Conocer la historia de los clubes es vital para entender el presente. Hoy Cipolletti intenta regresar a la B Nacional, un proyecto que le está demandando años y años de mucho esfuerzo. En el interior del país es reconocido como el Capataz de la Patagonia. Ese apodo se lo ganó gracias a lo que hicieron durante décadas extraordinarios jugadores que supieron llevar la camiseta albinegra hasta codearse mano a mano con los grandes de la Argentina.
Este año se cumplió el aniversario 36 del primer ascenso de Cipolletti a un torneo Nacional, una categoría en la que jugó durante cinco temporadas en forma alternada: 73, 75, 77, 79 y 85.
Era la gloria para un equipo conformado por jugadores surgidos de las mismas entrañas en el club, algunos de otras ciudades de la zona y varios foráneos.
Aquel plantel estaba conformado por Julio Felipe Luna, el Turco Rafael Horacio Yanani, Juan Chochó Flores, Enrique Curelovich, Omar Perales, Gabino Novellino, Juan Carlos Aguirre, Néstor Michelini, Raúl Forti, Raúl Torralba, Héctor Fuentes, Juan Carlos Pistagnesi, Alfredo Eduardo Alfonso, Oscar Tito Corradini y los hermanos Emilio y Santiago Stagnaro. Y un futuro ídolo como mascota: Henry Homann.
EPOPEYA
La tarde del 19 de agosto de 1973, ante una de las mayores multitudes que se vieron en el estadio cipoleño, el albinegro se enfrentó en la gran final por el ascenso con All Boys de La Pampa.
Luego de 90 tensos minutos terminaron 0-0 y llegaron los penales.
Las dos atajadas de Luna opacaron la de que realizó el arquero visitante Galant sobre Michelini y se sumaron a las conversiones de Forti, Espada, Corradini y la última de Perales, que desataron el delirio y los interminables festejos.
Es que Cipolletti había ingresado por la puerta grande del fútbol argentino y vendrían las páginas más gloriosas para la institución.
Unos meses después, el 5 de octubre y por el grupo A, debutó en el Nacional como local ante San Martín de Mendoza al que le ganó 3-1.
Era una zona que también integraron San Lorenzo, River, Vélez, Juventud Antoniana, All Boys y San Martín de Tucumán.
Ese fue el puntapié inicial de una historia que se fue haciendo cada vez más rica y que posicionó al club y a la ciudad en los primeros planos a nivel nacional.
Los tiempos han cambiado, pero la pasión es la misma.
Hoy el equipo está conformado en un 90 por ciento de jugadores formados en las divisiones inferiores de la institución, con algunos retoques regionales, y como excepción un mínimo de refuerzos "extranjeros".
Es la fórmula que encontró la dirigencia actual para tratar de devolverle a la institución el lugar que supo ocupar junto los grandes. "Mantenerse es más difícil que llegar", dice el dicho. Volver a llegar es un camino en subida con una trepada muy empinada. Entre otras razones, porque ya no están los dineros de otros tiempos para solventar costosas incorporaciones de primer nivel, e ir a la cancha en familia pasó a ser casi un lujo.
De todas maneras la elección de apostar a lo local, de no endeudarse prometiendo sueldos imposibles de pagar, ayudó a construir las bases de un proyecto deportivo sobre el que se puede volver a soñar con que Cipolletti vuelva a ocupar los lugares que lo convirtieron en el Capataz de la Patagonia.