CENTENARIO (ACE).- “La permacultura es más que la bioconstrucción: es un modelo de vida sustentable, una percepción del hombre utilizando los recursos naturales y la tecnología que sea amigable con el medio ambiente”, dijo Alicia Marinucci, una ingeniera agrónoma que es parte del grupo en Centenario.La palabra remite a cultura o agricultura permanente. En El Bolsón, hay un organismo como el Cidep, un centro en Mallín Ahogado donde se llevan a cabo talleres para difundir y dar a conocer esta “visión” o “cosmovisión” ligada a la necesidad de vol-ver al respeto por la naturaleza.En Centenario, la presencia de Daniel Domínguez, uno de los bioconstructores, trajo aparejado de a poco la unión de muchas y muchos que comenzaron a interiorizarse en la bioconstrucción, en la forma de vida sustentable, en la alimentación en base del cultivo orgánico y a la posibilidad de hacerlo propio. Y de difundirlo como parte de vida, también.Más de un centenar de personas han compartido actividades de permacultura, en tanto una veintena continúa todos los sábados reuniéndose para aprender técnicas, aprehender modalidades nuevas y algunos de ellos –no todo el grupo– también forman parte de un grupo de meditación.Son María Soledad Verdúm, Daniel Domínguez, Alfredo Urrutia, Gabriela Potente, Carina Rosas, Luis Nichela, Valeria Thompson, Eric Thomson, Andrea Canales, Alicia Manucci, Nelia Villar y Juan Pablo Paglialunga.“El 21 de marzo comenzamos la construcción del taller con gente interesada en la bioconstrucción, algunos venían a las meditaciones abiertas de los viernes, y otros están interesados en aprender las técnicas de construcción con adobe”, dijo María.En la chacra donde se reúnen hay una edificación con 10 paredes, cada una de ellas levantada con técnicas diferentes, pero con los mismos materiales: agua, adobe y paja. Así hubo paredes de quincha (con estructura de madera entrelazada), con alambre tejido y barro, con paja encofrada, con fardos apilados y pegados, o con soportes hechos de una alambrado viejo.La edificación resultó un decágono porque se utilizó una estructura de metal como techo, que era de un antiguo invernadero. “La bioconstrucción no se remite a lo rústico: puede ser una casa rústica, o puede tener terminaciones tan finas y lÍneas rectas, con diseños modernos que luego ni siquiera se conocería si se trata de una bioconstrucción o una construcción industrial”, explicaron.El reciclado en los materiales es una de las constantes. No sólo se trata de conocer de bioconstrucción, también el reciclado, la huerta orgánica y la difusión de una vida donde el hombre es parte de la naturaleza que transforma, y con la que convive.“Llevamos a cabo esto con un grupo de aprendizaje; como la mayoría desde su lugar es docente, entonces nos dimos cuenta de cómo coincidimos en este espíritu de la transmisión de la recalorización, de lo que sabemos, de valores que son ancestrales, tomados muchos de ellos de nuestros abuelos, de las culturas originarias, de la revalorización del medio ambiente y del conocimiento de lo natural”, indicaron.Así, en talleres con niños se difunde la realización de una compostera, de lo fácil que resulta organizar una huerta orgánica en la casa y del hábito necesario de contaminar lo menos posible.  “La bioconstrucción puede ser una alternativa en sectores de escasos recursos, a la casilla precaria: se hace con los materiales existentes en el suelo, no se incendia, toda la familia puede trabajar en ella, tiene la misma firmeza que una casa de material, y responde a las necesidades de habitabilidad sana que puede tener una familia”, explicaron.Alicia también agregó que no sólo es una mejora económica para familias de escasos recursos, sino también para aquellos que viven en un décimo piso de un edificio “y viven mal: la casa de bioconstrucción es térmica, fresca en el verano y cálida en el invierno; no se humedece y cuan- do la sequedad de ambiente es excesiva, aporta la humedad que la familia necesita, es un traje que puede ser a medida”, dijo Alicia.Textos y fotos del suple:Agencia Centenario

EL HORIZONTE EN LA VILLA ECOLÓGICA

“Nos vamos dando cuenta que todos tenemos una actividad social, cultural o artesanal, y que en esto vamos por el camino de un cambio de hábito”, finalizaron.