En sus comienzos fue cirujano, pero lo buscaban para atender de todo, desde infectocontagiosas hasta partos. Fue obstetra muchísimas veces. Tantas, que ni siquiera sabe cuántos bebés trajo al mundo.
"Antes los partos se hacían en domicilio. Por ahí alguien venía de noche y decía: ´Doctor venga urgente, parece que mi mujer está por tener familia´". Y ahí iba.
Recuerda que una vez fue a buscarlo un hombre en bicicleta para que se trasladara hasta su casa, en el por entonces barrio Villa Alicia. Para que se movilizara más rápido, le dio a él la bicicleta y el ciclista salió "corriendo atrás".
"Yo no sabía andar mucho en bicicleta", comenta Ariel Olavegogeaescoechea y ya se le empieza a dibujar una sonrisa. Relata que el ansioso padre le iba diciendo: "Por acá, doctor". Lo guiaba. Pero no fue suficiente. "Caí en la acequia y salí todo mojado, lleno de barro", expresó y estalló en una carcajada.
Contó que en esa época siempre había alguien que le decía: "¿Me da lo que sacó?". Porque enterraban la placenta. "No sé por qué. Hacían un pozo por ahí y la tapaban. Para mí eran todas cosas nuevas", recordó.
Cada vez que llegaba para atender un parto, lo esperaban "con el mate caliente". Cuando era en las chacras generalmente pasaba la noche. Se iba a las 21 y allí se quedaba. "En los partos no pasaba nada. Se hacían sin riesgo. A veces pienso, caramba, después de que se hicieron institucionales aparecieron los riesgos, que no podía pujar... Antes en los partos domiciliarios las mujeres parían con una naturalidad impresionante".
-¿Cuántos bebés trajo al mundo?
-No sé, no tengo ni idea. Hay chicos que tienen mi nombre.
Cuando los partos se institucionalizaron, Olavego igual buscó la forma de que fueran con la mayor naturalidad posible. "Muchos colegas decían: ´¿Quién va a hacer el parto? El doctor Olavego. Uh... cada locuras tiene´".
"Primero, nunca permití que rasuraran a la mujer porque creía que era innecesario. Todas las mujeres me decían: ´Qué lindo´. Segundo: impedía que les pusieran enemas. No quería nada de eso".
"A la mujer yo le decía: ´Bueno vamos. ¿Querés tomar café?, ¿querés tomarte un trago de whisky?, ¿qué música te gusta escuchar? Traigan´, decía. Movete en la camilla como quieras. Jamás la ataba. Nunca. Yo me ponía al lado de ella, le enseñaba a pujar, le decía: ´Fuerza querida. Si querés puteame. Si querés, arañame el brazo. Decí todas las palabras groseras que quieras, no tengas ningún problema si te vas a mear, si vas a ir de cuerpo, no te hagas ningún problema. Vos estás preparada para dar a luz. Vas a parir. Punto´".