Detrás del cementerio de Plottier se puede ver las bardas, altas, áridas. A unos pocos kilómetros, también flanqueada por estas formaciones como si marcaran el fin de la ciudad y del verde, se encuentra un pequeño vergel con un cartel que anuncia uno de los microemprendimientos que cada fin de semana vende sus productos en la feria: la "Granja de Clara".
"Bien chiquitita es, pero productora", anuncia María Clara de Ávila. Y esa descripción es una de las mejores que puede hacerse sobre esa hectárea que compraron hace sólo tres años con la esperanza de replantear su vida luego de que su marido, Rafael, se quedara sin trabajo.
Mirando los terrenos vacíos que rodean la chacra es fácil imaginar a la pareja cuando tuvieron que desmontar la árida tierra. "Mi esposo siempre trabajó en máquinas viales, yo siempre estuve en la casa, nunca tuve plantas ni animales. Vinimos e hicimos una pequeña casita y el galpón para los pollos, y después empezamos a trabajar la tierra. Esta tierra es virgen, tenía todo algarrobo y plantas así. Yo empecé a hacer surcos chiquititos con mi esposo. Empezamos así, los dos solos, porque no se podía meter el tractor ni nada, había que hacerlo a mano".
Poco a poco, y gracias a los dos pozos con bomba que las riegan, las verduras le fueron ganando al monte. Choclo, ají dulce, ají picante, zapallito de tronco, calabaza, zapallo criollo, tomate perita, tomate común, berenjena bocha y alargada, remolacha, morrón calahorra y verde, acelga, melón, sandía y cebolla valenciana. "Un poquito de todo -aclara-. De todo lo que se puede producir en una chacra".
El fuerte de la producción son los pollos a los que sumaron, además de las verduras, los lechones. "Al principio no sabíamos de pollos. Empezamos con 50 y en hoy hay mil. Cada vez vamos escalando más y así, ´a lo criollo´, aprendiendo mucho y con la ayuda de un veterinario".
Toda la producción se hace "a la antigua": "No se cura nada, lo que se echa a perder se echa a perder y lo que se cosecha se cosecha bien. Igual con los animales. Cuando sacan de las incubadoras a los pollitos pasan por una vacunación pero después vienen acá y ya no les ponemos nada. Es todo natural".
Cada jueves y domingo a partir de las 8, Clara vende sus productos en la feria de la plaza España. "Tengo venta gracias a Dios, especialmente el domingo que viene mucha gente de afuera vendemos entre 70 a 80 pollos. Hemos trabajado mucho pero con satisfacción porque vemos lo que se puede hacer. Para nosotros es mucho porque ya ninguno de los dos es joven", dice sin nostalgia.