Amparada por la catedral de aires góticos que observa el comportamiento terrenal de la zona bancaria, la capilla Nuestra Señora de los Dolores resiste los embates del olvido y el mercado inmobiliario. Como parte del patrimonio arquitectónico del casco fundacional de la ciudad de Neuquén, es una pieza más del rompecabezas que reproduce los hechos constitutivos de nuestra historia. Algunas otras son la estación de trenes, la Casa de Gobierno, la prisión U9, la ex casa del director de la escuela N 2 y muchas que se perdieron en el juego del progreso.

Hace más de cien años, según la crónica del sacerdote salesiano Pascual Paesa, la capilla "se erguía con sufridas pretensiones de iglesia entre las construcciones de los médanos de la capital".

El edificio se inauguró en 1907, tres años después del traslado de la capital al Paraje Confluencia desde Chos Malal.

Considerando el tiempo transcurrido, los elementos de la construcción se conservan en buen estado: estructura, cubierta, pisos, muros, revoques, revestimientos, cielorraso, carpinterías e instalaciones.

La fachada es simétrica y ecléctica. La estructura, un solo cuerpo rectangular. En el interior, sobre el lugar de acceso, se destinó un entrepiso para el funcionamiento del coro (de niños y de señoritas) y el órgano. En el cielorraso se observan ornamentaciones de chapa estampada con motivos florales, muy común en la época en edificios públicos o privados de cierta importancia.

Para ofrecer "consuelos y alivios", vecinas de la ciudad habían conformado la Sociedad de Beneficencia de Neuquén que se abocó a la recolección de fondos para la construcción de un templo y el hospital. En 1907 la presidenta de la sociedad era Eleuteria Guerrero de Claro, descendiente del baqueano Blas Guerrero que escoltó a las expediciones comandadas por Juan Manuel de Rosas en 1833.

Según el informe de la Inspectoría San Francisco Javier de Bahía Blanca la obra de la capilla costó más de 20.000 pesos.

Concluida la misa oficiada por primera vez en edificio propio, los asistentes fueron retratados por el fotógrafo de la Revista Ilustrada del Río de la Plata. Conformaban el grupo autoridades civiles, militares y eclesiásticas y vecinos, muchos de ellos integrantes de la sociedad de la elite funcionario-comercial: Guillermo Miró, José Briguera, Carmen N. de Mango, Dolores Palmés de Gómez, Angélica G. de Bazo Montero, Isabel N. de Radonich, Sra de Castilla, Sra. de Nodín, Eleuteria Guerrero de Claro, Manuel Bonet, Eduardo Elordi, Emilio Rodríguez Iturbide, Carlos Bouquet Roldán, N. Rodríguez Spuch, Samuel Bazo Montero y Washington Jáuregui. Algunos invitados excusaron su inasistencia, como el ministro del Interior Joaquín V. González, Casimiro Gómez (fue representado por el ex gobernador Carlos Bouquet Roldán), el benefactor contribuyente Juan Canter y el arzobispo Mariano Espinosa.

CONTRASTES

Claro que la asistencia y la atención de toda la comunidad de la región a los asuntos elevados no eran muy alentadoras, a tenerse por las cartas de los sacerdotes a sus superiores.

El panorama se presentaba muy diferente al de las antiguas y tradicionales provincias del norte del país, donde los reclamos eclesiásticos eran reverenciados y las iglesias se ubicaban frente a la plaza principal del pueblo en un plano de igualdad con el poder político.

"No insultan pero desprecian", escribió el capellán Giacomuzzi sobre la actitud de la feligresía local a poco de inaugurarse la capilla.

Por su parte el sacerdote Soldano escribió en 1917: "A cada rato estos diarios (principalmente "El Neuquén") embisten contra la religión, la moral, la historia, el buen sentido. El padre José María tiene un arsenal de libros para contestar, pero yo me consumo de pena en esta soledad, apoderándose de mí el desaliento. Aquí hay un buen número de intelectuales presumidos con quienes habría que codearse y compartir; y tal vez, aunque descreídos, se los podría llevar por buen camino. En cambio, ¿qué puedo hacer yo, que nunca he sido un intelectual?".

Otra historia comenzó a escribirse con la llegada en 1961 del obispo Jaime de Nevares. Su actuación personal en conflictos de este mundo cosechó adhesiones y contribuyó a la identidad provincial con hitos que alcanzaron trascendencia nacional.

NO LE HABÍAN ASIGNADO LUGAR

La capilla de la ciudad no tenía un lugar asignado en el original plano catastral. Tampoco se encuentra antecedentes en documentos posteriores.

Los motivos de ese hecho han sido materia de interpretación de los historiadores, pero lo concreto es que a diferencia de lo que había ocurrido en tantas otras poblaciones, la iglesia no había sido una cuestión que les preocupara mucho a los fundadores de la ciudad.


EN OTRA FINCA

A los curas salesianos le habían propuesto que levantaran la capilla en el predio en el terreno encerrado hoy por el bulevar Alvear, avenida Argentina y Carlos H. Rodríguez.

El lugar se los habría ofrecido Casimiro Gómez, el propietario de las fincas en aquellos años. Pero en ese sitio se construyó la escuela 2, en 1910.

La capilla fue finalmente levantada, como se indica en la nota central, por una asociación que se había fijado como objetivo construir además un hospital.

El hospital, finalmente, no llegó a concretarse por parte de aquel grupo de vecinos.
Al margen de aquella inicial desconsideración hacia la cuestión religiosa, lo cierto fue que la capilla terminó ocupando un lugar estratégico en la avenida principal de la ciudad desde que se inauguró el edificio en 1907.