Además del paisaje, la Comarca Andina es la región de las frutas finas y los dulces que atraen con sus aires del lejano sur y encierran en su esencia los aromas, los sabores, los colores y la cultura cordillerana.

Con 1680 toneladas proyectadas para la cosecha de esta temporada, los cultivos generarán unos 13 millones de pesos; a los que se suman otros 45 millones anuales por la industrialización zonal de unos 9 millones de frascos.

La actividad nuclea a unos 250 productores distribuidos desde Mallín Ahogado hasta Epuyén, sin contar a los acopiadores y recolectores de rosa mosqueta, maqui y calafate.

Las tareas culturales en las chacras generan aproximadamente unos 1200 puestos laborales, principalmente en invierno, trepando a una cifra superior en la etapa de recolección.

Hay coincidencia en que el cultivo de los berries "es una importante fuente de ingresos para la zona, siendo a la vez una creciente agroindustria local", solo comparable con los recursos que deja el turismo y el lúpulo.

Según estimaciones, el producto bruto generado es superior al de las demás actividades industriales y agropecuarias. Los productores insisten en que "con sólo algunas inversiones en infraestructura y capacitación se convertirá en uno de los pilares económicos de la región" que abarca los municipios de El Bolsón, Lago Puelo, El Hoyo y Epuyén.

Javier Mariño, técnico del INTA, se refiere al plan de mejora competitiva diseñado a través de un cluster de frutas finas para las provincias del Neuquén, Río Negro y Chubut, con epicentro en El Bolsón, orientado "a fortalecer el sector, promoviendo la integración público/privada en la actividad, y a definir una estrategia que logre un mejor posicionamiento empresarial en el mercado".

El proyecto cuenta con el apoyo del Prosap y "brinda soporte técnico y metodológico para la elaboración de un plan que identifique las principales oportunidades para mejorar la competitividad, al tiempo que financiará la implementación de propuestas colectivas y consensuadas entre los actores locales".

Entre las principales variedades de fruta fina de esta región se destacan las frambuesas, frutillas, cerezas, guindas, corintos, cassis, arándanos, sauco, boysemberries y grosellas, cuyos cultivos en explotaciones comerciales ocupan un total de 210 hectáreas, de las cuales apenas 50 son totalmente orgánicas. Para el resto se utilizan agroquímicos.

En detalle, en El Bolsón se producen 48,17 hectáreas (12,27 son orgánicas y 33,9 convencionales). El valle de El Hoyo es de mayor producción, principalmente con frambuesas, con 114,98 hectáreas (aunque solo 13,78 son orgánicas). En Lago Puelo hay 42,06 hectáreas en producción y en Epuyén otras cinco.

Además de las frutas cultivadas, existe un importante sector dedicado a la recolección de fruta silvestre, especialmente rosa mosqueta, cuyo fruto se utiliza para la elaboración de pulpas y dulces, cascarilla para infusiones y aceites esenciales de uso terapéutico. Solo en el año anterior se cosecharon e industrializaron en la zona unas 800 toneladas y se dispone de una capacidad industrial instalada para procesar 4 mil toneladas. Otras especies utilizadas y no cultivadas son el maqui, el calafate y la murra.

En los últimos años el crecimiento del sector ha sido relativamente lento aunque sostenido, tanto como consecuencia de la situación económica del país como del déficit en los procesos de producción y comercialización.

Hasta mediado de los ´90 la producción se comercializaba en la región, pero al aumentar los volúmenes cosechados la demanda local no pudo absorberlos, lo cual resultó crítico al no existir otros mercados desarrollados. Por suerte, esta situación se pudo revertir y en la última década ha habido avances significativos.

Existen ventajas comparativas que permiten un crecimiento de la actividad. Desde el clima favorable, la poca difusión de enfermedades y plagas, los suelos aptos y una época de cosecha ventajosa. Los productos ofrecidos están perfectamente definidos y son casi únicos en el mercado, lo que permite un valor de venta diferenciado.

En forma complementaria, el sector industrial tiene una alta participación en la demanda de fruta y comprende distintos procesos como el enfriado y congelado, la elaboración de confituras y de pulpas. El relativamente buen desempeño de esta agroindustria permite presuponer un crecimiento sostenido en el futuro inmediato.

En cuanto a la generación de empleo, es de alto impacto social a lo largo de todo el proceso por las diversas tareas culturales que deben realizarse sobre las superficies implantadas y por el procesado manufacturero que demanda trabajadores durante todo el año, aunque más concentrado en el verano. Sin embargo, la falta de mano de obra capacitada en el mercado local es uno de los problemas más acuciantes que enfrenta el sector.