Antes de radicarse en Plottier, Mariano Villanueva (37) probó varias actividades y destinos. Junto a su mujer, María, y sus hijos Juan Ignacio y Francisco, vivieron en los Estados Unidos. Mientras hacían base en Miami, él trabajo en la construcción, en establecimientos gastronómicos y también fabricó bastidores y marcos para cuadros.
Tras regresar a la Argentina, en 2004 llegó a sus oídos el programa neuquino que apoyaba a los emprendedores que quisieran apostar a la fruta fina. Inquieto por naturaleza, se inscribió en unas jornadas de capacitación en Coronda, Santa Fe. Los objetivos eran escuchar de primera mano el relato de productores y viveristas del país y del exterior, explorar el mercado y posibles alianzas. No tardó en sumarse a la aventura.
Aquí está hoy, en su chacra de 13 hectáreas, con 6 de frutillas, 2 de frambuesas y una pequeña superficie de moras. Su voz suena experta cuando cuenta cada paso del proceso productivo, el control de la maleza, la indispensable retención de la humedad y el resto de los secretos de la actividad. Sobre todo, uno.
-Cosechás hoy, vendés hoy, No aguanta más de 24 horas -dice mientras convida un amargo. "Tal vez haya otras actividades más rentables, sin tantos problemas ni dependencia del clima, las heladas, el granizo, pero a nosotros nos gusta esto. Además creemos que dentro de 15 años, con más población sobre la Tierra, será un muy buen negocio producir alimentos", afirma.
Ya en plena recorrida por los lotes, continúa: "Eso sí, hay que invertir mucho. Hay que ponerle tecnología, transporte, embalaje, insumos, cámaras de frío, recursos, mano de obra".
Acostumbrado a las bajas temperaturas, entra al equipo de frío con estructura de container denominado riffer con un temperatura interior de -18ºC. Sin inmutarse muestra una de las cajas donde se conserva la fruta destinada a la industria. Luego muestra orgulloso el resto de las instalaciones: el galpón, la sala de clasificación, las dos cámaras frigoríficas, las cajas utilizadas para embalar...
Su empresa, Chacra Viento Sur, está en proceso de obtener las certificaciones de buenas prácticas agrícolas y así estar en condiciones de exportar a los Estados Unidos y Europa.
La única experiencia de ventas al exterior que realizó hasta el momento junto a otros productores no terminó bien: enviaron las cajas a Barcelona, pero desde España no vino ni un sólo euro. Hoy vende su fruta en el mercado interno.
Villanueva conoce Plottier desde 1989, cuando su padre instaló el primer cable de la zona.
"Es increíble lo grande que está la ciudad", dice. Con todo, le preocupa el avance de los loteos sobre las chacras. "Si miro a los costados tengo que decirte que en estas 80 hectáreas somos los únicos que producimos. Van, les ponen la guita, aceptan, se van y no reniegan más con la tierra", relata.
Fin de la recorrida. Villanueva cuenta que María, su mujer, está en clase: es profesora de Lengua, Literatura e Historia y que la idea es que en el futuro los dos se dediquen a la chacra. "Estamos súper contentos en Plottier: queremos vivir de la producción. Ojalá que podamos lograrlo".