Víctor lleva 30 horas despierto. Arrancó ayer a las 9 de la mañana y ahora, en la tarde del día siguiente, bajo un sol demasiado fuerte para los últimos días de marzo y un viento demasiado típico cerca de las bardas, empuja un largo caño de hierro con el que coloca la leña en el interior del horno, allí donde necesita reforzar el calor. A medida que se acerca, la temperatura acecha: llega a los 90ºC donde arden los troncos.
Víctor es ladrillero. Aprendió el oficio cuando llegó, cuatro años atrás. Ahora ya es un experto en eso de mojar la tierra, remover con tractor, tirar el aserrín, tapar con el nailon, cortar y cocinar durante un día.
-No se nota pero cuesta. Acá lo importante es tener un buen fuego continuamente -cuenta mientras gira para evitar una furiosa ráfaga de polvo y arena. Luego carga la carretilla con más troncos, camina hasta donde el calor lo deja y después usa el caño para colocarlos entre las llamas.
Víctor es de estatura mediana, piel cetrina, hablar pausado y mirada franca. Se protege las manos con guantes y la cabeza con una camisa vieja envuelta a modo de bandana ladrillera. Es de Potosí, la ciudad del sur de su país declarada Patrimonio de la Humanidad de donde provienen muchos de los bolivianos que se radicaron en la zona. Aquí desembarcó con su mujer y sus cinco hijos. Los chicos van a la escuela Los Hornos, como la mayoría de sus compatriotas.
Potosí tiene 4.067 metros de altura sobre el nivel del mar y unos 200.000 habitantes, apenas 40.000 más que en el año 1625, cuando los españoles explotaban la famosa mina de plata y miles de indígenas morían en su interior. En las últimas décadas su economía se basó en la producción de estaño, pero con la baja de los precios internacionales entró en un cono de sombras.
La Argentina del uno a uno brindó a muchos bolivianos la posibilidad de trabajar aquí y enviar dólares a su patria. Pero con la devaluación la corriente migratoria no se detuvo. Por el contrario, la mayoría de los extranjeros que llegan son de ese origen. Visto con sus ojos, no es un mal lugar en el mundo: una provincia rica en un país rico. En Plottier, ya tienen un barrio, Colonia Parque Industrial, donde vive Víctor con los suyos en una casita de madera, a unos 50 metros del horno. Más allá y más acá, otros ladrilleros trabajan y apilan su producción, mientras los clientes merodean, compran y cargan.
-¿Cuánto pagan por este terreno?
-Tiene una hectárea. Nos cobran 2.500...
-¿Pesos?
-No, ladrillones.
Cada ladrillón mide 28 por 16 cm. Una partida de mil vale hoy entre 400 y 450 pesos, menos que unos meses atrás, cuando se pagaban entre 500 y 600 pesos. El crecimiento de la comunidad boliviana en Plottier también se advierte en la relocalización de las tomas: en la última que se realizó, el 10% de los beneficiarios, unas 50 familias, eran del país vecino, de acuerdo con los datos de la comuna. Víctor coincide: "Es cierto, cada vez somos más".
-¿Ya se adaptaron?
-Se extraña la tierra de uno, pero estamos bien.
-¿Cómo es la relación con los argentinos?
-Algunos nos quieren.
En la zona rural.
Hay muchos bolivianos en las chacras. "Trabajan mucho. Tienen la mentalidad de esforzarse para crecer. Y si pueden hacer una hora extra, están felices -dice Héctor, a cargo de un establecimiento-. Muchos argentinos no son así: prefieren cobrar un plan social, hacer changas, recibir una caja con comida, usar el gas subsidiado y protestar. Yo pienso más como los bolivianos: quiero prosperar por mi esfuerzo. Son más guerreros...
-¿Guerreros contra quién?
-Contra la vida.
Plácida, una joven contadora pública de Potosí, cuenta que es la segunda vez que llega a Plottier para la temporada. "Mi familia se va a quedar, pero yo no sé. Me gustaría conseguir trabajo en mi profesión. En mi país intenté y no pude. Acá todavía no probé. Es lindo en las mañanitas trabajar con las plantas. Lástima el sol: al mediodía quema".
-¿Hay integración entre los bolivianos y los argentinos?
-No mucha.
Ilda, también de Potosí, dice: "Aquí nos quedamos con mi marido y nuestros dos hijos. Me gusta este lugar, me gusta el clima, nos sentimos bien tratados. En Bolivia hacía tareas de limpieza. Acá trabajo la tierra y hago ladrillos".