"Nunca pasé por tantos extremos de temperaturas, ni creí que me iba a poner todo lo que había llevado, el rompe viento, micro polar, la calza larga, la brújula. Creí que iba a terminar la carrera en ocho horas", cuenta Diego Zapata después de su última competencia en Córdoba.
Diego es un joven de Cipolletti que ha tomado el deporte como estilo de vida. Tiene 23 años, trabaja y además estudia, pero en su tiempo libre aprovecha para entrenar y participar de competencias del tipo "Trekking Adventure", una práctica que combina, naturaleza, deporte y turismo.
Hace seis meses empezó a incursionar en el mundo del deporte. Antes prácticamente no realizaba ninguna actividad. "Descubrí algo nuevo y fascinante, lo que más me interesa son las competencias de montaña que llevan entrenamientos muy exigentes".
Su primer desafío fue la corrida de Cipolletti, este año. Y desde entonces no paró. "Después corrí la primera etapa de las series K21, balsa a balsa y la Short Misión en San Luis. Esa fue una de las más aventureras y apasionantes de todas, mi primera carrera larga, 40 kilómetros y salí décimo. En la corrida nocturna de Centenario, hice podio con el tercer puesto".
El joven obtuvo buenos resultados en las competencias que participó. "En agosto corrí en la "21x10 Trekking décimo aniversario de Petroleros Jerárquicos". Terminé en el puesto 53, de casi 400 participantes. Y además obtuve el primer puesto en la categoría especial de petroleros y décimo en mi categoría. Completé la carrera en 1:45´ en terreno muy exigente".
Durante los últimos meses siguió sumando logros a su corta trayectoria como deportista. A fines de agosto decidió trascender las fronteras del país y se inscribió para participar de la prueba K42 en Chile. Con un duro entrenamiento y muchos nervios encima cruzó los Andes para correr 42 kilómetros de pura aventura. "Completé la carrera en 4:43 hs. Obtuve el séptimo lugar en la general y mi primer "primer" puesto en mi categoría. Compartí el podio con Rodrigo Morgado (4:59) y Patricio Pinto (5:33) los dos de Chile. La carrera contaba en principio de unos cuatro kilómetros de asfalto, largos y monótonos. Hasta que comenzamos a meternos en la montaña y a trepar hasta los 1.700 metros sobre el nivel del mar. En los tramos finales antes de llegar a la cima el terreno se volvió muy dificultoso, muchas piedras sueltas, muy resbaloso -recuerda- había que subir con mucho cuidado, durante la trepada y el descenso me doblé tres veces el pie. Tuve que parar y recuperarme unos minutos. Por cuidarme el tobillo, bajé muy despacio. Hasta que salí fuera de la zona de piedras. Desde ahí recién pude empezar a aumentar la velocidad y tratar de alcanzar a los demás competidores. Hasta ese momento me mantuve en la novena posición".
Diego entrena cinco días a la semana. Corre entre 10 y 15 kilómetros por día en algunos circuitos que adoptó como propios. No integra ningún grupo ni equipo: como trabaja no se puede comprometer con nadie porque a veces no puede organizar sus horarios. Por eso optó por correr en soledad. Hay días en que sale a la mañana, muy temprano y otros a la tarde. También va al gimnasio porque algunas pruebas son muy exigentes y siente que necesita un poco más de preparación. Igual prefiere correr al aire libre y disfrutar de los paisajes del valle.
En septiembre viajó a Córdoba y participó de una de las pruebas que más anhelaba. Fueron 80 kilómetros de terrenos complicados. Corrió durante más de 14 horas y llegó en la posición 26 de 380 inscriptos. En medio de la competencia se dobló el tobillo por intentar cruzar un arroyo lo más rápido posible. Un paramédico que lo asistió lo intentó sacar de la carrera. Sin embargo no pudo convencerlo y el joven optó por seguir el recorrido. A pesar de que venía décimo y por el inconveniente pasó a la posición 18, no bajó los brazos ni detuvo el movimiento de sus piernas.
La carrera comenzó al mediodía y cuando estaba por caer la noche Diego pasó por el último puesto de control. Ahí compró una gaseosa -todavía le faltaba un largo tramo- y eso le sirvió para renovar las energías y seguir.
Cuando oscureció, la temperatura descendió por lo menos 10 grados. "En la tarde hacían unos 20 y la noche se puso muy fresca", recuerda. Diego no tenía experiencia en carreras nocturnas y en un momento perdió el sentido de la orientación y no supo para donde seguir. Terminó en un desnivel que tenía la montaña y cuando paró para ubicarse el cuerpo se le empezó a enfriar. No sentía las manos y no podía sacar las cosas que tenía en la mochila para abrigarse. Tampoco podía sostener la linterna, ni el mapa. Gritó, buscó a sus compañeros, pero nadie respondió. Solo veía unas luces que estaban un poco más arriba, quizás otros competidores que también bajaban la montaña. Pero no perdió las expectativas y siguió. Después de bajar un sendero se encontró con otro chico y bajaron los últimos kilómetros juntos. En un momento sintió que las piernas no le daban más y decidió parar a descansar, ya no le quedaba tanto. El compañero quiso convencerlo para que siga "no me aflojes capo, ya no falta nada", le decía. Diego descansó y le prometió que se verían en la meta. Y así fue. Llegó al destino final a la madrugada, después de las 2. Cuando estaba llegando al pueblo el aliento de la gente fue fundamental. El último tramo fue en una ruta asfaltada. "Nunca disfrute tanto el asfalto como en ese momento", explica. Y no tiene palabras para describir el momento en que le pusieron la medalla. Había alcanzado un duro objetivo, terminar la prueba.
