Durante el último tramo de la historia de la ciudad fueron pocas las semanas en las que no hubo una manifestación cruzando las calles de la capital. Sólo los gremios estatales, la mayoría de ellos nucleados en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) reconocen haber convocado a no menos de un centenar de protestas desde principios de 2006.
A estas marchas y protestas deben sumarse las que nacieron en el contexto de otras organizaciones que no están enroladas en entidades opositoras al gobierno, pero que no obstante tienen agitada presencia en las calles.
La mayor parte de ellas busca mejores condiciones salariales y laborales para los asalariados del sector público. También tierra y viviendas dignas.
Sin embargo, en Neuquén, como en otras provincias se pide también por Justicia para crímenes impunes. El último de los casos es el del maestro Carlos Fuentealba, asesinado por un policía en cercanías de Arroyito, en abril pasado, mientras participaba de un corte de ruta convocado por los docentes de ATEN.
La lista de quienes se volcaron a la calle es extensa. Y algunas protestas dan cuenta de una gravedad institucional inédita, como el caso del sector Salud, cuyos trabajadores, con intermitencias, vienen llevando a la calle sus reivindicaciones desde 2003.
El planteo de enfermeros, médicos y directivos, sindicalizados e "independientes", ahora sumó un actor más: los propios pacientes. Se agrupan por su cuenta para hacer valer sus derechos constitucionales de acceder al servicio de salud.
Las peticiones se multiplican por decenas.
Otros blancos de las demandas se encuentra en el Poder Judicial, la Gobernación, el municipio, la Legislatura, y los monumentos públicos, muchas veces afectados por minorías dentro de estas protestas.
Estas movilizaciones son una postal habitual de la vida cotidiana de la capital provincial: por un lado están los que se apropian del espacio público y por otro los que reciben el impacto de esa apropiación momentánea.
Para urbanistas del municipio, lo que sucede es que el habitante medio de la capital tiene una conciencia muy desarrollada del efecto que tiene la utilización de la trama urbana como canal de expresión.
Esta postura sostiene que hay una conciencia, en determinados sectores sociales y políticos, que sabe que un mensaje que se dice en la calle se potencia por miles, más allá de las molestias en el tránsito, la circulación, y los obstáculos que imponen las huelgas en el funcionamiento de la administración pública.
Más allá de las coyunturas políticas actuales, y las tensiones que se desprenden de las movilizaciones, lo cierto es que históricamente los habitantes de Neuquén han salido a la calle. En la década del ochenta, ocurrió con los organismos de Derechos Humanos que siguen reclamando lo mismo de entonces, justicia para los crímenes de la última dictadura militar.
En el último tiempo hay otros hechos que han dejado su marca en las retinas de los neuquinos. Son los casos policiales no resueltos, que han movilizado a otros sectores sociales, solidarizados para combatir la impunidad.
Sobre esto, las paredes de la ciudad también dan testimonio. Y se transforman en algo así como una muestra permanente de las víctimas.
Mientras en estos casos lo que importa es la memoria, para pedir Justicia, para no olvidar a los culpables, para que lo nefasto no vuelva a repetirse, en el sector público lo que perdura tiene otro tenor: es en la mixtura de necesidad y pujas políticas donde también se teje esa presencia constante en la calle.