Cuando llegó a Rincón, hace 22 años, estuvo cinco días sin salir de la piecita alquilada. No era la primera vez que venía en el micro que tardaba 7 horas desde Neuquén, aquel inolvidable colectivo que se metía en el campo y dejaba a los puesteros en sus ranchos. Pero sí la primera en que su objetivo no era sólo visitar unos días a su marido Julio Parra, por entonces chofer de camiones en la petrolera Halliburton: esta vez venía a quedarse junto a la hija del matrimonio, la pequeña Aylén. Pero todavía dudaba. No había vecinos, ni árboles, ni jardín, ni trabajo para ella. Y soplaba el viento y parecía que se caía todo. Y esos médanos de tierra. Y los suyos lejos en Cipolletti. Y la piecita que se inundaba y para hacerle la mamadera a Aylén se estiraba para no bajarse de la cama. Y Julio que estaba todo el día en el yacimiento. Fue él quien la empujó a decidirse.
-O te volvés a Cipolletti o te quedás. Hay que elegir -le dijo un día . Y Rossi eligió quedarse.
-Ahora es mi lugar en el mundo. Acá crecieron mis hijos y de acá no me quiero ir.
-Es que acá conseguiste todo. Pudiste hacer que tus hijos estudien. Lo que tenés lo lograste acá. Y eso te aferra a esta tierra. Hay un montón de gente de paso y no se si somos muchos los que sentimos esto. Y eso que ahora tienen todo servido, todos los servicios. Había que estar acá cuando el gas se congelaba en el invierno -dice Julio minutos antes de ir a trabajar. Ahora conduce los camiones de San Antonio Pride que transportan las computadoras y los equipos técnicos.
Forman parte de la nueva generación de familias cuyos hijos se van a estudiar con el plan de volver. Aylén (23) y Javier (19) están en Mendoza, ella en cuarto año de Odontología, él cursa las primeras materias para ser ingeniero electrónico.
-¿Quiere ser petrolero?
-No. No quiere la vida que le vio al papá -responde la madre.
La vida que le vio al papá se parece a la de la gran mayoría de los petroleros: muchas horas fuera de casa, pocas con la familia, sueldo que mejoró mucho en los últimos años. Como sea, nada le va a quitar a Parra el orgullo de haberle podido dar una vida diferente a sus hijos con su trabajo.
Rossi cuenta que tardó dos años en acostumbrarse a Rincón. Y que las cosas empezaron a cambiar cuando Julio consiguió comprar una de las últimas prefabricadas de madera que quedaban a la venta. Ocuparse de la casa y plantar árboles le hizo bien. Pero lo mejor de todo fue empezar a trabajar. Profesora de Manualidades en el Valle, consiguió empleo en la sala de jardín de la Escuela 238 y luego en el Jardín 37 Cahuin Ruca. Había que caminar 6 cuadras con las ollas de leche desde la 238. Hoy es secretaria administrativa en el Concejo Deliberante y colaboradora en la Biblioteca Popular y Municipal Don Felipe Sapag. "De acá no me saca nadie. Ya le dije a marido: "Si querés andate vos" -dice mientras le guiña un ojo.