Toca la guitarra en una banda de rock, cursa el quinto año en el CPEM 24, se pasó la infancia corriendo en el Polideportivo, tiene 16 años, mide 1,78, pesa 75 kilos y en 2010 Franco Burgoa brilló con sus logros en el atletismo.
En los Torneos Evita obtuvo el primer lugar en salto en largo, con 6,99 m. Y el segundo en 100 metros, con 11,17 segundos. Luego, en los Juegos de la Araucanía, en Chile, se quedó en el segundo puesto en salto en largo (6,55 m) y el tercero en 100 metros (11,35 s). Compitió del otro lado de la cordillera después de viajar en micro durante 26 horas, sin tiempo para reponerse.
Franco llegó a Rincón a los 4 años desde San Rafael (Mendoza), junto a sus padres y sus tres hermanos. "Pero me siento como si hubiera nacido acá", dice. Fue testigo del boom petrolero de la última década y del desembarco de miles de habitantes que sobrepasaron la estructura de servicios de la ciudad. El lo siente en lo suyo: se entrena en la cancha de tierra y piedra del Polideportivo y en el invierno se le acortan los tiempos porque no hay luz.
-Faltan un montón de cosas, pero si me das a elegir preferiría más espacios verdes- cuenta mientras a su lado asiente su novia, Victoria Gastón (16), nacida en Comodoro Rivadavia, también de familia petrolera, pianista de la banda y apasionada por el deporte. Ambos comparten la sorpresa por vivir en una ciudad con más cabarets que boliches. "Igual, están llegando más familias y hay menos hombres solos. De a poco esa onda va cambiando", dice ella.
De todos modos, a Franco no le gustan los boliches, ni fumar, ni tomar. Lo suyo es entrenar, llevar el rendimiento al máximo, superarse. Para el año próximo sus entrenadores le dijeron que la proyección de mejoría de su salto en largo es de entre 40 y 60 cm. Y ahí anda, con ese objetivo entre ceja y ceja, con alimentación de atleta y cero consumo de grasas. Sueña con conseguir sponsors; la ropa de competencia es cara: $700 un conjunto, $500 los zapatos con clavos. "Ojalá se dé", dice y se va. Ya es tiempo de ir a entrenar.