ejercicio de la tolerancia y lo fructífero de la multiculturalidad.
Sergio Riskin, uno de los más fervientes recopiladores de la historia judía en Roca (que este año cumple 100 años de su instalación originaria), cuenta en coloniarusa.com.ar que “una suma de razones hicieron que un grupo de judíos rusos decidiera emigrar en busca de nuevos horizontes: las persecuciones a los judíos, los tristemente célebres pogroms, la situación económica, una guerra que se engendraba, un futuro impredecible, y tal vez el idealismo que en el trabajo de la tierra encontrarían un nuevo destino para ellos y sus descendientes”.
Seguramente en conocimiento de la actividad de la Jewish Colonization Association, empresa filantrópica creada por el Barón Maurice de Hirsch, que permitió la instalación de diversas colonias de judíos rusos en Argentina (en Entre Ríos, Santa Fé, Buenos Aires, La Pampa y Santiago del Estero), emprendieron el largo viaje, que los transportaría desde esa Rusia Occidental convulsionada hasta el puerto de Hamburgo, embarcándose para arribar a las costas de estos nuevos aires que los aguardaban.
“Ese grupo inicial encabezado por Isaac Locev, recorrió parte en tren, parte en carreta, primero la zona del Río Colorado y del Valle Medio, encontrando en el sur de Argentina, en la amplitud de la Patagonia, en el Alto Valle del Río Negro, el lugar para asentarse. Así se generó en 1906 una colonia independiente, de judíos rusos, que consiguieron la concesión de las tierras, y se fueron sumando otros, que arribaron antes y después de la primera guerra mundial”, escribió Riskin.
Con rudimentarias herramientas construyeron sus casas, desmontaron y emparejaron las tierras, incorporaron el riego, se iniciaron con el cultivo de alfalfa, siguieron con horticultura, viñedos, y por último frutales.
“Sobrepasando las limitaciones originadas por el idioma, por su cultura, por su religión, por sus costumbres, por su autoprotección por el sufrimiento y padecimiento de generaciones, muchos de ellos integraron, con otros colonos, fundamentalmente de origen español e italiano, un modelo de producción y comercialización agrícola, construido sobre las bases del cooperativismo, que les redituó frente al esfuerzo permanente de dominio sobre la tierra y los sinsabores climáticos. La solidaridad fue el cimiento sobre la que construyeron sus viviendas, labraron la tierra y educaron a sus hijos, dentro de su cultura y formándolos en las aulas de la escuela pública”, acota Riskin.
En la vieja Colonia Rusa, en Roca, no sólo quedaron los imborrables recuerdos del paso de los primeros colonos, de sus descendientes, no sólo permanecieron esas tierras que trabajaron, renovadas o no, allí está en otras viviendas y construcciones, quebradas o semiderruidas por el tiempo, el uso y el salitre: el salón comunitario, todo un ícono de la historia regional.

 

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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