La poesía es el arte de encontrar belleza donde otros no ven nada. Debe ser por vocación de poeta que "Carlitos el lavacoches" -como lo conoce el pueblo- se siente feliz haciendo lo que a otros les parecería una racha de mala suerte.
Carlitos no cesó un solo día de buscar un trabajo con el cual vivir mejor y darle a sus hijos lo que ellos se merecen. Pero la actividad petrolera que genera divisas multimillonarias nunca hasta ahora tuvo una vacante para él, que nació y se crió en esta ciudad. "Sólo tuve trabajos eventuales pero nunca logré conseguir uno estable", cuenta.
Carlitos es el único lavacoches de toda la ciudad. Comenzó hace nueve años atrás un viernes santo.
En 2007 se decidió y se anotó en un colegio nocturno para terminar sus estudios secundarios que abandonó en su adolescencia por cuestiones económicas cuando cursaba segundo año.
Carlos Francisco De Mori lleva 39 soñando y esforzándose por transformar esos sueños en realidad. Le tocó pasar el trago amargo de padecer la pérdida irreparable de una de sus dos hijas hace siete años. Hoy, separado hace tres años, tiene puestas sus esperanzas en terminar el secundario y luego poder estudiar administración de empresas.
Pero el progreso personal no llueve del cielo y Carlitos lo sabe, por eso riega sus sueños con esfuerzos. "Entendí que es necesario estudiar. He recorrido muchos lugares buscando un buen trabajo. Tengo dos hijas y una de ellas padecía una enfermedad y falleció. En esa época, hace siete años atrás, teníamos que viajar mucho a Neuquén y el dinero no alcanzaba. Algo había que hacer para poder cumplir con el rol de padre, pero siempre hay algo para hacer. Eso sí, hay que estudiar y es lo que estoy haciendo. Me levanto a las seis y media de la mañana todos los días. Trabajo toda la mañana hasta pasado el mediodía. Como, duermo la siesta y después, mientras tomo mate, estudio o repaso las distintas materias que tenga ese día. A las siete y media de la tarde entro al colegio hasta las doce de la noche. Así todo el año", dice describiendo su agenda de trabajo que sólo sabe de descansos cuando hay algún cumpleaños o una fiesta familiar.
"Trabajo de lunes a lunes aunque a veces paro un domingo o un sábado si hay alguna fiesta familiar. Pero mi prioridad es el estudio, aún por sobre el trabajo", acota.
Sus amigos cuentan que no es un alumno común sino que desde que empezó el secundario para adultos siempre sobresalió entre sus compañeros. Pero él no aporta ese dato en su relato, y lo hace con timidez cuando se lo consulta. "En segundo año tuve el mejor promedio y el año pasado estuve entre los tres mejores promedios. De todos modos, me esfuerzo para no llevarme ninguna materia, sobre todo este año que termino, porque quiero -si es que puedo- hacer una carrera terciaria. Me gustaría hacer administración de empresas porque me gustan mucho las ciencias exactas", dice mientras le da los toques finales al parabrisas de un moderno automóvil en el estacionamiento céntrico de la avenida San Martín.
Su lugar de trabajo es la zona céntrica de esa avenida. Limpia el parabrisas a todos los que estacionan esperando una propina y sólo lava los autos de quienes se lo piden expresamente. "Tengo ya clientes que vienen y me piden que les lave el coche. En algunos casos me piden que vaya a domicilio. Le limpio el parabrisas a todos y la propina es a voluntad. Pero la gente es sensible y nadie se va sin darme algo. En los nueve años que llevo haciendo esto creo que deben ser una o dos personas que no me dijeron ni gracias, pero los demás siempre reconocen", apunta.
Carlos no sueña con ser escritor pero da rienda suelta a su pasión por la poesía para compartirla con sus amigos y familia. "Me encanta escribir y he escrito varios poemas. A eso lo heredé de mi padre que también le gusta escribir y que me ha transmitido el gusto por la poesía. Hay veces que escribo seguido y otras en que pasa un período largo en el que no hago nada. Es según la inspiración. Naturalmente que lo hago como amateur y me falta pulirme mucho. A mi me encanta la poesía de Pablo Neruda y la música de los ochenta".
Carlos sigue ahí, habitante de las mañanas. Ni el frío ni el calor son obstáculo para que cada día salga a la calle a ganarse el sustento limpiando parabrisas con sus rejillas, baldes y franela. Catriel es lo que es gracias a su gente y Carlitos ya es parte del paisaje. No será la misma la avenida San Martín el día que Carlitos termine de domar a sus sueños y se reciba de administrador de empresas.
Textos de este suplemento: Rubén Larrondo