A simple vista, sólo fue un traslado. Pero el trueque, desordenado e incontenible desde todo punto de vista, con sólo marcar los puestos en el piso, poner vigilancia interna y el gran impacto de la inclusión del Estado municipal en la organización, se incorporó al comercio formal de la ciudad. Fue un cambio de conceptos que permitió considerarlo como una alternativa real y no como un problema.
La feria de Vuelta de Obligado se sumó al centro capitalino a principios de año y no antes, a pesar de que existe hace ocho años. Ya no es un punto marginal, como lo consideraban muchos de los vecinos que caminaban y cambiaban de vereda para no mezclarse entre los puestos. Todos los fines de semana surge sobre calle Independencia en la geografía local.
Cada sábado, pasan 4.000 personas por allí. Hasta las señoras paquetas lo recorren y, aunque aseguran que "es parte de un paseo" casi exótico, por lo bajo reconocen que es allí donde compran esas especias tan complicadas de conseguir. A las amigas -tan coquetas como ellas- todavía no se atreven a confesar el origen de esos sabores de la comida del viernes por la noche, pero si las cosas avanzan como hasta ahora, no faltará mucho para que no sea necesario: lo más probable es que todas se encuentren por obra de casualidad, el "próximo sábado", entre las verduras de los puestos.
La feria Vuelta de Obligado, como se llama ahora, nació como un emergente social allá por el 2001. Como no circulaba dinero real, se creó con un sistema de créditos que, como Lecops no oficiales, servían para vender y comprar en el espacio. Funcionó por un tiempo, hasta que las falsificaciones y los robos "empiojaron" el sistema. Hubo otros problemas, como cuando se vendían alimentos de las cajas de comida que entrega la provincia; o de seguridad, cuando el desborde de gente y la falta de controles hicieron que lo que podía ser un paseo y hasta un atractivo turístico se transformara en una excursión peligrosa, incluso para los feriantes.
Pero los problemas no eran propios de la feria, uno de los sistemas más antiguos del comercio que subsistió ocho años sin ayudas y a pesar de los problemas. Y quedó demostrado en poco tiempo y con medidas simples, como ocurrió a principios de 2009 con el traslado del espacio.
Con la creación de la dirección de Economía Social, el municipio intentó ordenar la feria del trueque o de Vuelta de Obligado. Gustavo Beltrán está a cargo y antes lo estuvo Hernán Ingelmo. Fue con su intervención que cambiaron los conceptos con los que el Estado se presentó frente al trueque, ante los fallidos de años anteriores. El subsecretario de Gestión Urbana de la anterior gestión, Carlos Roca, dijo en 2007 que en el trueque no se podía entrar "porque la última vez le rompieron la cara a golpes al inspector". Dos años más tarde, Beltrán remarca que el objetivo final es el de "pasar de la informalidad" al reconocimiento y dice que, si bien "llevará tiempo", ya se ven los primeros signos de integración de ese sector que forma parte de la llamada "economía social" a la vida de la ciudad.
"Había un sector de la economía que no fue tenido en cuenta en los últimos 8 años y se busca incorporarlo como un factor más en la sociedad", explica. En esa integración, el funcionario también rescata que las señoras paquetas, que antes se quejaban porque los puestos les impedían caminar libre por la vereda, ahora sean fieles clientes. "Es muy interesante ver como los sectores de clase media o incluso más altos recorren la feria", dice, desde la institucionalidad de su lugar en el municipio.
Para el funcionario, la gran afluencia de personas es parte de un reconocimiento de la sociedad a este sector. Y ese mismo aire a reivindicación es el que se respira cada sábado entre las frituras del sector comidas y los aromas de la fruta fresca al caminar por la feria del centro de Neuquén.