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Martes 03 de Octubre de 2006
 
 
 
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  EDUCACION | CENTROS DE ALFABETIZACION
  Lápiz y papel para historias de amor
Con paciencia y vocación, un grupo de mujeres llevan a cabo el Programa de Alfabetización Rionegrino.
 
 

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Alicia Aroca cuenta que a muchas de sus mujeres "aprender a firmar" les cambió la vida.

"Siempre que hacían un trámite directamente les tendían la almohadilla. Cuando empezaron a hacer las primeras letras, lo primero que hicieron fue practicar la firma. Incluso la llevaban escrita al banco o al lugar donde tenían que ir para poder copiarla. Una día una de las chicas contó que apenas la vieron le pusieron la almohadilla y la tinta 'no gracias, ya puedo firmar' dice que les dijo. Imagine la cara de satisfacción que tenía esa mujer. Yo lo tengo grabado".

Alicia es la coordinadora de los siete centros cipoleños donde se lleva adelante el Programa de Alfabetización Rionegrino. La actividad significa poco menos que un milagro para más de 180 mujeres y un par de hombres mayores de edad que a lo largo de los últimos seis años pasaron por el programa. Pasar es un decir, pues muchas damas aprendieron a leer y a escribir y siguen dentro del plan porque han encontrado contención y afecto.

La actividad que lleva adelante el Consejo Provincial de la Mujer en toda la provincia tiene en Cipolletti a un compacto grupo de mujeres que a pesar de las limitaciones (como el escaso compromiso de la municipalidad) avanza con el objetivo de que todos puedan leer y escribir. No es sencillo: mucha gente prefiere callar antes que desnudar su ignorancia. Con todo, la propuesta de Alicia y sus muchachas se mueve sobre ruedas y hay casos como el de la abuela María del Carmen (de 92 años) que conmueven hasta las más experimentadas. Hay otra mujer, María Teiber, que tiene 74 años y está deseosa de rendir libre la primaria para iniciar sus estudios secundarios.

Las alfabetizadoras enseñan en escuelas, comisiones vecinales y hasta geriátricos. Lo hacen, sobre todo con paciencia. "Hay que pensar que es gente de edad que no tiene motricidad fina y que jamás hizo el ejercicio de agarrar un lápiz, arrancamos con dibujos y hasta manejo de pinceles para después iniciar la escritura", contó Norma Ruiz. Las alumnas cumplen con cuatro clases semanales, tres de práctica y una de taller. Algunas se dan el gusto de ir con hijos. Dentro del grupo se han tejido sociedades solidarias y más allá de cumplir con lo que piden las "seño", las estudiantes conformaron roperos comunitarios y aportaron a diferentes campañas. "Ellas entienden que siempre hay gente que necesita más", describió Alicia y aclara que hay dos hombres que se sumaron a la movida, uno de ellos se llama Carlitos y tiene 42 años: todo "un personaje", según las alfabetizadoras. El otro es Milton.

Las mujeres que están frente a los centros de capacitación reciben 300 pesos mensuales a modo de retribución, no forman parte de ninguna planta de personal y encaran la misión de enseñar por vocación. Entre las alfabetizadoras, están Jessica Salamanca, Karim Carrillo, Miriam Aroca, Silvina Salazar, Magdalena Justo, Patricia Jelvez y Laura Benítez.

Las mujeres se reúnen regularmente en una pequeña sala del barrio El Trabajo, junto a un estacionamiento. Allí, por gentileza de una vecina que se llama Juanita, coordinan las actividades a desarrollar en las improvisadas aulas. Allí recibieron a este diario y agradecieron -por ejemplo- a Luis Díaz, el dueño del ciber Explorer 955, quien las saca de apuros con las fotocopias: "nunca nos quiso cobrar". Fue junto al estacionamiento de Juanita que contaron de los ojos y las orejas grandes que hace falta tener cada día y en cada salón. Es que los problemas sociales están latentes y la contención es esencial.

 

SIN ANTEOJOS NI BANDERA DE CEREMONIAS

 

Uno de los problemas que las alfabetizadoras deben afrontar cotidianamente es la falta de anteojos de la mayoría de sus alumnas. "Casi todos tienen problemas de visión. No hay que olvidar que se trata de personas mayores, de más de 40 años, y que en muchos casos tienen 60 y hasta 90 años", contó Alicia.

Para colmo, en el hospital Pedro Moguillansky no hay oftalmólogo y la gran mayoría no tiene dinero para afrontar el pago de una visita particular. Y suponiendo que logre reunir el dinero para el especialista, se debe sumar el costo de los marcos y los cristales. Los casos más preocupantes alcanzan a una decena alfabetizandos. Para llegar a los anteojos necesitarían unos 150 pesos cada uno, una cifra imposible para personas que cobran esa suma mensual por el plan Jefes y Jefas de Hogar.

Hay necesidades, pero también ganas de estar mejor y de reforzar la identidad. Hace dos semanas, los centros alfabetización del Alto Valle tuvieron su celebración en Fernández Oro. "Llevamos nuestra bandera de ceremonia, pero era prestada por el grupo scouts Eben Ezer, para nosotros es un sueño tener nuestra propia bandera como tienen centros de otros lugares", agregó la coordinadora quien agradeció la colaboración de la diputada Marta Milesi y Graciela González. En los centros creen que por ser un organismo que depende de la provincia es poca la asistencia que tienen de la municipalidad. Y tienen razones para creerlo. En otros lugares, las intendencias participan de lleno en el proyecto. "Acá no hablamos de política pero siempre hay cosas que tienen que ver con la política", fue más allá Alicia.

 

 

COMPROMISO

En los centros de alfabetización de Cipolletti, las docentes hacen mucho más que enseñar a leer y escribir.

Reúnen cerca de 200 personas mayores de edad a quienes les enseñan y dan contención y afecto.

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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