RIO NEGRO WEB
REGISTRARSE
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS ONLINE RSS RSS
podio RURAL eH! Red de diarios ECONOMICO ENERGIA
  Lunes 20 de Diciembre de 2010  
 
 
>>Ediciones ANTERIORES
   
 
  Así era la vida antes del petróleo
Una rica historia con punto de partida en los puestos. Los Hernández, los Lara y los Cano: tres familias, un destino.
 
 
 
Click para ver más fotos
 

En el barrio privado de Repsol YPF en Rincón de los Sauces, un apacible refugio de confortables chalets y perros que retozan en los jardines, hay tres casas infiltradas que nacieron de adobe y con el tiempo fueron revestidas de material. Sus habitantes no trabajan en la empresa, pero a ninguno de los agentes de seguridad del acceso se le ocurriría impedirles el ingreso: viven allí desde mucho antes de que llegara la avanzada de Sismográfica y la petrolera por entonces nacional descubriera en los años ´60 que había un fabuloso tesoro escondido en una sustancia espesa y oscura en las entrañas de la tierra en el norte neuquino.

La casa de Rebeca Lara (60) y Alejandro Cano (72), sobre un lote de 15 x 40 metros, quedó a la derecha del ingreso al barrio, entre la pista de aterrizaje, el asfalto y los tanques de gas que la compañía puso detrás del gallinero y que obligan a cerrar las ventanas cuando son purgados. A 30 metros está la de Ángel María Tapia y María de las Nieves Lara, donde hoy vive su nieto Jean Urrutia. Y la de Francisca Lara (84) -madre de Rebeca y hermana de María- está a unos 200 metros a la izquierda, detrás de la cancha de tenis, con una cancha de fútbol a la derecha y los gigantescos tanques de agua y los tres contenedores de basura del restaurante del personal a la izquierda.

En aquellos calientes días de fines de 1964 Sismográfica tenía previsto avanzar más, pero el ingeniero Rato dijo que no había otro lugar mejor para instalar el campamento que la sombra de esa alameda, la única en kilómetros a la redonda, a unos 30 metros de donde ahora están los contenedores. Se acercó al puesto de adobe y pidió permiso.

-Ah, no... eso hay que preguntárselo a mi marido -respondió Francisca Lara.

-No hay problema, señora, lo esperamos -dijo el ingeniero.

-Va a tardar una semana. Está en la mina de Auca Mahuida.

Rato no perdió el tiempo y destacó una camioneta Dodge para que la trasladara hasta el cerro y le preguntara a su marido si daba la autorización. La misión demoró un día y medio entre el viaje de 110 km por la picada de tierra y la espera: el hombre estaba de turno, sumergido 60 metros en busca de carbón. Cuando por fin emergió a la superficie, se encontró con su mujer, el jeep y la noticia. Dudó.

-Está bien, pero que tengan cuidado -dijo después.

 

Francisca había cruzado la cordillera a caballo a los 5 años, junto a sus padres y 7 hermanos. Provenían de Linares, el pueblito chileno donde los Retamal convencieron a los Lara de probar suerte en la Argentina. Del otro lado de las montañas, dijeron, había enormes extensiones de campo con tierra de calidad para la chacra y agua y buenas pasturas para los animales.

En 1925 los Lara decidieron viajar por dos meses para conocer eso que sonaba tan parecido a un paraíso para un criancero. Nunca más se fueron. Se instalaron en La Escondida, cerca del Auca Mahuida y más tarde en Las aletas de Álvarez, como eran conocidas las cuevas del cerro. Por entonces se invernaba en las tierras altas de las cercanías, y se veranaba en la costa. Los animales hacían surcos entre los yuyos y caminaban cerca de los sauces que le dieron nombre a ese rincón del mundo con nevadas frecuentes que todavía no era árido ni seco.

A los pocos meses Ricardo Lara, el jefe de la familia, dijo que era hora de independizarse de los Retamal y tener tierras y animales propios. Se fue de expedición para hallar el mejor lugar y eligió una zona cercana al río. Levantó un puesto y empezaba con la chacra cuando hubo problemas con los Leiva, que lo corrieron a boleadoras. Se replegó entonces hacia La Rinconada, a 15 km en dirección a Catriel. Y repitió la historia: el puesto, la chacra y después regresó a La Escondida para buscar a su mujer, Manuela Arteaga Muñoz, sus hijos, los caballos y los bueyes.

En La Rinconada les fue bien. Sembraron tomate, papa, alfalfa, maíz y trigo y tenían chivos y vacas. En el verano cargaban los caballos pilcheros y llevaban a vender sus productos a lo del turco Elem en Buta Ranquil a 130 km. Tardaban 5 días en llegar y volvían con mercadería para aguantar el invierno.

Los chicos crecieron y Francisca se enamoró de Vetelino Barros, que tenía un puesto del otro lado del río Colorado, en Mendoza.

El verano era época de fiestas en los puestos. Y los que regresaban de Buta Ranquil solían hacer escala en todas. De una de ellas salía Vetelino cuando le dijo a su compadre que debía volver para arreglar un asunto.

Lo encontraron tirado en el camino con varias puñaladas. Agonizó con las tripas al aire y cubierto por la sombra de unas mantas, hasta que cuatro días después lo trasladaron a Neuquén y allí falleció. "El que busca encuentra", alcanzó a decir antes.

Fue duro para Francisca volver al puesto familiar en La Rinconada con un embarazo de tres meses y la noticia de que el padre de la criatura estaba muerto.

En ese puesto nació Rebeca. Dormía sobre los cueros y pronto se convirtió en la preferida de los abuelos. Tiempo después, Francisca conoció a José Ángel Hernández, hijo del primer puestero y viudo de Rosario Retamal, que tenía un puesto con vacas, caballos y chivos en La Escondida.

-Hija, la voy a llevar a vivir conmigo -fue su declaración de amor. Sus padres la autorizaron, pero con una condición.

-La beba se queda. Acá está bien -ordenó don Lara. Y Francisca se fue. Pasaron dos meses y no podía con su tristeza.

-Mañana prepare los caballos. Bajamos a la costa a buscar un criado -le dijo una tarde Hernández. Había acordado con los Leiva que le iban a alquilar uno de sus hijos, una costumbre de la época. Pasaron por La Rinconada y Francisca se reencontró con su hija. Don Lara contempló el abrazo.

-Vístala, agarre sus cositas y llévela. Si no cuando crezca no va a saber quién es su madre -dijo.

Con ellos partió Guillermo Leiva, el alquilado de 7 años. Él y Rebeca se criaron juntos: domaban ovejas, cazaban guanacos, cabalgaban. Todavía hoy Guillermo le dice mamá a Francisca.

Estuvieron 4 años en La Rinconada y otros 2 en Las Aletas de Alvarez, con tierra acumulada en la entrada de la cueva para frenar el viento y una cortina como puerta. Cuando las aguadas empezaron a secarse Hernández dijo que ya era hora de ir para la costa. Su hermano Germán tenía un puesto con dos casitas de adobe. Le compró una y sembraron trigo, alfalfa y avena. Y sumaron árboles a la alameda que años después deslumbraría al ingeniero de YPF.

 

La industria del petróleo bulle en Puesto Hernández. El corazón petrolero de Neuquén debe su nombre a uno de los primeros habitantes de los que haya registro: José del Carmen Hernández. Llegado desde Chile con sus vacas y yeguarizos a fines del siglo XIX, se hizo una casita de piedra cerca de la costa del río colorado. Se casó con Juana Villagra y tuvieron cinco hijos: José Ángel, Germán del Carmen, Natalia, Guillermina y Carmen Rosa.

A la noche solía reunirlos alrededor del fogón. Les contaba que había combatido a los indios y que el último que mataron peleó hasta el final con las dos piernas rotas al pie del Auca Mahuida. Que cuando venían los malones quemaban los puestos, se llevaban los animales, le arrancaban las cabelleras a los hombres, capturaban a las mujeres y les arrancaban las plantas de los pies para que no pudieran escapar. Que la respuesta de los gauchos era furiosa: arrasaban las tolderías y les sacaban una lonja del espinazo a los enemigos. Y que cuando intervino el Ejército y expulsó a los indios hacia la cordillera, lo dejó a él en estas tierras. Y que luego el gobierno propuso a quienes habían peleado contra los indios que se quedaran en esos campos para poblar esa franja de la Patagonia y pagaran impuestos por cada cabeza de ganado. Y que por eso él era el dueño de ese territorio donde estaban sentados cerca del fuego.

En las chacras sembraron alfalfa y trigo: los caballos pisaban los granos para hacer el adobe. Y elaboraban el queso que vendían en Chile, donde compraban provisiones para pasar el año. El mediodía del 27 de diciembre de 1914 doña Juana y sus hijas ordeñaban las vacas y los peones emparvaban el pasto cuando un jinete se acercó a toda velocidad.

-¡Disparen a las lomas que se viene la laguna! -avisó.

Así reconstruyó la escena Alejandro Cano en su Historia de Rincón de los Sauces, en base a los testimonios de Guillermina Hernández y su hermano José Ángel: "La suerte de esta gente fue que tenían la carreta enganchada con los bueyes. Al sentir que el hombre gritaba, Guillermina, Natalia y Carmen corren hacia su madre para subirla al carro. Al ser gorda les costó mucho. En el patio estaban los chicos, Rodolfo Álvarez y Ángel María: los subieron a la carreta junto a los colchones y los baúles. Cargaron lo que tenían a mano y picanearon con las horquillas a los bueyes para poder llegar rápido a las lomas del cementerio. Justo al salir una ola pasa por arriba del carro golpeando una de las ruedas. Cuando estaban seguros se pusieron a mirar para la costa. Llegaron a ver cómo se hacían remolino los animales y se los tragaba el río. De tanta desesperación, no supieron si habían cargado a los niños. Al mirar la carreta no los vieron y se pusieron a llorar: creyeron que se los había llevado el río. Pasaría media hora para que notaran que los colchones y los baúles se movían. Eran los chicos que estaban debajo de las cosas. Siguieron para arriba de las bardas, rumbo al chivato. Hasta hoy existen ruinas de la casa de los Hernández".

En la punta de la loma está la tumba de Carmen: "Había tenido familia y a los tres días de dar a luz la hicieron salir a rejuntar las chivas. Era tanto el calor que se agarró una insolación, siendo la causa de su muerte a los días. Al hijito, Alberto, lo criaron su hermana y su abuela. José del Carmen fallece a los 66 años sin atención médica a las 17.10 del 11 de julio de 1918 en la casa de su hermano Francisco Antonio en Ranquil Sur", escribió Cano.

Juana Villagra, la viuda, se hizo cargo del campo con sus hijos. Germán, que cumplía con el servicio militar, regresó a Rincón. Y su hermano José Ángel partió rumbo al Regimiento de Granaderos a Caballo en Buenos Aires. Germán conoció a Elena Casanova y más tarde se casaría con ella. Tuvieron 10 hijos. Tras volver de la conscripción, José Ángel fue invitado a un rodeo en el campo de los Retamal. Allí conoció a su futura esposa, Rosario, que murió joven pero le dio seis hijos.

Años más tarde, Guillermina Hernández, una de las tres hijas del pionero, se casó con Luis Chávez. Él se ocupaba del campo y ella de la chacra. Después de que naciera el primer hijo, Lindolfo, el padre se enfermó. Así lo describió Cano: "Según él contaba, al regresar del campo a la caída del sol lo siguió un toro negro. Al verlo Chávez pega la vuelta y lo sigue, pero no lo pudo alcanzar. Pensó que algo malo era y pega la vuelta para su casa. Cuando llega al rancho, ve que ese animal lo había seguido. Entonces le dice a Guillermina que cierre las puertas y ventanas y que se quede con el niño adentro mientras Chávez agarraba el guincho y el cuchillo. Pasó la noche al lado del palenque esperando que apareciera el animal. Hasta que amaneció y en ese momento empezó a sentirse mal. No se pudo curar más. Tiempo después falleció".

En el puesto quedaron Guillermina, su hijo, su madre Juana y su hermana Natalia. Poco después Juana murió y Natalia se casó con Clodomiro Álvarez y se fue.

Años después, Guillermina formó una nueva pareja con el español Eduardo Cano, que había llegado a estas tierras a los 22 años y dejaba atrás la guerra civil. Aquí vivía de la caza de guanacos, avestruces, zorros, gatos, zorrinos y liebres. Juntaba pieles y plumas, las cargaba en un pilchero y se las vendía al turco Elem en Buta Ranquil. Ambos decidieron ir a vivir a Cinco Saltos: compraron una chacra, plantaron manzanos y tuvieron cinco hijos. Alejandro, el menor, se fue a buscar su futuro a Rincón, donde se enamoró de Rebeca. Ángel María Tapia le dijo que levantara una casa cerca de la suya, la misma donde ahora circula el mate y cuentan la historia en una tarde calurosa y soleada. Después YPF halló petróleo y todo se complicó para ellos. Llegaron las máquinas, los hombres, el campamento, el alambre, las topadoras que pasaban cerca, los intentos de desalojo. Las cosas se calmaron con una frase de Felipe Sapag.

-De acá no me sacan a ninguna familia -dijo el gobernador.

-Menos mal que estaba don Felipe. Otro nos hubiera echado - dice Alejandro. Tuvo 4 hijos con Rebeca: Esteban (42), Erica (40), Alejandro (38) y Carolina (26). Aquí crecieron, en un mundo de boleadoras, gallinas, avestruces, la pelota de medias, los caballos de palo y los aviones que aterrizaban en la pista del fondo de su casa. La primera vez que Alejandro vio uno se asustó tanto que corrió a esconderse en el refugio de los perros. Se bañaban en un fuentón de chapa y cuando el calor apretaba pedían hielo en las casas de los gerentes de YPF, que tenían heladera y aire acondicionado.

Después Alejandro se hizo petrolero y un día subió a una torre para reclamar beneficios laborales. Amenazó con tirarse. Le pregunto si fue una estrategia y responde que no, que fue lo que le salió. Pero perdió el trabajo y ninguna empresa volvió a contratarlo. Hoy es empleado del Concejo Deliberante y abrazó el evangelismo. Tiene tres hijos.

-YPF nunca pidió permiso, nunca negoció. Nada más se metieron. No se portaron bien. Ellos son los intrusos -dice mientras su padre revisa viejos papeles.

-Éstas no son tierras fiscales como dicen ellos. Estas tierras tienen dueño. Somos unos de los tantos herederos de los Hernández -dice don Alejandro y vuelve a clavar la mirada en los documentos de una historia que aun hoy se reescribe día a día.

   
   
 
 
 
Alternativ@s en Facebook Encontranos en Facebook
Alternativ@s es el espacio para que organices tus salidas culturales, conozcas a los artistas de la región y mucho más. Ingresa.
Salud
  Violencia de género: Noticias que salvan vidas Amnistía Internacional lanzó en Argentina un manual para el abordaje periodístico sobre el tema.
Salud
  Por la licenciada Laura Collavini

La velocidad máxima en el ejido Municipal es de 40km/h, disminuyéndose en cruces de bocacalle. La velocidad debe siempre regularse para que la conducción sea segura.

  Vea imágenes enviadas por nuestros lectores. Ustedes también puede participar CLICK AQUI.
»Contenidos, microprogramas y archivos multimedia. Una manera distinta de abordar la realidad.
Podcasts
»Un espacio destinado a compartir reflexiones, ideas, conocimientos, y mucho más, ingresá!
Blog eh!
Blog Mediomundo
Blog Vientos de Cine
Blog Hijas de Eva
Blog Fuera del Expediente
Blog En defensa propia
Blog Plantas y Mascotas
El blog del Coya
Lo mejor del dia
Blog Cronicas de la Moda
 

Río Negro on line te invita a que compartas tus imágenes. Sumate!

  El espacio de los pescadores. Envíen sus fotografías!
  Vea Imágenes de lectores
Sea protagonista de la Información. Click para enviar Imágenes.
  •Edición especial Rio Colorado
•Edición especial Río Negro
  ¡Nero gratuito!
Una de las herramientas más prácticas y rápidas para la grabación de CDs y DVDs
AIC Autoridad de Cuencas
AIC Autoridad de Cuencas

Link:
» Tapa Impresa
» Titulares
» Registrarse
» Ayuda
» Contáctenos

» Publicidad ONLINE

 
»A un año de la tragedia que conmovió a Neuquén
»La democracia que no llega a los parajes rurales rionegrinos.
 
  Diario Río Negro
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina.
Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
  Todos los derechos reservados | Copyright 2007 |CERTIFICA