Cuando se habla de pioneros, no importa el lugar ni la época, es imposible no mencionar el sacrificio de los primeros pobladores para crear las condiciones de vida y la voluntad para sobrellevar la melancolía y la soledad. Los pioneros y antiguos habitantes de esta pequeña aldea de montaña dan fe de eso.
Un día a caballo era el tiempo que se demoraba en ir desde la Villa hasta Bariloche.
Una hora en carreta desde Villa Correntoso -a unos 6 kilómetros del pueblo- hasta la escuela 104 cuando nevaba o el camino estaba fangoso. No había electricidad, ni gas, ni existía el asfalto.
Se comía lo que se producía -algunos vegetales y carne- y había sólo un almacén de Ramos generales.
La mercadería valía a veces más que el dinero, por eso el trueque era un tipo de transacción común.
El pueblo fue creciendo, se construyó la ruta, el turismo se convirtió en una actividad fuerte y de a poco la economía fue cambiando, transformando así la vida de la gente.
"Antes se vivía mejor"
A principios del siglo XX desembarcaba por estas tierras inhóspitas don Primo Capraro, oriundo de Belluno, Italia; uno de los hacedores de La Angostura y promotor de su fundación.
Con Capraro llegó Coletti, integrante de otra familia de su pueblo natal.
José Luis Coletti es uno de los 14 hijos de aquel pionero. "Capraro vino primero y compró unas hectáreas y después vino mi papá como mayordomo, y ayudaba con los animales y la granja", cuenta José Luis, de 66 años.
En aquella villa insólita, casi al margen de la historia del país, José Luis recuerda algunos momentos en que se sintió parte de esa Argentina: estuvo presente en la firma del tratado de paz entre Argentina-Chile y tuvo 5.000 soldados del Ejército acampando en los alrededores de su casa, también vio a Eva y Juan Domingo Perón paseando en el auto por la zona.
La construcción de la ruta sin duda le dio un giro a la vida en la Villa. "Cambió mucho la vida, en invierno se abría el camino a pura pala, con la ruta fue más fácil", cuenta Coletti, quien recuerda que, en su infancia, en los primeros tiempos viajaban a Bariloche una vez cada tanto a caballo o en barco a vapor.
Roberto Ávila, de 92 años, es nacido en La Lipela -la costa del Limay-, pero creció y vivió hasta hace cinco años en un paraje a pocos kilómetros de La Angostura.
Trabajó por 25 años en Parques Nacionales, luego en Vialidad Nacional construyendo y manteniendo los caminos, y más tarde en el campo.
Aunque las limitaciones eran muchas y la vida más difícil, para él todo tiempo pasado fue mejor. "Se vivía mejor antes, porque era más barato todo, se ganaba menos pero valía más la plata. La verdura y la carne se producían. No se gastaba tanto (...) La gente vivía de lo que sembraba", recuerda Roberto con cariño.
José Luis coincide con él: "Antes se vivía mejor, todas las cosas eran abundantes, era barato, tenía de todo, comida? aunque antes no había lujo. Éramos pocos, pero nos ayudábamos. Desde hace poco empezó a venir la gente, que es distinta, son más delicados".
La convivencia de culturas
Conrad Meier nació en 1942 a orillas del lago Espejo. Sus abuelos, alemanes, llegaron a la Argentina en el siglo XIX y por esas cosas del destino en 1925 desembarcaron en la zona.
Primero atendieron en la Hostería de Primo Capraro y el aserradero. En el 36 lograron comprarle a Parques Nacionales dos hectáreas en el lago Espejo y construyeron un hotel.
Como no había caminos debieron trasladar los materiales desde Bariloche por el Nahuel Huapi y después en carreta y bueyes.
"El lago espejo era nuestro lago privado. Se vivía de los animales, la huerta, y en verano del hotel", cuenta Conrad.
"Era una cuestión cultural que se perdió, había muchísima población rural, la gente tenía sus animales, sembraban, se hacían quesos. La casa era una especie de granja autosuficiente, salvo cosas como la sal o harina que se compraban, se producía todo. En la época de los primeros pobladores se sembraba hasta trigo, se llevaba a Bariloche y se molía. En Bariloche llegó haber sobreproducción. La primera etapa fue agropastoril de supervivencia, no había mercado donde vender los productos. El kilo de carne estaba igual que el litro de nafta", recuerda.
Según relata Meier, La Angostura también sufrió los coletazos de la crisis del 30. "En Bariloche llegó a haber ollas populares. Parques empezó un plan de obras impresionante, dándole trabajo a la gente, fomentó la navegación, trajo al Modesta Victoria, hizo el Llao Llao, el centro cívico, siete villas satélites, etc. Se apostó muy fuerte al turismo".
Finalmente, en cuanto a cómo se vivía, asegura que "había problemas de alcoholismo. Yo me crié en dos culturas, en la cultura de los abuelos de Alemania, y por otro lado, la gente del lugar, los vecinos criollos, chilenos. La mayoría era de Chile. La convivencia de las culturas era muy buena, no como hoy".
Textos de este suplemento: Mariana Fernández, Fernando Mangione
Fotos: Mariana Fernández